Ante la próxima pandemia

Los recuerdos de la pandemia de covid-19 están aún muy recientes y tienen un alto contenido personal. De una u otra forma a todos nos afectó este fenómeno mundial que dejó secuelas de gran magnitud. El impacto psicológico que causó fue muy grave, tan grave que ha producido incluso reacciones paradójicas. Muchos recuerdan la pandemia como una pesadilla, algo terrible ciertamente, pero una pesadilla después de todo. Otros han asimilado estos recuerdos como un episodio existencial desafortunado pero que ya pasó. Y otros más, utilizando el mecanismo de la represión, viven más tranquilos olvidándola. Pero la prueba más clara de que el trauma está aún ahí, en alguna parte del subconsciente, es que si un nuevo virus comenzara a propagarse rápidamente, que ya haya sobrepasado fronteras, y que la OMS comenzara a advertir que una pandemia está otra vez a las puertas, es altamente probable que la población mundial entraría en pánico, de una forma mucho más inmediata y acelerada que en el año 2019 y 2020.

La realidad es que el riesgo de otra pandemia existe y algunos expertos señalan que están prácticamente seguros que ocurrirá y que lo único que no saben es cuándo. Y esto es tanto por la naturaleza de los virus como por la naturaleza de los humanos. Los virus sólo pueden mantenerse viables infectando, para hacerlo más efectivamente desarrollan mutaciones que les permiten evadir los obstáculos que encuentran. Los humanos, por su parte, tienen la tendencia a movilizarse, y masas de personas emigran, viajan a todos los rincones del mundo, facilitando la transmisión.

El riesgo es evidente, pero no escribo este artículo para causar preocupación ‒una más en el repertorio‒ sino para informar de algo que da esperanza y resulta alentador. Y otra vez es la ciencia la que nos da este elemento de optimismo. Después de la experiencia que dejó el covid-19 se aprendió mucho del comportamiento de los virus y del desarrollo de vacunas. El objetivo actual no es el de reaccionar cuando se esté ante una pandemia sino producir una vacuna universal que prevenga infecciones de una gran cantidad de virus, y especialmente de los que más preocupan como los de la influenza, los coronavirus, el SARS, el MERS y el de la influenza aviar. Y no únicamente los de mutaciones ya conocidas sino también mutaciones que se puedan producir en el futuro. Es como un ideal ¿verdad?

Pues ya está en marcha el proyecto Generation Gold Standard, una iniciativa que tiene como objetivo desarrollar esta vacuna universal. La plataforma de desarrollo está basada en el llamado Abordaje de Virus Completo de Beta-propiolactona Inactivada (BPL-inactivated, por sus siglas en inglés). Aunque el nombre es un tanto confuso su fundamento no lo es.

Con este abordaje el objetivo es apuntar a los componentes estructurales que tienen estos virus en común y no sólo a las partes que mutan. Para ello hay que “matar” al virus y destruirlo, de manera que exponga todas sus partes y que las que tienen en común despierten una respuesta inmune. Una buena noticia es que ya se dispone del concentrado básico y que se está en proceso determinar su eficacia y seguridad.

Hay varios centros de investigación que abordan el objetivo desde diferentes estrategias. Existen ciertos problemas científicos y éticos que resolver, pero si todo va bien se estima que la vacuna puede estar lista para 2029, año que se espera sea aprobada por la FDA.