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La responsabilidad al conducir: un llamado urgente a la conciencia

Sólo hay que ver en las redes sociales la cantidad de accidentes absurdos que se producen a diario, muchos de ellos también por ir hablando por móviles o hasta enviando mensajes, lo cual entorpece la concentración y la maniobrabilidad de los conductores. A esto se agrega la prepotencia surgida de sentirse al volante, sobre todo si es una camioneta o SUV o un pick... Y por favor, que se les quite a algunos locutores de ensalzar esas barbaridades dicendo que "salvadoreño que se respeta...", porque sólo alientan la incultura y las tragedias.

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Por Ricardo Lara
Publicado el 29 de abril de 2025


Acabamos de pasar la Semana Santa, la cual, en teoría, debería ser un espacio de reflexión espiritual y recogimiento. Sin embargo, en El Salvador, esta fecha parece haberse desvirtuado. Lo que debería ser una celebración de fe se convirtió una vez más en un carnaval playero desbordado por el consumo excesivo de alcohol y la imprudencia al volante.

Año tras año, los accidentes de tránsito se repiten con absurda regularidad, dejando luto en decenas de hogares salvadoreños. Y aunque existen restricciones para evitar la conducción bajo los efectos del alcohol, la realidad demuestra que estas medidas siguen siendo insuficientes. La pregunta es inevitable: ¿de quién es la responsabilidad?

La respuesta no recae únicamente en el conductor ebrio. Todos los que conducimos, ya sea un automóvil o una motocicleta, compartimos esa carga. La violencia vial, la impaciencia y la agresividad se han vuelto parte del paisaje urbano. Es alarmante que discusiones por un parqueo puedan terminar en homicidios.

Según las autoridades, 50 conductores fueron capturados ebrios al volante versus los 120 del año anterior, pero entre el 1 de enero y el final de la semana ha habido 645 detenciones versus las 776 del año anterior en el mismo periodo. Esto es importante, pero lo ideal es que no haya ni una detención y menos un borracho al volante, pues muchos pueden estar evadiendo los controles.

Sólo hay que ver en las redes sociales la cantidad de accidentes absurdos que se producen a diario, muchos de ellos también por ir hablando por móviles o hasta enviando mensajes, lo cual entorpece la concentración y la maniobrabilidad de los conductores. A esto se agrega la prepotencia surgida de sentirse al volante, sobre todo si es una camioneta o SUV o un pick... Y por favor, que se les quite a algunos locutores de ensalzar esas barbaridades diciendo que "salvadoreño que se respeta...", porque sólo alientan la incultura y las tragedias.

En un país donde parece que solo reaccionamos cuando se nos toca el bolsillo, las multas elevadas han tenido cierto impacto. Pero más allá del castigo económico, es urgente un cambio de actitud. Cada motociclista fallecido, cada menor que desayuna en el vehículo rumbo a clases tras dormir pocas horas, refleja un problema estructural que afecta tanto la salud mental como el bienestar de las familias.

Este llamado a la conciencia puede parecer repetitivo, pero basta que una sola persona lo lea y decida cambiar su forma de conducir para que haya valido la pena. En cada acto de cortesía, en cada momento en que se elige la paciencia sobre la violencia, se construye un país distinto.

Tristemente, mientras no enfrentemos el problema de fondo, la farra continuará. Lo más triste es que la Semana Santa dejó de ser un tiempo de reflexión para convertirse en una excusa para el consumo desmedido de alcohol. Y aunque muchos regresaron del Puerto de La Libertad sobrios solo por miedo a las multas, el verdadero objetivo debe ser transformar esta cultura de adicción que atraviesa todas las clases sociales.

Y no es que seamos puritanos buscando que se aplique una "prohibición" como la que rigió en los Años Treinta en los Estados Unido. Cada quién es libre de consumir lo que quiera, pero debe ser en su entorno, respetando las leyes y sin dañar a los demás, sobre todo a la misma familia. No es fácil cambiar hábitos profundamente arraigados, pero sí es posible. Que nuestros hijos no sean quienes nos lleven la próxima cerveza, sino quienes hereden un ejemplo de responsabilidad. La sensatez debe reinar al volante.

El país necesita urgentemente una cultura vial consciente y menos permisiva con la imprudencia. Porque al final, el mayor daño no lo sufre solo quien maneja ebrio o a exceso de velocidad, sino las víctimas inocentes que jamás imaginaron que sus vidas estaban en manos de un irresponsable.

Médico.

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