Andrés Romero tenía 22 años cuando su esposa murió. Él se quedó solo, con un niño de 2 años y una bebé de 12 meses: Álvaro y Melissa, respectivamente. Pensó en ese momento que no podría con tanta responsabilidad, pero hoy dice: “Me equivoqué, mis hijos han salido adelante, se han preparado, han crecido llenos de amor y valores. Con muchos sueños por cumplir”.
Este padre, artesano y pintor de profesión, forma parte de ese pequeño porcentaje de hombres solteros que se quedan con sus hijos, debido a múltiples factores, como: muerte de la madre, abandono o situaciones económicas.
En El Salvador, de acuerdo con datos del Registro Nacional de Personas Naturales (RNPN), se contabilizan 44, 130 padres solteros. Entre los departamentos en los que se registra la mayor cantidad se encuentran: San Salvador, Usulután, Santa Ana y San Miguel.
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Para Andrés, entender que debía asumir el papel de padre y madre no fue fácil a su corta edad. “Pasé muchas noches tratando de encontrar una solución, sin embargo, antes debía asimilar algo aún más complicado: por qué me pasó a mí, y después explicarlo a mis hijos”, recuerda.
Decidió pedir ayuda a su madre para que cuidara de sus pequeños, mientras salía a trabajar; no obstante, cada vez eran más limitados los recursos y, además, sentía que sus niños no recibían la atención y el amor que necesitaban de su parte.
Después de tantas noches de escuchar opiniones de amigos, conocidos y hasta de su propia mamá, él asumió que no podía seguir trabajando en la empresa en la que estaba, ubicada en San Salvador, pues cumplir horarios complicaba la situación en su hogar.
Andrés, un padre soltero, que ha dedicado su vida para cuidar de sus hijos y enseñarles a ganarse la vida con ingenio. Video EDH
Entonces empezó a trabajar desde su casa, emprendió “vendiendo de todo” y explotando su talento en la pintura, la música y las artesanías. En este punto, se dio cuenta de que faltaba algo muy importante… ¿Cómo organizar el tiempo, el espacio y su mente para su negocio?, ¿cómo alimentar a sus niños, criarlos y ser una familia con todo lo que esto implica?
Atenderlos, aunque podría parecer lo más complicado, no lo fue tanto porque ya tenía experiencia con ellos. Él acompañó a su esposa en tareas como los biberones, cambiar pañales, bañarlos o vestirlos. Mantener la casa en orden y lo propio del día a día, fue el reto.
“Un día, no recuerdo exactamente cuándo, me di cuenta de que cocinaba, que a mis hijos les gustaba, que la casa se veía bien y que podía ser un padre diferente para ellos: no solo aquel que lleva el dinero a la casa, sino el que está de verdad”, comenta.
A medida pasaban los años, según detalla Andrés, los niños preguntaban por su mamá y la extrañaban mucho. Pese a que en algún momento no sabía qué decirles, tenía claro que hablar con la verdad era lo mejor; el punto era cómo.
“Lo hice lo más natural posible, explicándoles que mamá ya no estaría más con nosotros porque se había ido al cielo, un lugar desde donde nos podía ver y cuidar, pero nosotros no a ella, y que en la medida en que la recordáramos estaría acompañándonos”, apunta.
En este sentido, Fátima Morán, especialista en psicología de la niñez y la adolescencia, sostiene que el impacto que puede ejercer en un niño la ausencia de la figura materna depende de cómo se le ha explicado y enseñado sobre el rol de la madre.
Añade que, lo fundamental es enseñar a los hijos la importancia de crecer en situaciones que requieren un esfuerzo adicional, e incluso en las capacidades particulares que se desarrollan cuando se tienen que superar dificultades; en otras palabras, cómo aprender a ser resilientes en la vida. Andrés lo ha aprendido y aplicado sobre la marcha.
Con el pasar de los años, él hizo su propio manual para ejercer su rol, para poder distribuir el tiempo de una forma eficaz y cumplir todo lo que encierra formar, orientar, amar y acompañar.
Luego de cinco años sin mamá, los Romero dejaron San Salvador y se trasladaron a Apaneca. Al llegar allí, Andrés inició con proyectos pequeños de pintura a domicilio, cuando se lo solicitaban; posteriormente, fue contratado para pintar grandes murales en el pueblo y tuvo la oportunidad de viajar a otros países a exponer su trabajo.
Actualmente tiene 46 años, es pastor de una iglesia evangélica, continúa con su carrera como pintor y se dedica a la elaboración de artesanías. Por su parte, Álvaro cumplió 26 años -se graduó como mercadólogo y es un artista nato- que destaca por su perspicacia para pintar; mientras que, Melissa tiene 25 años -se graduó como chef profesional e integra un ministerio de música en la iglesia a la que asiste- donde ejecuta los cuatro instrumentos que su papá le enseñó: guitarra, teclado, bajo y batería.
“Desde pequeña, siempre veía a mi papá tocar la guitarra y yo decía: quiero ser como él. Con todo el amor del mundo, me enseñó lo que sabe de música. Desde mis siete años me dio mi primera guitarra. Mi padre es un hombre luchador, es mi héroe. A pesar de todo lo que hemos vivido, siempre nos ha enseñado a ser felices”, relata la ahora especialista en cocina.
A esto se suma que, como familia abrieron un negocio especializado en café. Desde hace dos años, “Coffee Maná” funciona en Apaneca y se posiciona como uno de los mejores lugares en la zona.
En el café, además de la emblemática bebida, se pueden encontrar postres, crepas y frozen; así como pinturas y artesanías. Es muy visitado tanto por turistas nacionales e internacionales y todos los productos son elaborados por los propietarios.
“Mi papá es mi fuerza, mi apoyo y mi mejor amigo. De él he aprendido todo, me ha enseñado a vender, a emprender, a tomar decisiones y, sobre todo, a seguir a Dios. Él es pintor, yo también; él es vendedor, yo también. Él es mi socio en este negocio, si yo necesito algo, él lo tiene y si no me lo consigue”, expresa con orgullo el mayor de los hermanos Romero.
De esta manera, Andrés todavía se emociona al recordar el día en el que nacieron sus dos retoños y, aunque asegura que no ha sido tarea fácil, ha disfrutado cada etapa con ellos.
“Todos los niños deberían tener una madre y un padre, pero las circunstancias en cualquier momento pueden cambiar, y asumir el papel de padre no solo como título; sino realmente amando, cuidando y enseñando, me hizo entender que los padres sí podemos y lo hacemos bien. Desde que supe que iba a ser padre me juré que iba a dar todo por ellos. Dios ha estado conmigo”, finaliza el emprendedor.