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Dr. José Gustavo Guerrero: Valoración de la labor de la Sociedad de las Naciones

“En la vida hay algo peor que el fracaso; no haber intentado nada”, Franklin D. Roosevelt.

Por Francisco Galindo Vélez

El Dr. Guerrero fue presidente de la Asamblea de la Sociedad durante el período 1929 -1930, y su distinguida labor puso a El Salvador en el mapamundi. A este efecto, en su artículo In Memoriam: Dr. José Gustavo Guerrero, publicado en 1963, el Dr. Ramón López Jiménez dice: “Cuando en 1929 el autor de estas líneas llegó a El Cairo, Rodolfo Jiménez, salvadoreño residente allá desde hacía cuarenta años, secretario del Tribunal mixto de Justicia de El Cairo, me dijo: ‘Jamás, pero jamás, ningún diario de El Cairo ha nombrado a mi lejana Patria de origen; únicamente ahora que ha sido electo el doctor Guerrero presidente de la Sociedad de las Naciones, han publicado referencias de El Salvador, país desconocido en Egipto en forma absoluta’”.

El Dr. Jesús María Yepes, reconocido jurista colombiano, acertó cuando dijo que las asambleas internacionales eran el campo de actividad favorito del Dr. Guerrero, porque allí podía desplegar su inteligencia y presentar los problemas internacionales a la luz de una extrema sencillez. En esto coincide plenamente el Dr. Ramón López Jiménez: “Guerrero poseía el raro don de saber conducir con maestría insuperable las grandes Asambleas mundiales. En Ginebra, como en París o en La Haya, José Gustavo Guerrero era consultado por los más conspicuos juristas y políticos de Europa y de la América Latina. En la Presidencia de la X Asamblea de la Sociedad de las Naciones, dejó huellas inolvidables de la sapientísima dirección que imprimía a los grandes debates de los problemas mundiales”.

La idea generalizada sobre la Sociedad de las Naciones es que fue un rotundo fracaso porque no logró impedir la Segunda Guerra Mundial. En su obra El orden Internacional, publicada en 1945, el Dr. Guerrero considera que “uno de los errores cometidos en 1919…es el de haber emprendido al mismo tiempo, y con la participación de los mismos hombres, dos obras cuya índole era absolutamente diferente. Una, la liquidación de la guerra, en la cual solo tenían que intervenir ciertos Estados, vencedores y vencidos; otra, la organización de la futura paz mundial, en cuya suerte estaban igualmente interesadas todas las naciones, tanto los beligerantes como los neutrales”.

Sobre la parte relativa a la organización de la paz mundial, el Dr. Guerrero, en la obra ya mencionada, considera que el “Pacto fue elaborado de una manera tan incoherente que la Sociedad de las Naciones nació en medio de la incertidumbre, del ilogismo y la pasión política”. Allí mismo recuerda que en “un estudio de la Secretaría…publicado en 1929 bajo el título de‘Fines y Organización de la Sociedad de las Naciones’, se le compara con ‘una sociedad anónima: el Pacto serían los estatutos; el Consejo; el consejo de administración; la Asamblea, los accionistas, y la Secretaría, el personal”. Y remata diciendo que “yendo más lejos en esta analogía, podríamos añadir que esta Sociedad anónima estaba destinada a emprender una obra gigantesca con un capital tan reducido que su quiebra era inevitable desde sus primeros intentos”.

El Dr. Guerrero tenía claras las deficiencias de la Sociedad de las Naciones, pero también reconocía sus logros. En el libro ya citado, hace un repaso de varios de ellos, por ejemplo: (1) El “contacto directo entre hombres de Estado reunidos periódicamente en Ginebra, ha permitido la solución rápida de asuntos internacionales y el examen en común de muchos problemas de interés general, cuyas soluciones a través de las cancillerías eran siempre difíciles y lentas”. (2) Los numerosos “acuerdos multilaterales…sobre diversos asuntos, han ampliado y coordinado ventajosamente las relaciones internacionales”. (3) “Desde el punto de vista social, la acción de la Sociedad de las Naciones y más específicamente la de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)…han sido indiscutiblemente beneficiosas y han contribuido eficazmente al levantamiento del nivel moral del ser humano y a la realización de algunas de sus más legítimas aspiraciones”.  (4) En materia de “reglamentación pacífica de los litigios internacionales, el mundo tiene que agradecer a la Sociedad…el mayor progreso realizado hasta el día en la justicia internacional". (5)  La “labor emprendida por la Sociedad de las Naciones en su lucha contra la guerra, un nuevo Pacto, que lleva el nombre de sus autores, Briand-Kellogg, declaraba la guerra ilegal”.

El Dr. Guerreo, a modo de resumen, afirma que “la Sociedad de las Naciones debe ser considerada como la síntesis de todos los esfuerzos hechos hasta aquí para organizar la colaboración de los pueblos con la mira de emprender tareas de interés común”.

La Sociedad se ocupó de asuntos fundamentales y dejó importantes precedentes que se aprovecharían después bajo el sistema de las Naciones Unidas. Por ejemplo, en materia de derechos, en su Secretaría las oportunidades de trabajo fueron las mismas para las mujeres y para los hombres; y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), logró, verbigracia, la jornada de trabajo de 8 horas, la semana de trabajo de 48 horas, se ocupó de los derechos de las mujeres trabajadoras y del trabajo infantil.

En relación con temas culturales, comenzó la cooperación internacional con el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual (IICI), porque “la cooperación intelectual era una condición indispensable del mantenimiento y la instauración de la paz”. Contó con notables colaboradores como Marie Curie, Gabriela Mistral, Thomas Mann y Albert Einstein, entre muchos otros.

Igualmente, hizo una importante contribución en materia de salud, pues estableció una Organización de la Salud, pese a la existencia de la Oficina Internacional de Higiene Pública que se había establecido en 1907 y que tenía su sede en París. La Organización de la Salud de la Sociedad luchó contra la lepra, la malaria, la fiebre amarilla y se embarcó en una campaña para acabar con los mosquitos. Además, su personal técnico intervino en países que solicitaron ayuda. Así, por ejemplo, en 1928, ayudó a Grecia y a Bolivia a reorganizar sus servicios públicos de salud, y a la China en 1929. En 1937, trabajó en la China para evitar la propagación de epidemias por la guerra sino japonesa.

Asimismo, de acuerdo con la Convención Internacional del Opio de 1925, estableció el Comité Central Permanente sobre estupefacientes, y de conformidad con la Convención para limitar la fabricación y reglamentar la distribución de estupefacientes de 1931, creó el Órgano de Fiscalización de Estupefacientes.

Otros latinoamericanos que fueron presidentes de la Asamblea de la Sociedad de las Naciones: Agustín Edwards de Chile (1922-1923); Cosme de la Torriente y Peraza de Cuba (1923-1924); Alberto Guani de Uruguay (1927- 1928); Francisco Castillo Nájera de México (1934-1935); y Carlos Saavedra de Argentina (1936-1937).


Exembajador de El Salvador en Francia y en Colombia, exrepresentante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y exrepresentante adjunto del ACNUR en Turquía, Yibuti, Egipto y México.

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Historia Contemporánea Historia Salvadoreña Opinión

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