¿Es bueno o malo que los hijos duerman con los padres en la misma cama?

Hay padres que prefieren que su bebé duerma en la misma cama con ellos, pero ¿esta práctica es recomendada o no?

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Los papás primerizos tienden a querer que sus chichís duerman con ellos. / Foto Por Shutterstock

Por Karina García

2018-10-01 7:13:21

El colecho es una práctica en la que los hijos duermen con sus papás, en la misma cama. Pero mientras unos lo aplauden; otros lo censuran.

Generalmente, son las mamás primerizas quienes tienden a fomentarlo, por el miedo a separarse de su bebé. Sin embargo, al ser el bebé tan pequeño, se debe tener el cuidado de no lastimarlo.

Es por eso que hay quienes, mejor, meten el Moisés o la cuna al cuarto y lo ponen a la par de la cama, para evitar cualquier incidente.

Pero más allá de que se pueda provocar un daño físico al niño, los detractores del colecho alegan que esa práctica afecta la autonomía y la seguridad de los pequeños.

El psicólogo Diego Alvarado tiene su propia postura al respecto. “Dormir con los padres puede generar independencia en la construcción de identidad de un niño, en el sentido de que su autoestima estará muy bien cimentada y ello le posibilitará ser independiente. Así como también puede lograrse a través de la situación contraria, aunque esto pueda sonar paradójico”, señala.

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“Lo más relevante es que un niño sepa que es amado, respetado y que sus necesidades sean satisfechas. Entonces, crecerá con seguridad y será independiente y autónomo de manera natural, independientemente de dónde duerma o deje de dormir”, agrega el terapeuta.

De hecho, Alvarado explica que los menores que han crecido en colecho (que no es lo mismo que hacinamiento) buscan por sí solos su propio espacio entre los tres y cinco años. Si no ocurre, entonces, lo ideal es que papás e hijo vayan con un especialista.

“En estos casos, lo más recomendado es un acompañamiento terapéutico a la familia. Los problemas en los niños nunca deben abordarse a través de terapia individual”, afirma.

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Pero qué hacer si, una vez que ya tienen su cuarto, los infantes no desean quedarse solos allí o continúan llegando donde los papás.

“Si es por algún miedo espontáneo o alguna situación de familia o de la vida del niño en la que este necesita sentir la cercanía de los padres y su seguridad, estará bien. Pero si la situación es un retroceso de cuestiones de maduración ya superadas por el niño, habría que poner atención a la situación y abordarlo de la mejor manera”, plantea Alvarado.

El psicólogo destaca que para que para que algo se vuelva  hábito debe practicarse por más de 12 semanas. “Contrario a lo que se afirma de los famosos ‘21 días’, se requieren más de tres meses de repetición del mismo, antes de lograr que la conducta se realice de manera automática”, señala. En otras palabras, hay que tener paciencia.

Si los menores se muestran temerosos, por ejemplo, a la oscuridad o los clásicos fantasmas, habrá que darles confianza. “Depende de la edad de los niños. En general, puede ser saludable hablar de los miedos; nombrarlos los hace menos asustadores.  Se pueden hacer estrategias de compañía y distracción que incluyan cuentos, canciones y otras actividades creativas, como dibujar, jugar, etc. Lo más determinante es crear un clima de confianza y seguridad: que el niño sepa que, si tiene miedo, puede pedir ayuda”, enfatiza el especialista.