Adiós al futuro

descripción de la imagen
Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2020-07-29 7:11:38

Este gobierno ha causado enormes costos al país en términos de vidas perdidas al coronavirus y a otras enfermedades como consecuencia de la incompetencia de las autoridades, incluyendo muy prominentemente las muertes desproporcionadamente altas de personal médico y de enfermería. De esto está consciente ya la mayor parte de la población. Pero parece haber poca conciencia de que con sus acciones y sus negligencias el gobierno está destruyendo el futuro del país.

Políticamente, el gobierno corroe la institucionalidad democrática y de respeto a los derechos individuales que el país había venido construyendo desde los Acuerdos de Paz, y aun desde antes. Aunque la democracia plena comenzó a implementarse en los últimos años del Siglo XX, el caudillismo primitivo que se quiere restablecer ahora había desaparecido por lo menos medio siglo antes. En realidad, el gobierno quiere volver a las maneras caudillistas del Siglo XIX, cuando una persona sola, el caudillo, mantenía al país en la oscuridad porque era dueño de vidas y haciendas. Mucha gente les resta importancia a los desarrollos del sistema político, olvidando que la falta de la estructura democrática llevó a la guerra y que su desaparición puede llevar a tragedias comparables.

Las diferencias de opinión y de intereses son inevitables en las sociedades. La democracia está diseñada para resolver esas diferencias de una manera ordenada, manteniendo un equilibrio que impulse al progreso. La alternativa a esta armonización de opiniones e intereses es la eliminación de todos ellos menos los del caudillo, que los impone a los demás, dando una impresión de unidad en donde lo que hay es una tiranía. Inevitablemente, en algún momento las otras opiniones se despiertan y se vuelven poderosas, y retan el poder del tirano. En la ausencia de los mecanismos democráticos para resolver las renovadas diferencias, la única manera que queda de resolverlas es la guerra.

Económicamente, el gobierno ha causado grandes pérdidas innecesarias en términos de puestos de trabajo como consecuencia del cierre de empresas llevados a cabo para hostigar o hundir económicamente a rivales políticos o para llenar objetivos inescrutables (como el cierre de empresas locales insinuando que sus productos no son buenos para la población, pero dejando abierta la importación de los mismos productos). Estas acciones han tenido un resultado fatal en la inversión, que, por razones obvias, huye de los países manejados arbitrariamente. La inversión es siempre débil en los países en los que los caprichos de una persona determinan si se permite o no funcionar a una empresa, si se respeta o no un derecho que debería ser inalienable.

Peor todavía, el gobierno está inmerso en una orgía de gastos y de endeudamiento que está consumiendo (desperdiciando es la palabra) enormes porciones de nuestros ahorros futuros, que hubieran servido para invertir en capital humano, el mejoramiento de la educación y salud de la población. Ahora estos ahorros tendrán que ser usados para pagar los desperdicios que está llevando a cabo el gobierno actual. Esto está pasando mientras el mundo está pasando por una revolución tecnológica que está creando la economía del conocimiento, en un proceso que la pandemia aceleró al incrementar la demanda por trabajos a la distancia, trabajos todos que requieren conocimiento para llevarse a cabo.

Peor aun, el gobierno está desmontando sistemáticamente el aparato de control de los gastos del gobierno, abriendo la puerta para la impunidad en la corrupción al no quedar huella de ésta. Así, además de destruir la capacidad de crecer en libertad, el gobierno también está destruyendo la capacidad de crecer. Todo esto está conformando lo que parece será la tragedia de la primera mitad del Siglo XXI, que será vista como la historia de cómo permitimos que una persona desmontara todas las posibilidades de sacar al país del subdesarrollo.

En el articulo he usado la palabra “gobierno” cuando en realidad debería de haber usado la palabra “presidente” porque él ha dejado muy claro que él es el que toma todas las decisiones en el gobierno. Así, podemos decir, más correctamente, que en estos momentos estamos dejando que olímpicamente una persona destruya todas las posibilidades de sacar del subdesarrollo al pueblo salvadoreño, y que con pasmosa negligencia ciudadana estamos permitiendo que deje al país sin futuro.

La indiferencia con la que la población está contemplando esta tragedia recuerda las palabras que el Mariscal Tukhachevsky dijo a los jueces que lo estaban condenando a muerte en uno de los juicios show de Stalin en los años treinta: “Ver esto y seguir callado es un crimen. Y por todos estos años en los que hemos visto y hemos permanecido callados, ustedes y yo y todos nosotros merecemos que nos fusilen”.

Ojalá que ese no sea el juicio que la historia pase sobre estos años. Muchos creen que esta destrucción del futuro no los va a tocar. No será consuelo para ellos saber que los jueces que condenaron a Tukhachevsky a muerte fueron condenados a muerte pocos días más tarde.