Se conmemora en Auschwitz la liberación de los cautivos

En Auschwitz, el sufrimiento, el horror que allí prevaleció se siente en el piso que se holla, en las paredes, en los galpones donde los prisioneros eran hacinados y con frecuencia ejecutados allí mismo.

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Foto: Cortesía

Por El Diario de Hoy

2020-01-27 6:00:50

La liberación de cautivos de Auschwitz, hace 75 años, se conmemora este lunes 27 de enero con emotivas ceremonias en lo que es el símbolo del Holocausto, el infernal campo de exterminio donde varios millones de judíos, así como decenas de miles de disidentes políticos, de polacos, gitanos y otros infortunados seres fueron asesinados.

La conmemoración coincide con la cumbre mundial sobre el Holocausto, que tuvo lugar en Jerusalén la semana pasada y en la que se hicieron presentes líderes de 40 naciones, un acto de repudio mundial a la barbarie nazi y a los extremismos que niegan esa realidad histórica, una mancha sobre el género humano.

El Holocausto se suma a los exterminios perpetrados por Stalin y los comunistas chinos, donde casi cien millones de personas perecieron de hambre y la brutalidad entronizada.

Hitler llegó al poder a causa del empobrecimiento causado por las exacciones de los Aliados sobre Alemania al final de la Primera Gran Guerra, dando señales de un desbocado mesianismo, lo que le faculto echar mano de la xenofobia para consolidar su régimen. Nadie en Europa objetó las primeras agresiones a los judíos, que fueron forzados a llevar una estrella amarilla en su ropa.

En Alemania y en Polonia quedan los rastros de los campos de exterminio nazi, Majdanek, Sobibor, Treblinka, Buchenwald, Dachau, Belsen y el que resume la barbarie, Auschwitz, donde el sufrimiento, el horror que allí prevaleció se siente en el piso que se holla, en las paredes, en los galpones donde los prisioneros eran hacinados y con frecuencia ejecutados allí mismo.

Además de despojar, torturar y matar de hambre y a tiros por deporte a los cautivos, los nazis extraían hasta el oro de las dentaduras de sus víctimas.

Alambradas de púas rodean la ergástula del infierno.

En uno de esos campos del horror murió Anne Frank, la muchachita de trece años cuyo Diario es la más elocuente y conmovedora denuncia de la intolerancia en todas sus expresiones.

La casa de Anne Frank es un lugar venerado en Amsterdam…

Después de pasar la entrada, donde reza un lema mal escrito en alemán, “Arbeit Macht Frei”, hay un relativamente pequeño museo que en sus corredores y salones exhibe objetos y fotografías que muestran el horror que se vivió. Una galería de fotografías donde a la par de perplejos rostros de los que iban llegando hay solo dos imágenes de personas sonriendo: una monja católica y dos gitanitos adolescentes.

En un salón se exhiben las gorras y sombreros de los apresados; en uno siguiente, sus anteojos; en otro, las escudillas, tasas, mínimos utensilios de comer, comer los mendrugos que les tiraban…
Cada uno de esos objetos simboliza una vida que allí, en las más espantables condiciones, llegó a su final.

Los hombres de bien comparten el rechazo a todos los extremismos

Los galpones donde los prisioneros eran alojados antes de enviarlos a las cámaras de gas, pero que en ocasiones eran asesinados allí mismo, llenan el alma de horror, de dolor, de sufrimiento. No es imaginable recorrer lo que resta de Auschwitz sin que por el resto de la vida esos recuerdos, que se tratan de borrar, salten a la memoria.
Todo ser humano que se precie de serlo comparte el dolor de las víctimas, de los sobrevivientes, de la Nación Judía.