Lo que menos necesitan nuestros países son más familias sin casa

Es importantísimo procurar que las familias conserven un techo y que la población esté a salvo de estafadores. La primera regla es no hipotecar casas o terrenos, pues invariablemente un gran número de quienes hipotecan sus bienes terminan perdiéndolos

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Según las autoridades, los pandilleros se reunían en la vivienda para planificar homicidios, robos, extorsiones. Foto cortesía

Por El Diario de Hoy

2020-07-27 7:34:04

Por iniciativa de la Casa Blanca se ha extendido la moratoria por varios meses más para que familias y personas que alquilan sus viviendas no sean desalojadas, pues lo que menos necesitan los Estados Unidos en estos momentos es más gente sin casa, “homeless” de los que por desgracia hay tantos en su territorio.

Millones de personas tienen como “casa” su automóvil, colocan toldos debajo de puentes, duermen en bancas de parques o se arremangan bajo cualquier techo, como se ha comenzado a ver en Europa y es lo “normal” en países como Venezuela y a lo largo de Hispanoamérica, lo que más y más, con el corazón compungido, nos tocará ver.

Hace unos años una periodista de EL DIARIO DE HOY tuvo la valentía de disfrazarse como mendiga e irse a pasar las noches debajo de portales, al lado de parejas que se cuidaban entre sí.

“Chepe —le decía la mujer— cúbrete los pies…”, y Chepe protestaba alguito, pero se cubría los pies.

Sus relatos y experiencias son de antología, además de que nunca fue víctima de violencia…

Es el drama que se repite aquí y en el resto del mundo.

A consecuencia de la pandemia, como de las torpes medidas impuestas por el régimen, un gran número de familias y personas corren peligro de perder sus viviendas, por modestas que sean, como de ser asaltadas, estafadas, sacadas por la fuerza de ellas por grupos criminales, como tantas veces se ha visto y en tiempos “normales”, no digamos en estos momentos.

Es importantísimo procurar que las familias conserven un techo y que la población esté a salvo de estafadores.

La primera regla es no hipotecar casas o terrenos, pues invariablemente un gran número de quienes hipotecan sus bienes terminan perdiéndolos. En tiempos revueltos los amigos de lo ajeno brotan como hongos en el invierno y se esparcen por todo el territorio.

Es el momento de la solidaridad, de buscar esquemas que ayuden a las familias y comunidades

El Salvador pasó en gran medida y durante la primera mitad del siglo XX, de rancheríos de paja a casas con pisos de cemento o ladrillo, paredes de buen adobe o ladrillo y techos de zinc o asbesto. Los sucesivos gobiernos de ese entonces y hasta finales de la presidencia de Francisco Flores desarrollaron proyectos de vivienda, duplicaron el kilometraje de vías asfaltadas ( que luego han ido deteriorándose por falta de mantenimiento pues los presupuestos se desviaban a los anillos de corrupción), para el “buen vivir” de castas políticas.

Esos logros deben protegerse en la medida de lo posible, particularmente de los que llegan a servirse y a saquear y no a servir a la Nación.

Los asaltantes, timadores, pájaros de cuenta no son los pobres, sino individuos que disponen de algún ingreso y operan solos o en pequeñas bandas. A los tremendos desafíos que enfrentan las fuerzas del orden que cuidan a la gente, en estos momentos se agregan nuevos peligros, renovadas amenazas.

Procurar que la población esté informada de amenazas y depredaciones es uno de los objetivos de las gremiales, de ANEP, de FUSADES. Son las entidades que lanzan las voces de alerta, los “whistleblowers”, como se les llama.

Estas terribles circunstancias llaman a la solidaridad, a que las mejores mentes del país se aboquen a encontrar las soluciones esperanzadoras.