La “inmediata deportación de millones de inmigrantes ilegales” anunció el Presidente Trump.
Sin embargo, de ser así, la expulsión forzada e inmediata “de millones” se transformaría en un caos social y económico para los países en la región centroamericana, lo que equivaldría a crear una bomba de tiempo a muy corto plazo.
Y a la par de esa bomba de tiempo, en muchas partes de la región se generarían hambrunas, ya que no hay país en Centroamérica que esté preparado para recibir a millones de deportados, ni siquiera a centenares de miles que lleguen de golpe.
Pero el anunciado éxodo también desquiciaría grupos sociales y actividades en Estados Unidos, pues que de un día a otro familias, negocios, comunidades y personas se queden sin quienes los sostienen, los cuidan, los defienden, genera graves males.
A lo anterior se agrega que la Casa Blanca anunció que asignará a otros proyectos 550 millones de dólares que estaban destinados a ayudas para países centroamericanos.
La gente quiere escapar de letárgicas economías, de falta de empleo, de la violencia. Hasta que nuestros países vivieron guerras, sufrieron movimientos radicales y aplicaron medidas ruinosas como la “reforma agraria”, la inmensa mayoría de salvadoreños y centroamericanos se quedaban aquí.
La gente escapa de la violencia y los estragos del chavismo
La gente escapa de la violencia, una maldición que en gran parte surge del narcotráfico, de lo que las FARC y la actual narcodictadura venezolana propaga en el Hemisferio y el mundo, así como el ruinoso “socialismo del Siglo XXI”.
Pero la “comunidad internacional” ha dejado abandonado a su suerte al movimiento pro liberación de Venezuela, después de la retórica de presidentes y funcionarios de varios países.
Y al no pasar nada, el régimen de Maduro se ha atrincherado a la sombra de rusos y chinos, lo que condena a nuestros países a seguir a merced de los carteles de la droga, como sucede en Honduras, disputada entre los narcos.
Las dudas crecen sobre si las anunciadas deportaciones serán de inmigrantes que están en EE.UU. o a aquellos que llegan a la frontera sur.
La legislación estadounidense sanciona a personas y grupos que en una u otra forma se colocan al margen de la ley, pero al mismo tiempo prohíbe el “harassment”, lo que equivale a echar toda la maquinaria estatal contra individuos y comunidades.
Siendo Estados Unidos un país donde se respeta la ley, propios y extraños esperan que prevalezcan el sentido común, el respeto a los derechos humanos y el Estado de Derecho.