Una cosa noble es servir a la Nación y otra muy distinta es servirse de la Nación

La Sala de lo Constitucional ha reactivado un decreto legislativo de Estado de Emergencia que manda al Ejecutivo informar sobre las compras y contrataciones que ha estado haciendo, pero está por verse si lo hará. No lo hizo antes, menos lo hará ahora, dicen algunos constitucionalistas.

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Imagen de referencia. Foto/ AFP

Por El Diario de Hoy

2020-05-24 6:39:34

Hay una sustancial diferencia entre servir a una comunidad, un grupo humano, una nación y servirse de ellos en provecho propio, como desafortunadamente está sucediendo en El Salvador con el actual régimen, que antepone sus intereses políticos, sus fobias, el bienestar personal de su familia y sus cercanos allegados, al beneficio y el progreso colectivos.
Tómese el caso de las compras y contrataciones estatales y el manejo de los presupuestos: quiere “mano libre”, disponer del dinero de la gente a su antojo, ya que el buen papá de todos los salvadoreños —como cree serlo— va a manejar esos centenares de millones (amén de que pretende que sean billones) con una transparencia más oscura que el agua contaminada que se suministró por semanas a la población en enero.
La Sala de lo Constitucional ha reactivado un decreto legislativo de Estado de Emergencia que manda al Ejecutivo informar sobre las compras y contrataciones que ha estado haciendo, pero está por verse si lo hará. No lo hizo antes, menos lo hará ahora, dicen algunos constitucionalistas.
¿Quién va a resarcir a los trabajadores que han quedado cesantes en las fábricas Diana, Bocadeli, Intradesa y ADOC, de lo que sin sentido el régimen persigue?
Aún más: ¿a quiénes sino a todos los que vivimos en esta victimizada tierra tocará pagar las deudas gigantescas que ya se han suscrito y que esperan suscribirse?
Desafortunadamente los perjuicios van más allá de eso, pues la pésima imagen que las disposiciones autoritarias del excelentísimo señor presidente —y que han generado alarma internacional— generan grave desconfianza tanto en los inversionistas locales como en potenciales foráneos, que no quieren meter dinero, experiencia, recursos diversos en un país donde no hay reglas claras, donde de un momento a otro cualquier productor y fabricante pueden ser vilipendiados por los inmundos difamadores al servicio del grupo en el poder.
La confianza es fruto de asentadas buenas experiencias, de lo que se ha ido formando a lo largo de los años. Compramos en almacenes, negocios, en la tienda de la esquina, al panadero que deja su recién hecho pan en nuestra puerta, porque sabemos que no nos engañarán, porque lo venimos haciendo desde hace largo rato “sin que nos fallen”.
Obviamente con los países sucede igual. Venezuela, víctima de un malvado, Chávez, sufre tal pésima imagen que nadie, a menos que se arrodille ante esos narcos (como regularmente corría a hacerlo el Profe Sánchez) va a meter un centavo en establecer negocios.
La confianza se labra con el tiempo pero se puede perder de un momento a otro con un acto reprochable…

Un gabinete formado por gente víctima de confusión social

La clase de imagen que nos hemos venido ganando desde Saca es de un país donde la corrupción y la arbitrariedad han sentado sus reales, con el agravante de que solo se persigue a corruptos no vinculados a la extrema izquierda marxista, esa aberración histórica que en cien años causó cien millones de muertos.
La defensa del orden, de la sensatez, de lo que es honesto y deseable es una tarea que corresponde a la gente de bien en una nación, a tanques de pensamiento como las gremiales, a FUSADES, a parlamentarios cuyo cometido no es servir a gente amoral, a aprovechados.
En última instancia es el cometido medular de la Sala de lo Constitucional, que tiene ante sí los principios que en buena parte heredamos de nuestros Próceres, un legado que gente víctima de sus complejos sociales ha intentado destruir, especialmente grave en un momento en que las principales figuras del gabinete vienen del efemelenismo.