“Nadie ganará una guerra comercial, presidente Trump”

Pretender que lo que se deja de importar de China o Europa o México puede sustituirse con improvisadas manufacturas es ignorar todo lo que se necesita para que una pequeña, mediana o gran empresa pueda establecerse, innovar, integrarse a las cadenas productivas y competir con éxito.

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Por El Diario de Hoy

2019-05-16 5:58:00

“Nadie gana una guerra comercial” advirtió en la práctica nuevo emperador de China, Xi Jinping, al presidente Trump.

Hay recursos contra el “dumping”, exportar bienes a menor precio que su costo, cuando esos productos son manufacturados o ensamblados en fábricas que no llenan condiciones mínimas de salubridad, horas de trabajo, calidad… como ha sucedido con mucho de lo que se exporta de la India y de ciertas regiones de África.

China exporta productos subsidiados por el régimen, lo que prohíben las normas vigentes de comercio internacional, como también manufacturas que violan patentes. Con ese hecho Trump pudo haber detenido mucho de lo que se importa de China sin necesidad de elevar aranceles. Usar patentes sin la expresa autorización de sus propietarios descalifica a cualquier nación acusada de usar tecnologías robadas.

Los altos aranceles son un impuesto o restricciones al consumidor, como sucedió en una época en nuestro país con la importación de vehículos y hasta ropa.

Los altos aranceles no van a revivir industrias muertas, pero sí van elevar el costo de la vida a los estadounidenses y al mundo. Pretender que lo que se deja de importar de China o Europa o México puede sustituirse con improvisadas manufacturas es ignorar todo lo que se necesita para que una pequeña, mediana o gran empresa pueda establecerse, innovar, integrarse a las cadenas productivas y competir con éxito.

En estos momentos pasamos por una ola de proteccionismo, siendo el Brexit inglés, que todavía no entra en vigor, la modalidad más estúpida, pues con el solo anuncio del retiro del Mercado Común Europeo, muchas empresas y financieras han comenzado a hacer sus maletas, una irreversible pérdida de varios miles de millones de dólares.

Alguna lógica habría en imponer cuotas a determinados bienes, de la misma manera como muchos países tienen cuotas para el número de inmigrantes que pueden recibir, la misma política que está para implantar Venecia con los turistas: no cierran el acceso a la ciudad, pero sí a calles reservadas para venecianos, a sus templos (comenzando por San Marcos, una de las glorias de la arquitectura bizantina), a sus museos.

En este embrollo vale la frase de Santayana: los que desconocen la historia están condenados a repetir sus errores.

Como cantaba Doris Day, “¿qué será, será?… el futuro no lo conoceremos”

En el siglo XVIII, el partero de la Edad Contemporánea, se dio el decisivo paso de echar por la borda el proteccionismo (lo de Trump) para abrir las puertas al libre intercambio.

“Dejar hacer y dejar pasar”, el laissez faire que al día de hoy espanta a los “socialistas”, generó una prosperidad hasta entonces sin precedentes que permitió a los pobres sobrevivir.

Con el avance del libre comercio fue reduciéndose el número de personas que morían de hambre y, por lo mismo, incrementándose la población mundial. Y ha sido precisamente la falta de ese capitalismo y la terca insistencia de conservar esquemas arcaicos de trabajo e intercambio, que en África continúan las hambrunas, como las que hubo en la Unión Soviética bajo Stalin y en China bajo el poco inteligente y fanático Mao.

Subir aranceles cuando hay una desacelarización económica mundial es postergar la recuperación de las economías de la mayoría de naciones.

¿Cuál será el desenlace? Como cantaba Doris Day, la icónica actriz que acaba de morir, “¿qué será, será?… el futuro no lo conoceremos…”.