Un chantaje de Marruecos a España: incitar a jóvenes a nadar hacia Ceuta

El rey de Marruecos ha tenido que parar en seco la invasión por el contundente rechazo de la Comunidad Europea, no por un acto del desgobierno español de Sánchez, cómodamente sentado en su trono por su alianza con los grupos políticos más radicales del país

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El brasileño Roberto Firmino (derecha) celebra con su compañero Neymar luego de que su compañero Richarlison (fuera del marco) empujara su cabeza hacia la portería para anotar contra Perú durante su partido de fútbol clasificatorio sudamericano para la Copa Mundial de la FIFA 2022 en el Estadio Nacional de Lima, el 13 de octubre. 2020, en medio de la pandemia del nuevo coronavirus COVID-19. Foto: AFP

Por El Diario de Hoy

2021-05-20 7:16:21

Una oleada de seis mil jóvenes marroquíes invadió a nado Ceuta, un enclave español en África, como forma de presión del Rey de Marruecos, un déspota cuyas extravagancias son la principal causa de la pobreza de sus súbditos, invasión que dicho monarca ha tenido que parar en seco por el contundente rechazo de la Comunidad Europea, no por un acto del desgobierno español de Sánchez, cómodamente sentado en su trono por su alianza con los grupos políticos más radicales del país, incluyendo etarras asesinos.
Como hemos ya señalado al hablar de las revueltas en Colombia, es natural que todo niño desde su nacimiento aspira a ser feliz, a tener mucho de las cosas buenas, apetecibles, que contempla en su entorno, sin llegar a entender que todo ello es fruto de esfuerzos, de buenas iniciativas, de sudor, de inteligencia.
Cada joven debe poner lo mejor de sí en lo que emprenda, sea como estudiante, agricultor u obrero, además de evitar malas compañías, vicios...
El rey de Marruecos hizo construir en Rabat una enorme mezquita con lo cual intenta utilizar el culto musulmán en su beneficio, el de su familia y sus allegados, una realidad que se repite en todo el Medio Oriente: no hay nación que no esté controlada por un dictador, se trate de jeques, sultanes, reyes, sumos sacerdotes en Irán y generales en Egipto, un dictador que tomó el poder después de un breve episodio democrático echado por tierra a causa de los enloquecidos “Hermanos Musulmanes”.
Fueron los fanatismos religiosos los que mantuvieron en el poder a reyes, duques y principados en Europa hasta la Revolución Francesa, pues unos delegaban esa gracia “en nombre de Dios”, coronándolos, mientras su contraparte los eximía de cargas tributarias, además de nombrarles consejeros y ministros, algunos de los cuales, como el cardenal-duque de Richelieu, llegaron a ser los gobernantes de facto.
Los monarcas así ungidos disponían, como en los países árabes de hoy, de las riquezas de la nación como si se tratara de su personal patrimonio.
Fueron los excesos de los Luises, los despilfarros como la construcción del Palacio de Versalles y el famoso collar de diamantes de María Antonieta, el detonante que llevó a la Revolución Francesa y a las sangrientas jornadas del terror que condujeron a la muerte del Rey y la Reina en la guillotina.

Shakespeare, el esplendor isabelino y la falsa leyenda sobre su identidad

Cortar cabezas era lo usual en esos siglos, un castigo que se mantiene entre los musulmanes y que entre otros fue aplicado por Enrique VIII, el obeso Rey de Inglaterra, a Ana Bolena, madre de su única hija y sucesora en el trono, Elizabeth I, un reinado que marcó un esplendor cultural.
Fue una época cuya figura más sobresaliente fue Edward de Vere, 17.º conde de Oxford, que se escudaba detrás de su productor, William Shakespeare, un gay que nunca salió de Inglaterra, lo cual contrasta con los muchos dramas escenificados en Italia y las manifestaciones de amor por la mujer que son de las más tiernas y legítimas en toda la literatura universal, acentuada por la pasión y tragedia de Romeo y Julieta, los amantes de Verona.
Edward de Vere temía que lo acusaran de revelar secretos de la monarquía en sus obras y lo ejecutaran.