La prosperidad de unos no es el despojo de la de otros

Muchas grandes fortunas de la Florida fueron amasadas por personas que llegaron a Miami sin un penique en su bolsillo, como en su momento llegó a Estados Unidos un joven inmigrante escocés, Andrew Carneggie, que forjó la mayor fortuna de nuestro tiempo

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Foto EDH / Cortesía

Por El Diario de Hoy

2019-06-27 4:30:40

La mujer con la fortuna más grande de Inglaterra no es la Reina Isabel II, sino J.K. Rowling, autora de la saga de Harry Potter.

Para los marxistas de hueso duro, los irreductibles, la propiedad, toda propiedad, “es un robo”, postura que se estrella contra simples realidades de la vida real, pues, de acuerdo con Marx, los capitalistas roban la “plusvalía” del trabajador, lo que agrega con su trabajo a la fabricación de cualquier bien.

Pero la señora Rowling no tuvo mayor asistencia en escribir sus novelas, fuera de la que secretarias, estenógrafas, asistentes, le hayan prestado, personas todas ellas muy reemplazables en el mercado laboral.

¿Cómo hace su fortuna un maquillador que va de domicilio en domicilio dando retoques de belleza a sus clientas pero que no tiene asistentes? ¿O un consultor administrativo?

Los pintores e ilustradores por lo general trabajan solos, comprando sus utensilios con lo que ganan. Y si bien algunos entre ellos pueden montar un estudio y contratar ayudantes, como el joven Leonardo tuvo la fortuna de entrar como aprendiz bajo Andrea del Verrochio, el más famoso pintor y escultor florentino en su momento, la excepción no hace la regla.

Hay obvias fortunas producto del saqueo, como se dice de las de Funes y la de Saca; la que es resultado de la piñata efemelenista con los fondos de la Nación; la de los Castro, calculada en varios billones de dólares, como la de capos de la droga desde Pablo Escobar, el “chapo” Guzmán hasta los cabecillas de la narcodictadura venezolana.

Los colonizadores del África, de Argentina, de los Estados Unidos, arrebataron sus tierras a las poblaciones nativas, pero a partir de entonces esos bienes han ido intercambiando de dueños en transacciones voluntarias.

La señora Rowling seguramente ha adquirido propiedades que los conquistadores normandos de Inglaterra arrebataron a los barones originales, pero después de siglos de comprarse y venderse libremente, nadie en su sano juicio va a acusarla de robar bienes.

Otra cosa es el robo de los fondos de pensiones en los regímenes efemelenistas: es imposible determinar la cuantía que cada miembro de la secta se embolsó, aunque por lógica los de más arriba se comieron la mayor parte del botín, dejando muy poca cosa a la tropa, a su carne de cañón.

Al igual que la señora Rowling, enormes fortunas han surgido en nuestra época, como la del fundador de Microsoft, de Google, de Tesla, de Dell y ahora de emprendedores coreanos, taiwaneses, chinos, vietnamitas y del sudeste asiático, que literalmente se levantaron de los escombros de países arrasados.

Muchos hicieron sus fortunas sin un penique, solo su talento

Muchas grandes fortunas de la Florida fueron amasadas por personas que llegaron a Miami sin un penique en su bolsillo, como en su momento llegó a Estados Unidos un joven inmigrante escocés, Andrew Carneggie, que forjó la mayor fortuna de nuestro tiempo.
Pero la leyenda de que la propiedad es un robo es un artificio en manos de demagogos, que hacen creer a personas, familias y grupos humanos que su pobreza es resultado del imaginario robo de sus bienes.

Cuando los conquistadores españoles llegaron a las tierras de Cuscatlán, los nativos no tenían más que aldeas y además iban desnudos. Queda el imperecedero mérito de Don Diego de Holguín haber fundado la primera ciudad en este suelo, lo que el cleptómano de Funes, el mismo reclamado por el saqueo de 351 millones de dólares del Estado, desconoció al quitar su nombre a una de las principales arterias de la capital.