El presidente electo Biden ha ofrecido ayudar a los indocumentados y en particular a los “dreamers” facilitar su permanencia en el país y eventual ciudadanía, lo que por lógica no se aplicará a pandilleros, holgazanes y sujetos que maltraten a sus familias, la clase de malilla que son la plaga de toda sociedad.
Lo peor que puede pasar a mucha gente es acostumbrarse a vivir de “programas sociales”, ser parásitos, lo que se da en todas las sociedades del mundo, pues aunque una mayoría de la población disfruta o se acomoda al trabajo, sobran quienes se las arreglan para no hacer nada, vegetar.
Esa clase de individuos, incluyendo a sus mujeres, la hemos conocido en Francia, en Alemania —donde supuestamente todos son “fleissig” (muy trabajadores)—, en Japón… aunque no necesariamente se trate de italianos que en ocasiones disfrutan del “dolce far niente”, el dulce no hacer nada y en especial en vacaciones, la tendencia es universal.
No sorprende que una de las características de los hispanos en Estados Unidos es que engordan sin mesura al radicarse allá, aunque esa es también la característica de muchos estadounidenses, al punto que en algunos estados la obesidad se considera un grave problema de salud, casi una epidemia, pues toca a los gobiernos locales y estatales pagar las consecuencias de lo que es un desorden en el manejo de los vidas de los gordos y gordísimos.
Los inmigrantes que saldrán beneficiados y que no tengan ya un arraigo en trabajos y sean miembros de familias en alguna medida asentadas deberían, en cierto modo, pasar por un periodo de prueba, incluyendo asistir en la recuperación de núcleos urbanos y ciudades golpeadas por distintas causas, como es el caso de Detroit a causa de las luchas sindicales que forzaron a muchas empresas a trasladarse a otras ciudades.
Detroit ya no es el centro de la producción automovilística más importante del mundo a causa de esos conflictos y exigencias laborales, lo que a su vez causó la decadencia del sindicalismo, una lección que deben tomar muy a pecho los revoltosos en este suelo salvadoreño…
Con un poco de imaginación, inmigrantes podrán formar nuevas y positivas comunidades
De lo que se trata es de revertir, con ayuda de los grupos que anhelan incorporarse a la sociedad estadounidense, lo que se describe en el fenómeno de “la ventana rota”. Si en un vecindario una vivienda o edificación muestra una ventana rota y nadie la repara, sale luego otra y así sucesivamente hasta que el lugar cae en el abandono. También se da lo inverso, como ha sucedido en varias ciudades estadounidenses: una familia o un negocio compran una vivienda o un local y lo reparan, lo que atrae a otros a hacer lo mismo hasta que el vecindario retoña.
Si a muchos de los inmigrantes se les ofrece tal posibilidad y se les ayuda para formar nuevas comunidades donde todos se conozcan, el rescate de muchos centros urbanos que cuentan con buenas infraestructuras será posible, como fue el plan propuesto por Jack Kemp, el brillante futbolista y luego congresista que contribuyó decisivamente a estructurar el exitoso programa económico de Ronald Reagan…
Es lo mismo que están haciendo muchos pequeños pueblos en Italia y Europa, que ofrecen vender viviendas por un dólar o regalarlas si extranjeros se comprometen a pasar parte de sus vidas en encantadores lugares…