Los cubanos dan renovados pasos para liberarse de dictadura

Las dictaduras se transforman en una especie de culto satánico, con sus propios dioses, sus rituales, sus movimientos tras el amo; quien se salga del carril puede esperar lo peor.

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Erik Rubín junto a su hija mayor, Mía. Foto: Imagen de carácter ilustrativa y no comercial/instagram.com/p/CN3lRebHxgo/

Por El Diario de Hoy

2021-07-18 9:07:18

Los cubanos en su inmensa mayoría se han manifestado contra el hambre, el despotismo, la brutal represión que desde hace sesenta y dos años los mantiene aislados, sumidos en la barbarie característica del comunismo.
Para contrarrestar el movimiento el régimen echa mano de las capturas, desapariciones forzadas, lo que es norma desde que Fidel Castro se declaró dictador pero con una diferencia esencial: Raúl Castro aplastó al Partido Comunista, lo marginó, para asentar en el ejército su poder, lo que han hecho Daniel Ortega en Nicaragua orillando al sandinismo, y Bukele aquí en El Salvador.
Es la norma en las dictaduras, lo que sostuvo en el poder a Mussolini, a Hitler, a Stalin y en la actualidad al monstruo de Norcorea, cuya figura máxima pretende que todos en la nación piensen como él, con muy similares metas, fobias, enemigos.
En tal manera las dictaduras se transforman en una especie de culto satánico, con sus propios dioses, sus rituales, sus movimientos tras el amo; quien se salga del carril puede esperar lo peor.
Es obvio, como lo señala nuestro columnista Andy Failer, que el mesiánico, presa de un narcisismo extremo, hace girar el mundo alrededor de su figura, a la que él mismo le rinde culto.
Las dictaduras inician siempre apoyadas por masas de nulpensantes, de gente que va tras la botija donde se apoya el arcoíris, que busca soluciones simples a lo que es la muy compleja tarea de vivir, de enfrentar permanentes desafíos, de ir en una ruta donde no hay mapas, sino que “se hace camino al andar” como lo expresó el poeta Antonio Machado.
Pero al ir tras la promesa, el oropel, los cantos de las sirenas como Ulises o el embrujo de Lorelei en una de las vueltas del río Rin en su paso por Alemania, esas masas asemejan a los niños que siguieron al flautista de Hamelin hasta su perdición...

No les interesa prevenir los contagios, sino las marchas de repudio a sus políticas

La gran amenaza en este momento para los salvadoreños, que han colocado su destino en manos de una legislatura absolutamente sometida al dictador de facto, es el robo de las pensiones para pagar ochocientos millones de dólares de intereses sobre previa deuda. El régimen no vacila en arruinar el futuro de centenares de miles de salvadoreños que han ahorrado para su futuro, pero van a quedarse en la miseria por la mala cabeza del grupo en el poder.
El robo va a perpetrarse bajo el espejismo de una “reforma a las pensiones” que ofrece mejorarlas, de dar retiros “dignos” a los pensionados...
Dentro de un año vendrá otra cuenta... ¿de dónde saldrá el dinero para evitar que el país caiga en impago, con toda la secuela de males que ello implica?
Para eso, como está sucediendo en Cuba, está el ejército, cuya soldadesca no vacila en atropellar, dar patadas y bofetadas, dispararle a jóvenes que rehúsan darles una coima de cincuenta dólares, como en el caso de un joven en San Julián, Sonsonate, para no ser llevado a un campo de concentración durante la cuarentena del año anterior.
Ahora la gran pensada es emitir un decreto para prohibir las concentraciones públicas masivas, pero excluyen los encuentros deportivos, lo cual sólo lleva a muchos a pensar que lo que el régimen quiere en el fondo es prohibir futuras manifestaciones de calle en repudio del robo de pensiones, la introducción del Bitcoin y las ocurrencias de las reformas a la Constitución.