Cuarenta mil activistas contratados por la corrupción efemelenista

Es importante seguir el debido proceso para no castigar a justos por pecadores, pero se sabe que algunos sinvergüenzas en cargos de confianza siguen llegando a sus puestos y exigen que “les respeten sus derechos”, cuando ellos despidieron sin compasión, humillaron, degradaron y desesperaron a los que no eran del partido rojo.

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Empleados de la Secretaría de Inclusión Social reciben noticia de que serán despedidos.

Por El Diario de Hoy

2019-07-02 4:30:47

Diputados que aparentemente viven en un limbo piden que se les explique la causa de los despidos que ha realizado el nuevo gobierno, olvidando que como pago por darle las llaves de la caja fuerte, Funes —el mismo reclamado por el saqueo de 351 millones de dólares del Estado— “creó” cuarenta y tantas mil plazas públicas para que los efemelenistas las rellenaran con activistas, secuaces, parásitos, parentelas y amigatelas.

Los despidos tienen una causa: no hay país que pueda sostener por tiempo indefinido a zánganos, pues como en el cuento del elefante metido en un bote, si se mueve, estorba, y si no se mueve, también estorba, más cuando el paquidermo rojo consume enormes cantidades de dinero público, el dinero de la gente.

Es importante seguir el debido proceso para no castigar a justos por pecadores, pero se sabe que algunos sinvergüenzas en cargos de confianza siguen llegando a sus puestos a pesar de que ya les notificaron la destitución, pero quieren que “les respeten sus derechos”, cuando ellos despidieron sin compasión, humillaron, degradaron y desesperaron a los que no eran del partido rojo en las gestiones de Funes y Sánchez Cerén.

Se sabe que en Casa Presidencial han despedido a sujetos que solo llegaban a cobrar los cheques, pues seiscientos y tanto asesores, incluyendo de “ciencia” para el Profe que no entiende de esas cosas, eran obvias canonjías para mantener parásitos.

¿Dónde es que sentaban a tales asesores, les daban de comer, guardaban sus documentos, estacionaban sus vehículos (por lo general cuatro por cuatro últimos modelos), recibían visitantes y ademas fijaban audiencias para oír “al pueblo”? Los cesanteados están en toda clase de meneos para que no los manden a sus casas, pretendiendo que el país los mantenga hasta que San Juan baje el dedo.

El sofoco se debe a una contundente realidad: que no saben trabajar, que en su inmensa mayoría no son capaces de ganarse el pan con su esfuerzo, que siempre buscan cómo desviar fondos de la gente que produce a sus bolsillos. Propagar el odio, alentar resentimientos, dividir clases sociales, echar a unos contra otros no es un quehacer profesional, sino dar rienda suelta a bajos instintos, a complejos sociales, a frustraciones.

Llegaron a cobrar salarios de miles de dólares sin siquiera llegar a trabajar

La tremenda robadera de los últimos diez años, que toca pagar a todos los salvadoreños y con mayor dureza al “pueblo” en cuyo nombre perpetraron las matanzas de los Setenta y Ochenta, muestra lo que son: individuos capaces de todas las infamias imaginables.

Al suprimir las plazas asignadas a sus secuaces, han salido a luz los altísimos salarios que devengaban, quedando todavía muchísimo que limpiar en dependencias estatales, en el servicio exterior, en autónomas, en todas las actividades que directa o indirectamente infiltraron.

Esta tragedia tiene una importante lección para la gente honesta, para los padres de familia, para los jóvenes: eviten depender del favor de politicastros, sino que deben prepararse como trabajadores, artesanos, profesionales, comerciantes y productores que se valen por sí mismos, que dependen de su propio esfuerzo, experiencia y conocimiento para salir adelante, para hacer de sus vidas su propia y mejor conquista.

No es tarea fácil rescatar a El Salvador del lodazal en que los rojos nos sumieron, ni misión que pueda realizar un grupo actuando por sí solo, sino que se trata de un desafío que involucra a todas las personas de bien en nuestro suelo.