No son “créditos” los que se necesitan sino suprimir cargas fiscales

Para reducir sus gastos y evitar un despanchurramiento del mismo aparato estatal —lo que arrastraría al país entero— también el gobierno debe “apretarse el cincho”

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El defensor español del Real Madrid Sergio Ramos (R) habla con el defensor español del Barcelona Gerard Piqué durante el partido de fútbol de la liga española entre el Real Madrid CF y el FC Barcelona en el estadio Santiago Bernabeu en Madrid el 2 de marzo de 2019. (Photo by OSCAR DEL POZO / AFP)

Por El Diario de Hoy

2020-03-18 9:12:49

El artículo de nuestro muy apreciado colaborador Manuel Hinds, publicado el miércoles de esta semana, traza el más sensato curso para El Salvador en la actual emergencia surgida de la pandemia del coronavirus. Se trata de un planteamiento que acentúa la esencial necesidad de sostener, en la medida de lo posible, las cadenas productivas, para que cuando se supere la crisis no se encuentre el país sin fábricas, comercios, transportes, sin las pequeñas empresas que mueven tanto empleo y bienestar en esta tierra.
No contribuiría en nada, como ha propuesto el régimen, de “facilitar créditos” y posponer el pago de obligaciones, pues tal cosa equivale, como ya hemos dicho en este espacio editorial, a dejar para dentro de unos meses y cuando sea imprescindible, cargas a empresas que Dios mediante todavía subsistan.
Tales medidas equivaldrían a darles el golpe de gracia, dejar un país en ruinas, a los salvadoreños que logren superar la pandemia.
Tampoco es de “realizar obras públicas para generar empleo”, y esto por dos razones:
—la primera, que hay que transportar gente a las obras, gente que casi por definición carece de los recursos para ello;
—la segunda, que tales obras no solo se prestan a corromper a los que toman las decisiones, a los “dedazos” que meten dineros públicos en bolsillos privados, bolsillos de malos políticos, sino a construir lo que no necesariamente se necesita y que restaría recursos esenciales al proceso de reconstrucción.
No necesitamos, en la actual emergencia, ni construir carreteras ni reparar calles o caminos, sino dotar a los centros hospitalarios lo que requieren para socorrer a las muchas personas que pueden caer víctimas del mal, o los que deben alimentarse al quedar sin la posibilidad de hacerlo por sus propios medios.
Vamos a enumerar un par de las medidas que muchas empresas están tomando en estos atribulados momentos:
—suprimir bonificaciones y beneficios especiales y poner a escoger entre recortes salariales voluntarios o la cesantía;
—eliminar viajes, reuniones sociales que en toda forma están restringidas, incrementos salariales;
—reducir salarios que sobrepasen un determinado límite.
Si a duras penas muchos negocios se sostienen con las uñas, ¿cómo van a evitar lo inevitable, que son acuerdos entre patrones y personal para no naufragar todos?
Es esencial, una cuestión de supervivencia, cortar “la grasa”, tanto en lo público como en lo privado.
En tal situación, algunos funcionarios, que aparentemente no han aterrizado a lo que sucede, “siguen vagabundeando en los montes de Ubeda” al sostener que no pueden reducirse salarios ni prestaciones, aunque tienen una crisis enfrente. Poco les falta para proponer un incremento al salario mínimo…

Recortes salariales en el aparato estatal son una urgentísima necesidad

Para reducir sus gastos y evitar un despanchurramiento del mismo aparato estatal —lo que arrastraría al país entero— también el gobierno debe “apretarse el cincho”, suprimir todo salario sobre una determinada cuantía —digamos mil doscientos dólares— y muy particularmente a la masa de activistas y parentelas que los efemelenistas forzaron sobre la Nación.
Tormentas son tormentas y lo esencial es que la mayoría logre alcanzar un puerto seguro y que, al estar allí, no se encuentre con un desierto, lo equivalente a un estado fallido como es Venezuela, donde el tráfico de drogas reina en la actualidad.
Salir de cualquier problema es por lo general posible solo cuando se razona bien, no basándose en ocurrencias.