Terribles inundaciones encuentran al país en la bancarrota provocada por el régimen

Si no hay dinero para pagar salarios como lo ha hecho ver el ministro de Hacienda, ¿de dónde saldrá para socorrer a tantos damnificados?

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Por El Diario de Hoy

2020-05-31 7:55:55

Las terribles inundaciones que están afectando varias zonas del país, entre ellas el Área Metropolitana de San Salvador y la zona occidental del país, son casi una réplica de la tormenta tropical Ida, que devastó gran parte de la zona paracentral en noviembre de 2009.
En una de las más de escalofriantes tragedias, en la comunidad Nuevo Israel y frente a los aterrados ojos de sus vecinos, la señora Idalia Maribel Cruz, de 44 años, fue literalmente tragada por las aguas con todo y su vivienda. Su madre llegó de inmediato y fue consolada por las personas que se congregaron allí.
Las imágenes en El Diario de Hoy, elsalvador.com y eldiariode hoy.com muestran fielmente estos hechos, así como que en otros lugares del país las correntadas dañan viviendas, arrastran y amontonan vehículos —muchos prácticamente nuevos—, inundan negocios y casas… las aguas son incontenibles.
Cuando la tormenta Ida, cuya influencia comenzó a afectarnos el viernes 6 de noviembre de 2009 por la noche, los encargados sólo llegaron a declarar alerta amarilla y dejaron de atender desde sábado los llamados de alcaldes y gobernadores —al parecer por ir a celebrar una boda de un alto funcionario en un hotel— y su sorpresa fue que la madrugada del domingo las lluvias causaron estragos principalmente en San Vicente y enormes piedras estuvieron a punto de sepultar poblados como Verapaz y Guadalupe.
La presente tormenta, Amanda, encuentra al país en la casi total bancarrota, consecuencia de los despilfarros de Bukele y con muchos salvadoreños sin empleo a causa de los cierres forzados de negocios, call centers, fabricantes de ropa…
Para quien quiera ver la clase de proyectos en los que se esfuman tantos millones, que visite la Feria, contemple el estacionamiento prácticamente bajo agua, cuya terracería, según el régimen, costó 3.9 millones de dólares, para entender cómo a lo que ya es un desastre se le montó otro.
Pero Bukele siempre, de inmediato, encuentra un chivo expiatorio a quien o a qué echar la culpa de sus fracasados meneos: esta vez quiso hacerlo con la Asamblea, tratando de hacer creer inicialmente que no podía hacer nada porque los diputados “no le facultaban declarar emergencia”.
Supongamos que la Asamblea le hubiera otorgado previamente tales poderes: señor presidente, tiene usted por voluntad nuestra y con el beneplácito de la Sala de lo Constitucional, la potestad de realizar las acciones que Su Señoría considere imprescindibles para auxiliar a la población en esta grave crisis. El pequeño problema, desde luego, es que el señor Bukele “arrastró al país, como las incontenibles aguas”, a la bancarrota.
Si no hay dinero para pagar salarios como lo ha hecho ver el ministro de Hacienda, ¿de dónde saldrá para socorrer a tantos damnificados? Y si tal dinero llegara como por arte de magia, ¿quién garantiza que una parte sustancial de esos fondos no se “privatice”, dada la insistencia del régimen en hacer compras directas y no rendir cuentas?

En esta terrible catástrofe hagamos lo posible para proteger a los niños

En estas emergencias muchísima gente, los buenos salvadoreños, hacen lo posible para ayudar a sus hermanos en desgracia. Una y otra vez esa virtud cívica se manifiesta.
Sobre todo, como una prioridad, hay que auxiliar a nuestros niños, ayudarles a sobreponer los traumas, las penurias, las necesidades inmediatas.
Las aguas desbordadas contaminan las fuentes que abastecen a países, ciudades y poblados. Por hoy y como Su Señoría prohibió elaborar bebidas embotelladas, no se puede recurrir a ellas para salvarse de patógenos.
Siempre que se toca algo relacionado con agua salimos con nuestro sermón: conservemos parte de ella en reservorios y pozas. Es suficiente hacer tapadas en los cauces secos de ríos, no cortar árboles y dejar crecer los que brotan en cada invierno.