No se es libre por ser próspero, sino que se es próspero por ser libre

Las naciones con mayor bienestar son las naciones libres, las que se fundamentan en la razón, en principios morales y el Orden de Derecho. Pero sobre todo libres para que cada ciudadano pueda construir su bienestar y buscar su futuro.

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La actriz Penélope Cruz y Shakira. Fotos: AFP/ EFE

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2018-11-29 9:52:13

Se contaba a los niños la historia del infeliz rey a quien un sabio le recomendó que, para curarse de sus tristezas, se pusiera la camisa de un hombre feliz. Y allí inició la búsqueda, en todo el reino, de ese hombre feliz. Lo encontraron. Era un ermitaño. No tenía camisa…

Ni la felicidad ni la libertad dependen de lo material, pues de ser así habría sido imposible que en pueblos pobres, o en el alma de poetas pobres, existiera felicidad y se venerara la libertad.

La libertad, por la que a lo largo de la historia han luchado y se han inmolado héroes, es un bien superior a los bienes materiales; “dadme libertad o dadme muerte”, fue el grito de los americanos al luchar contra el imperio.

Para ser libres no es necesario ser próspero, pero para ser próspero un pueblo tiene que ser libre.

Las naciones con mayor bienestar son las naciones libres, las que se fundamentan en la razón, en principios morales y el Orden de Derecho. Pero sobre todo libres para que cada ciudadano pueda construir su bienestar y buscar su futuro.

El fenomenal crecimiento de China Continental, que formalmente sigue siendo socialista pero también capitalista, arranca con la libertad económica que se impulsó al derrumbarse el maoísmo que la mantuvo hasta hace 30 años como uno de los pueblos más pobres de la Tierra.

Las libertades individuales no están ligadas a lo material: somos libres porque podemos pensar y podemos hablar sin cortapisas, aunque han sobrado los intentos por amordazarnos; somos libres para profesar una creencia religiosa; somos libres para escoger nuestros caminos, para decidir cómo vamos a educar a nuestros hijos; somos libres para asociarnos con otros, para buscar el trabajo que más nos conviene, para ahorrar y para irnos de nuestro terruño y también para volver a él. Somos libres, pero no ha sido fácil conservar esa libertad en la última década.

No hay pobreza que coarte
nuestra libertad interior

No hay pobreza que nos impida ejercer nuestras libertades esenciales cuando vivimos en un país libre, como no hay riqueza que nos asegure liberarnos de nuestras bajas pasiones, de la servidumbre hacia otros, de las limitaciones físicas, de las dictaduras.

Los que vivimos en países libres podemos escoger entre varios periódicos, girar el botón de la radio para escuchar otra emisora o ver otro canal, entrar a la Internet en nuestra propia vivienda o en el móvil para saber lo que otros piensan y comunicarnos con ellos.

Somos libres porque no estamos forzados, como los pobres venezolanos, a ver y oír al dictador despotricar durante horas en los momentos en que queremos descansar y entretenernos con programas ligeros.

Los salvadoreños, en cambio, podemos escoger entre las posibilidades y opciones que se nos presentan. Cuando otros escogen por nosotros, sea entregándonos ropa que no escogimos o prohibiéndonos sintonizar emisoras del exterior (Radio Martí o la Deutsche Welle) es que no somos libres.

Tampoco es libre un país donde no hay elecciones ni existen partidos de oposición, o en el cual es el gobierno el que autoriza al votante, impide la propaganda de la oposición, celebra continuamente elecciones para desfinanciar a los partidos opositores, cuenta los votos en secreto y proclama a los vencedores.