Plazas de última hora son una sinvergüenzada

Ya antes sucedió que se hicieron nombramientos y contrataciones de última hora, como digamos sería el caso de que el oficialismo firme contratos con los más de cuarenta mil activistas que tiene en planilla, para que sigan en la mamandurria.

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Roberto Campos, presidente de Audaz, en la redacción de EDH. Foto/ René Quintanilla

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2018-05-24 9:55:38

Una legislatura saliente no puede dejar a los nuevos parlamentarios obligaciones decretadas a última hora, como es el caso de las doscientas plazas “creadas” por el exdiputado presidente, quien además se dice que barrió con todo lo que había de equipos en la oficina de la presidencia.

Ya antes sucedió que se hicieron nombramientos y contrataciones de última hora, como digamos sería el caso de que el oficialismo firme contratos con los más de cuarenta mil activistas que tiene en planilla, para que sigan en la mamandurria.

Nunca eso había pasado en El Salvador, al menos desde la caída de Martínez. Los funcionarios cesaban en sus cargos y se llevaban a casa los objetos personales, pero muebles, alfombras, solo se dio cuando salieron los duartistas del poder acarreando lavamanos y enchufes eléctricos.

Se dio el caso que un sujeto nombrado por un corto tiempo en la Corte de Cuentas cargó con mucho de las oficinas, pero tuvo que devolverlas por la denuncia de los empleados y la presión pública, que es lo que ha sucedido en la Alcaldía de San Salvador: el exalcalde deja compromisos a veinticinco años en pago de alquileres de inmuebles que valen menos que esos cánones, como cuando quiso comprometer con una firma desconocida el alumbrado, también por un cuarto de siglo.

Ahora resulta que las cuarenta y ocho motocicletas que públicamente “donó” a la Policía Nacional, las están cobrando al municipio, lo que debe pagar el donante, no los vecinos de San Salvador.

Saludando con sombrero ajeno…

Pero estas sinvergüenzadas, las de las doscientas plazas de última hora y las motocicletas, palidecen ante algo mucho más grave: el endeudamiento en que ha incurrido el grupo en el poder, que subió la deuda nacional de un —50 % del Producto Interno Bruto a un 70 %—, y que tocará pagar a todos los salvadoreños.
Es un caso más del que se endeuda, despilfarra el dinero y luego deja a su familia o a los pobres que firmaron solidariamente, pagarla.

(Un consejo a nuestros lectores y a todos en este país: no firmen solidariamente ni con sus hermanos, pues casi invariablemente los que adquirieron la deuda se largan y queda a los que firmaron pagarla).

Pícaros siempre hubo.

Pero eso no es lo más grave del “legado” y los endeudamientos que dejan los tres desgobiernos últimos.

Las motocicletas “donadas”,
saludo con sombrero ajeno

Uno puede pensar en el desastre que el exalcalde dejó a San Salvador, los árboles que mandó talar para hacer planchones de cemento y que deben reponerse, la destrucción del zoológico comenzando por el asesinato con picahielos del Hipopótamo.

Eso no es ni remotamente lo más grave, sino el socavamiento de las instituciones, el cinismo entronizado en judicaturas, en las actitudes de la gente, en las pandillas que parieron, en enseñar a matar hasta para robar un celular o llenar una cuota de iniciación…

El embrutecimiento de sectores vía las prédicas del odio es parte de las nefastas campañas de la extrema izquierda, lo que en un primer término llevó a la gran matanza, los secuestros y los asesinatos de personas por pensar distinto, incluyendo a los pobres muchachos víctimas de la sicopatía de un tal Sibrián en San Vicente.