Los que lucharon un día

Me preguntaba un día -durante un largo vuelo- por qué la vida significaba una lucha sin tregua para el ser humano. ¿Qué sentido tendría que la selva, el mar o las ciudades, fueran inmensos campos de batalla, donde peces, fieras y hombres, luchen tenaces por conquistar cada día de sus vidas? ¿Era el mundo una inmensa arena, escuela de gladiadores? Al parecer luchar por y para la existencia, estaba dentro de un plan divino. En una alta muralla de piedra del aeropuerto leí la respuesta, escrita en letras de imperecedero bronce. La frase decía: “Sólo ganan los que luchan y sólo viven los que ganan”. Al parecer, ganar es el precio de la vida. “Hay hombres que lucharon un día —escribe Bertold Brecht— y fueron buenos. Hubo otros que lucharon un año y fueron mejores. Otros lucharon muchos años y fueron muy buenos. Pero hubo quienes lucharon toda la vida. Esos fueron los imprescindibles” termina diciendo. Por ello la vida es de aquellos que la conquistan y merecen. Y hasta de quienes quizá no. La diferencia está en que unos sólo viven por vivir o ser derrotados; mientras otros -los tenaces- la hacen suya cada tramo de su preciada utopía, luchando contra viento y marea, sombras y tormentas. Venciendo así en la conquista de la rama dorada de su “hoy” ineluctable. <“La Esfinge Desnuda” C. Balaguer-Amazon>