El retorno a la normalidad

Todavía ómicron sigue infectando a la población, pero gracias a la alta tasa de vacunación el número de ingresos en cuidados intensivos es muy bajo en una nación que cuenta, además, con una excelente cobertura sanitaria universal. Los daneses ya entran a los locales sin mascarillas y recuperan esa existencia que una vez tuvieron.

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Kylian Mbappé y Neymar celebran tras el gol que le anotaron al Real Madrid. Foto: AFP

Por Gina Mantener

2022-02-15 4:32:42

El doctor Anthony Fauci, máxima autoridad médica con respecto a la pandemia en Estados Unidos, ha dicho que cada vez estamos más cerca de dejar atrás la peor parte de la epidemia del covid-19. Es un mensaje optimista, pero siempre dentro del marco de la cautela al cabo de millones de muertes en todo el mundo y con los estragos de la variante ómicron coleteando a la vez que las hospitalizaciones y la mortandad disminuyen.

Sin duda, son palabras de aliento que vienen acompañadas de una realidad inapelable: cada vez son más los lugares donde se están relajando las medidas de mitigación y las autoridades anuncian pasos de apertura que permiten asomarnos a la posibilidad de una vida que recupere el pasado pre pandemia. O algo similar a ese otro tiempo antes de atravesar el largo y oscuro túnel en el que nos sumió la propagación del virus.

Hay países como Dinamarca que en el transcurso de la pandemia han sido pioneros. Los daneses se situaron a la cabeza de los rastreos de contacto y medidas severas de confinamiento cuando el covid-19 avanzaba con ferocidad. También lo han sido en una exitosa campaña de vacunación que en general la población siguió sin reparos. Y ahora, cuando todo indica que la situación global mejora, reúnen las condiciones que les han permitido levantar las restricciones. El primero de febrero la primera ministra Mette Frederiksen declaraba: “Desde esta noche podemos relajarnos y empezar a sonreír de nuevo”.

Todavía ómicron sigue infectando a la población, pero gracias a la alta tasa de vacunación el número de ingresos en cuidados intensivos es muy bajo en una nación que cuenta, además, con una excelente cobertura sanitaria universal. Los daneses ya entran a los locales sin mascarillas y recuperan esa existencia que una vez tuvieron. Tal vez no es la misma porque las experiencias dejan marcas en la psiquis, pero están experimentando la gratificante sensación de que todo puede mejorar sin perder de vista los riesgos. Otros países de la Unión Europea poco a poco siguen su ejemplo.

En cuanto a Estados Unidos, donde los índices de vacunación completa no han sido lo que cabría esperar debido a una profunda división ideológica que se mezcló con los asuntos de sanidad, también apunta en esta dirección a pesar de que ya ha superado las 900.000 muertes por covid-19. Con todo, el paso de ómicron ha sido menos letal que el de la variante delta, principalmente entre los vacunados. Ciudades como Nueva York o Boston, donde las restricciones han sido rigurosas, comienzan a relajar las normas porque están preparados para afrontar la transición de una pandemia a lo que podría ser el inicio de una endemia.

No obstante, más allá de la realidad de los números y las recomendaciones que los expertos médicos ajustan según el curso de los contagios, está el factor psicológico. Han sido más de dos años en los que la vida dio un vuelco radical. Hubo encierros prolongados, se han perdido seres queridos, las estructuras laborales sufrieron una sacudida, los niños y jóvenes dejaron las aulas, las mascarillas se sumaron a la vestimenta diaria. Sobre todo, la distancia social cobró una dimensión de aislamiento en el ámbito emotivo que en muchos ha dejado huella.

Todo parece estar listo y a punto para dar el paso sin vacilaciones y a cara descubierta. El paulatino retorno a la normalidad es un camino que se recorre con desvíos y recovecos en el corazón. [©FIRMAS PRESS]

Escritora y periodista/*Twitter: ginamontaner