Un minotauro en el centro comercial

Quizás ese cuatro por ciento de disidentes, que no están de acuerdo con algunas decisiones del presidente, sean percibidos por las hordas de seres que medran en las redes sociales, como los cachudos malos de ese Olimpo político imaginario que han creado los expertos en publicidad, como si no estar de acuerdo con un presidente en una democracia, fuera un acto de alta traición.

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Neymar de Paris Saint Germain reacciona durante el partido de fútbol de la Ligue 1 francesa, Paris Saint Germain vs Stade de Reims. EFE/EPA/YOAN VALAT

Por Max Mojica

2019-09-29 2:12:18

El Minotauro entró al centro comercial caminado, hondo y morondo, ignorando las curiosas miradas de los transeúntes, lo cual no era difícil de hacer para él, ya que, siendo un Minotauro, al fin y al cabo, estaba acostumbrado a que se le quedaran viendo. ¡Semejantes malcriados!

Sus cascos de toro hacían un ruido peculiar mientras andaba por azulejos del lugar, pero igual, continuó con su andar desenfadado. La crianza —o mala crianza— que había recibido en el Olimpo lo había preparado para pasar por alto tan mundanos detalles.

Iba de aquí para allá buscando a donde comprar un capuchino. A pesar de que le molestaba un tanto aceptarlo, si bien es cierto que la morada de los dioses ofrece ambrosía prácticamente en cada esquina del lugar, tenían un serio déficit de cafeterías en las cuales comprar un rico café: fuerte, coronado con espuma de leche descremada y deslactosada (muy mitológico podía ser, pero desde pequeño había sido intolerante a la lactosa. Le provocaba gases, lo cual había sido la causa del porqué la señora minotaura, en más de una ocasión, lo había condenado a dormir en el sofá de la sala).

Como no daba pie en bola para ubicarse dentro del centro comercial (lo cual no deja de ser un eufemismo, ya que, técnicamente al menos, el Minotauro no tiene pies), decidió preguntar a la primera humana con la cual se atravesó, respecto a dónde podría encontrar un buen café. Por si las dudas, ya que no sabía cómo reaccionaría, la abordó con el máximo de los respetos:

—Amable mortal, ¿me indicaría Ud. por favor, a dónde puedo encontrar un buen capuchino? Llevo conmigo abundantes dracmas de oro con que pagar;

La mujer lo observó de hito a hito. El bebé que llevaba en brazos rompió en llanto ante semejante visión, a lo que la mujer instintivamente lo empezó a zangolotear (en esa forma particular y totalmente instintiva que tienen las madres, que hace que el bebé oscile para arriba y abajo hasta que se calma), y le respondió:

—Continúe por el pasillo, al final tome las gradas eléctricas, ahí encontrará una excelente cafetería. Aproveche, porque está de oferta: por la compra del café, de un solo le regalan un pedazo de semita mieluda.El Minotauro respondió con un elegante movimiento de cabeza en señal de agradecimiento, pero antes de que pudiera seguir adelante, la mujer lo detuvo y preguntó:
-—Disculpe, señor, ¿es usted político de oposición?
El Minotauro miró a su interlocutora con aire sorprendido y respondió:
—De ninguna forma amable señora. ¿Por qué lo pregunta?

La señora fijó disimuladamente su mirada en los cachos que enarbolaba en su testa, y contestó: “Hummm, pues por nada, solo preguntaba”.

El Minotauro siguió su camino en busca de su café, tan seguro de su propia existencia, como la de ese cuatro por ciento de salvadoreños quienes no estamos de acuerdo con un sistema presidencial que considera que el ejercicio del Poder Ejecutivo incluye manejar las carteras del Estado como dependencia gerencial de una empresa, a la cual se le puede girar órdenes sin seguir ningún tipo de proceso administrativo, ni posibilidad de contradicción por parte del receptor de la orden.

Quizás ese cuatro por ciento de disidentes, que no están de acuerdo con algunas decisiones del presidente, sean percibidos por las hordas de seres que medran en las redes sociales, como los cachudos malos de ese Olimpo Político imaginario que han creado los expertos en publicidad, como si no estar de acuerdo con un presidente en una democracia, fuera un acto de alta traición.

Pero la realidad es que no somos seres imaginarios, sino personas de carne y hueso que estamos preocupados por la salud de nuestra democracia, a efecto de que continúe existiendo en nuestra patria la aplicación de los pesos y contrapesos propios de toda República, reflejados en la Constitución y leyes secundarias, especialmente en la Ley de Procedimientos Administrativos.

Inmune al hecho de ser una minoría e indiferente a las miradas curiosas que provocaba a su paso, el Minotauro continuó su camino decidido a tomarse su delicioso capuchino; caminando por ahí, tan fresco como si no estuviera en una sucursal del Olimpo.

Abogado, Máster en leyes