El sabor amargo de 20 años de guerra para volver a caer en manos talibanas

Los talibanes celebrarán esta fecha fatídica en Kabul, mientras Biden llevará sobre sus espaldas el peso de la salida de Kabul tal y como Jimmy Carter llevó la responsabilidad de la caída del Shah de Irán en 1979 o Ford la salida de Vietnam.

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Foto Agencia EFE

Por Pascal Drouhaud

2021-08-15 6:04:57

¡Veinte años! La guerra más larga que han peleado los Estados Unidos deja las muertes de 3,593 soldados estadounidenses y de fuerzas aliadas, 51,191 talibanes, 66,000 policías y militares afganos, 3,846 contratistas de EE.UU., 444 trabajadores humanitarios y 72 periodistas, según Linda Bilmes de la Facultad de Ciencias Políticas Kennedy de la Universidad de Harvard y el proyecto Costos de la Guerra de la Universidad Brown e informes de la agencia AP.
En 20 años, tal como lo dijo el presidente Joe Biden, la guerra costo más de 2,260 millones de dólares.
Atrás quedaron los argumentos y justificaciones de Estados Unidos para invadir Afganistán, entonces en manos de los talibanes, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Washington y Nueva York. Atrás también quedaron los temores y la repulsión de Occidente por un régimen autocrático medieval que niega los más elementales derechos humanos -sobre todo de las mujeres- y la modernidad.
La caída de la ciudad de Ghazni, a 140 kilómetros al sur de Kabul, la capital afgana, y la de Pol e Khomri en el norte, hizo inminente hace pocos días la caída del país.
Los acontecimientos, que se vaticinaban para septiembre, se han precipitado después de la salida del grueso de tropas estadounidenses y la caída de 11 de las 34 capitales de provincias en Afganistán.
Ocupando el espacio geográfico, pero también simbólico y psicológico, los talibanes han usado las redes sociales para ganar un conflicto cuya lógica es la de la guerrilla.
De nada sirvió que el residente Ashraf Ghani y otros líderes afganos propusieran a los talibanes compartir el poder nacional, para a la vez evitar combates violentos, consecuencias humanitarias desastrosas tanto como el sentimiento de una humillación frente a los que habían sido declarados como los enemigos de los Estados Unidos tanto como de sus aliados. Afganistán era tema de política interior durante las administraciones de los últimos presidentes estadounidenses: George W. Bush, Barack Obama, Donald Trump, quienes establecieron estrategias específicas para implantarse y consolidarse en ese país a través de los años.
Un conflicto sangriento que duró dos decenios para acabar en una salida penosa e inexplicable recordando la de Saigón en 1975, aunque el presidente Biden ha advertido que habrá una “respuesta contundente” si los talibanes vuelven a aliarse con el terrorismo islámico para atacar intereses de EE.UU.
Biden inició el 1 de mayo pasado el retiro progresivo de las fuerzas militares estadounidenses, para poder anunciar el fin de las operaciones el 11 de septiembre próximo, fecha tristemente simbólica e impactante en el mundo.
El ejército regular afgano, compuesto de 300,000 efectivos, no pudo desde entonces contener la expansión talibán. Muchos se preguntan desde entonces de qué sirvieron años de capacitación militar y tecnológica, el apoyo a las fuerzas de seguridad tanto como en favor de la reconstrucción de un Estado que se mostró, a través de los años, corrupto e ineficaz en la implantación de un modelo representativo, participativo.
La batalla de Mazar i Sharif, la cuarta ciudad del país, nudo estratégico en el norte de Afganistán y sitio de la primera gran victoria aliada en 2001, mostró la gravedad de la situación. Esta realidad aparece como una forma de violación de los acuerdos de Doha, firmados en 2020 en Qatar, entre los talibanes, el gobierno de Kabul y en presencia de los Estados Unidos.
Los países vecinos están ajustándose frente a la evolución de la situación: Pakistán aparece para Kabul como el verdadero “backyard” y protector de los talibanes.
Islamabad no quiere ver en Afganistán establecerse un poder demasiado cercano de India. Por su parte, Turquía negociaba con Washington la garantía de seguridad del aeropuerto de Kabul, cuando Rusia tanto como China no quieren ver crecer zonas favorables al terrorismo. China, Turkmenistán, Uzbekistán, Tadjikistán, Irán y Pakistán están directamente preocupados por la situación en Afganistán.
Un juego internacional nuevo se esta perfilando mientras el 11 de septiembre de 2021 está anunciándose como el símbolo del fracaso de la comunidad internacional frente a los talibanes que supieron usar del tiempo, para reconstituirse y regresar. ¿La víctima de esta situación ? La población que intentó, durante estos últimos años, construir un nuevo contrato social confiada en las naciones abanderadas de la libertad y la justicia.
Los talibanes celebrarán esta fecha fatídica en Kabul, mientras Biden llevará sobre sus espaldas el peso de la salida de Kabul tal y como Jimmy Carter llevó la responsabilidad de la caída del Shah de Irán en 1979 o Ford la salida de Vietnam.
La historia juzgará pero desde ahora las tragedias humanas, el integrismo y el retroceso al Medioevo empiezan otra vez en Afganistán.

Politólogo, especialista francés en relaciones internacionales, presidente de la Asociación Francia-América Latina (LATFRAN). www.latfran.fr