Telegrama

La invención del telégrafo dio pie a que las comunicaciones se agilizaran y el lenguaje se usara con economicista precisión, pues los telegramas eran cobrados por número de palabras. Tengo para mí que el romanticismo del que carecen las actuales generaciones se debe, en parte, a lo inmediato y efímero de sus comunicaciones.

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Un soldado ruso vigila un misil Iskander M previo al desfile militar de este país. El desarrollo del potencial nuclear de este país y de Estados Unidos puede aumentar tras la cancelación del tratado INF. Foto EDH / AFP

Por Jorge Alejandro Castrillo

2019-08-03 4:35:47

El telegrama, sostengo, es el antecedente de los actuales tweets o trinos, como se refieren a ellos algunos periódicos españoles, lo que, confieso, me gusta más que el anglicismo que usamos.

¿No le parece más bonita la imagen mental que usted recrea cuando oye decir “Alejandro trinó” que “Alejandro tuiteó”?

El uso de ese término exigirá mayor cuidado en las notas de los periodistas (de plácemes esta semana) que reporten desde Casa Presidencial, cuna de los trinos más buscados en la actualidad: que no sería lo mismo reportar, en relación a una noticia en desarrollo, “el presidente trinó” que “el presidente tronó”.

Mi hermano Carlos, amante de citas y hechos históricos, me ofreció una nota que ubica la invención del telégrafo en el viaje por barco que hiciera Samuel Morse regresando de Europa a Estados Unidos. Según la nota, durante la larga travesía las conversaciones sostenidas con otros informados viajeros sobre la experiencia de Franklin quien había visto a la electricidad franquear en un instante la distancia de dos leguas “…le sugirió a Morse que si la presencia del fluido eléctrico podía hacerse visible en una parte del circuito voltaico, no sería imposible construir un sistema de señales por las cuales podría transmitirse una noticia instantáneamente (…) al punto que al término del viaje dijo al capitán: Capitán, cuando mi telégrafo sea la maravilla del mundo, quiero que recuerde que su descubrimiento tuvo lugar a bordo del Sully el 13 de octubre de 1832”.

La invención del telégrafo dio pie a que las comunicaciones se agilizaran y el lenguaje se usara con economicista precisión, pues los telegramas eran cobrados por número de palabras. Tengo para mí que el romanticismo del que carecen las actuales generaciones se debe, en parte, a lo inmediato y efímero de sus comunicaciones. Los pobres mozalbetes actuales no gozan más del angustiante mes de espera de la respuesta a una carta enviada ni pueden perfumarlas, marcarlas con un beso, guardarlas ni atesorarlas como antaño. Las relaciones personales, amorosas y de toda índole, cambiaron para siempre. “Pepita Jiménez”, esa dulzura intensa de novela epistolar ha muerto tristemente. ¿No le habría encantado recibir una nota real lacrada y sellada como se ve en las películas o, al menos, ser quien se encargaba de derretir el lacre y acercar el sello al monarca, cuando no ser el monarca mismo que la sellara? ¿Habrá tenido alguien en nuestro país la bonita costumbre de lacrar sus misivas?

Así como antecedieron a los trinos, también lo hicieron con los memes. Finales de los Sesenta o inicios de los Setenta en nuestro país. El veterano abogado llega a almorzar a su casa y encuentra, ron con coca en mano como cada miércoles, al más bisoño de los tres abogados que suelen compartir el almuerzo. “Almorzaremos temprano y rápido hoy. El compadre no podrá acompañarnos. Lo acabo de pasar visitar en la Policlínica, donde tuvo que internarse por su padecimiento hemorroidal. Quiero pasarlo viendo también por la tarde antes de reiniciar el trabajo. Parece que tendrán que intervenirlo por la tarde, pues las enfermeras acababan de prepararlo, según me dijo. Está de buen humor, por suerte, pues ya produjo una de sus sabidas ocurrencias: “Cállese, compadre, qué pena la que he pasado.

La preciosa enfermera que vino a prepararme para la intervención, toda dulcita ella, al terminar, pícaramente me dijo que se iba impresionada de lo que había visto. Envalentonado por su mirada y, en tono sibilante, le pregunto: ¿y qué, de lo que vio, es lo que más le ha impresionado señorita? El montón de canas que tenía usted en el ano, doctor”. Durante la visita vespertina, el ocurrente abogado comenta el telegrama que había recibido a tempranas horas de la tarde. “Infórmanos espectacular método peinar canas. Ansío pronto restablecimiento y oportunidad ventilar tema”.

Psicólogo