China Continental apunta con sus cañones, misiles, aviones y barcos de guerra, submarinos, etc. a la República de China Taiwán y así han vivido por un poco más de setenta años y mientras tanto se han desarrollado y modernizado convirtiéndose en poderosos países industrializados. Otro tanto ha pasado con Corea del Norte que amenaza con sus cañones y misiles y millones de soldados a Corea del Sur, con la diferencia que la primera se mantiene en el oscurantismo de un caudillismo despótico obsesionado por lanzar misiles mientras la población carece de servicios básicos y muere de hambre y la segunda a pesar de las maniobras intimidatorias, ha experimentado un extraordinario desarrollo social y económico.
Tanto a China Popular como a Taiwán no les conviene embarcarse en una guerra y ellos lo saben de sobra y como es natural y de esperar, cada contendiente mantiene su posición desde hace más de medio siglo, la primera sostiene que la isla es parte del continente y la considera como una provincia rebelde. La segunda, a su vez, argumenta en su parte medular que Taiwán cumple con todos los requisitos de Estado independiente, en la misma forma como han surgido nuevos países europeos y africanos al dividirse y fragmentarse antiguos países.
Lo que se ha podido observar desde hace varias décadas es que China Popular, según sean los vientos de conveniencia que soplan, reacciona mostrando dientes y uñas a la República de China Taiwán, esta vez enviando aviones de guerra amenazantes sobre islas taiwanesas ¿Con mentalidad de aquilatar fuerzas? ¿Medir capacidad de reacción? ¿Demostrar poderío? ¿Provocar e instigar con la esperanza que el gobierno de la isla caiga en la trampa y cometa un error que sirva al primero para justificar alguna acción? Afortunadamente Taiwán, aun cuando goza del apoyo de los EUA, ha mantenido una actitud prudente ante las señales belicistas del continente.
En la década de los Setenta del siglo pasado, las dos chinas se enfrascaron en un duelo de artillería costera desde baterías del sur de China Continental con las correspondientes baterías de las islas taiwanesas de Que Moy. El enfrentamiento tuvo una duración aproximadamente de un mes y fue el único incidente serio que afortunadamente no pasó a más probablemente ante presiones internacionales. En la actualidad los contendientes se han modernizado también en la solución de los diferendos y nadie desea hacer uso de la fuerza mucho menos enfrentar las consecuencias.
En realidad contrasta la preocupación internacional por una posible confrontación con la realidad cotidiana de ambos países. En Taiwán, por ejemplo, la población lejos de pensar en una guerra está más preocupada por los tifones, terremotos, la pandemia por COVID-19 y sus consecuencias, por las nuevas cepas de virus y por las nubes de contaminación que de tarde en tarde llegan en el aire procedentes del continente.
El resquemor del gigante asiático de las últimas semanas probablemente algo tiene que ver con las negociaciones que está realizando Taiwán con el gobierno de Guyana para establecer una oficina comercial, presagio tal vez para fundar una futura embajada y China Popular no desea tener competencia geopolítica en la Región.
¿No sería más sensato en aras de la paz mundial que el gigante asiático, en lugar de estar pendiente de lo que hace el vecino y a sabiendas de que nada cambiará la posición actual, se preocupe más por resolver sus propios problemas? Por ejemplo atender de verdad sin cosméticas la grave situación de la contaminación. Al respecto se sabe que China Popular es uno de los países que más contamina el medio ambiente especialmente la atmósfera y a la vez uno de los que menos contribuye para proteger el planeta. ¿Por qué no reducen un tanto el criterio crematístico y fortalecen más los criterios humano y ecológico?
Médico.