Ser realmente buenos salvadoreños

Urge hacer un frente común y amplio en contra de excusar nuestras irresponsabilidades escudándonos en que, como somos salvadoreños, así actuamos ¡y qué! El ser buen salvadoreño debe aplicarse a lo correcto, lo honorable, lo ideal.

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La jornada prevé contribuir con la generación de una cultura de innovación que fortalezca el sector. Foto EDH/AFP

Por María Alicia de López Andreu

2019-05-17 9:26:57

Entristece e indigna escuchar cotidianamente “es que, como ‘buenos’ salvadoreños…”, y sigue “dejamos todo para última hora”, “botamos la basura en cualquier parte”, “somos bolos y así manejamos”, “no nos gusta hacer cola”, “nos pasamos los semáforos”, “somos incumplidos”, “llegamos siempre tarde”, y un larguíiiiiiiiisimo etcétera. O sea que, para ser “buen salvadoreño” debemos convertirnos en verdaderos desastres. ¿Cómo es eso?

No es para chistar. Por el contrario. Preocupa muchísimo que estemos habituados a ver esas pésimas costumbres como algo normal, hasta admirable. Qué “buxo” que se saltó la cola, que se pasó el semáforo, que a fuerza de engaños logró privilegios que no le correspondían, que copió en el examen y plagió su tesis, que se inventó su hoja de vida y obtuvo un gran empleo. Sí, qué “buxo” que evadió impuestos o mediante documentos engañosos logró un crédito bancario. Y suma y sigue. Hasta llegar a situaciones como las recientemente vistas sobre corrupciones que alcanzan cifras inauditas, sobre negocios asquerosos, como la venta de drogas, que arruina vidas y familias enteras. Incluso, podría llegarse al asesinato, cuando alguien se convierte en estorbo. Y todo comenzó con un simple “es que, como ‘buenos’ salvadoreños…”

Tampoco es exageración. Son los pequeños detalles, las pequeñas acciones las que debemos cuidar, tanto en la familia como en la escuela. Es crucial inculcar el respeto que se ha perdido, indispensable para que nos convirtamos en un país pacífico y desarrollado. Respeto a las personas, a los bienes ajenos, a las leyes y los reglamentos, y en primer lugar, respeto a nosotros mismos. Es triste cómo desapareció la dignidad, ya nadie se avergüenza de exigir a los demás lo necesario para el bienestar personal, como si eso fuera obligación ajena y no propia. Sucede también en la vida nacional: que los otros países resuelvan nuestros problemas mientras nuestros ineptos gobiernos despilfarran, hacen fiesta y nos endeudan más, en lugar de gobernar sabiamente. ¡Ah, pero son “buxos”!

Urge hacer un frente común y amplio en contra de excusar nuestras irresponsabilidades escudándonos en que, como somos salvadoreños, así actuamos ¡y qué! El ser buen salvadoreño debe aplicarse a lo correcto, lo honorable, lo ideal.

Los padres de familia y los maestros tenemos una grave obligación al respecto, cierto. Pero también nuestras autoridades deben ser las primeras en dar el ejemplo: que se exija el cabal cumplimiento de todas las leyes: ¿para qué existen, si no se aplican? Por eso hay no sólo desorden, sino impunidad. Que se establezcan claramente las fechas límites para determinadas obligaciones y no se den prórrogas, que contribuyen a nuestras malas costumbres; asusta que en la Asamblea se haya propuesto prorrogar el período para declarar y pagar el ISR, generando así a más irresponsabilidad; aplaudo el que no se aprobara. Que se haga una limpia exhaustiva en las instituciones estatales, a fin de contar solamente con el personal idóneo y bien capacitado, eliminando aquellos puestos que se crearon para dar oficio a parientes y correligionarios ineptos, que por su misma ineptitud no encontrarían trabajo en ninguna parte. Lo “buxo” no quita lo inepto.

Lo más grave de la corrupción no es el robo desmedido que hemos visto; lo más grave, es que se corrompió nuestra idiosincrasia, haciendo de nosotros unos mediocres que todo lo justificamos con un “es que, como ‘buenos’ salvadoreños…”

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