Interdependencia

Quizás sería mejor educar a nuestros adolescentes en la idea de la interdependencia más que en la de la independencia. Ésta es un paso previo para aquélla. Por eso es que muchos matrimonios fracasan: algunos cónyuges quieren seguir siendo independientes, sin entender que, en una relación seria, las acciones de uno tienen consecuencias en la vida del otro. Sobre todo, cuando hay un compromiso previamente acordado.

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El delantero francés del Real Madrid Karim Benzema celebra su segundo gol, y segundo del equipo ante el Borussia Mönchengladbach, durante el partido de Liga de Campeones entre Real Madrid y Borussia Mönchengladbach en el estadio Alfredo Di Stefano, en Valdebebas, Madrid. Foto EFE/JuanJo Martín

Por Jorge Alejandro Castrillo

2021-09-24 10:26:36

Celebramos 200 años de la Independencia de las repúblicas centroamericanas del Reino de España. Se han dicho tantas cosas que pareciera que confundimos lo que significa ser independientes y creemos que podemos vivir aislados. Si me permiten la comparación, he atendido a muchos adolescentes en la clínica que acusan a sus padres de no percatarse de que ellos ya han crecido lo suficiente como para tomar sus propias decisiones. En consecuencia, pleito casi cada vez que tienen una invitación para salir por la noche (a una fiesta, get together, lockdown, o happening como distinguen ellos) o de excursión un fin de semana. Tengo la experiencia suficiente para haber visto muchos de esos adolescentes que, cuando de verdad les toca ser independientes y asumir las responsabilidades por sus actos pareciera que nunca quisieron serlo. Sucede que les gusta las ventajas de ser independientes, pero sin las consecuencias que ello implica. Es que como decimos coloquialmente, en este asunto de la independencia “no es lo mismo verla venir que platicar con ella”. Creen que es suficiente con desear algo para obtenerlo.
De igual forma, me estoy dando con muchos jóvenes adultos que, estando acostumbrados a las relaciones actuales de “amigos con derechos, pero sin compromisos” se las llevan de liberales en las relaciones afectivas (eufemismo para referirse a las relaciones interpersonales “prácticas” de cariño físico sin verdadero afecto ni compromiso). Pero al momento que caen en la cuenta de que no son solo ellos quienes comen de ese plato, sino que otros también lo comparten (lo que cualquiera con dos dedos de frente puede deducir), empiezan a tener severos problemas con su estabilidad emocional.
La corriente “independentista” en las relaciones interpersonales (quizá mejor tipificarla de egoísta) inició en la década de los Sesenta del siglo pasado con la insistencia en el “hombre independiente” (el “self made man”), el que se hace solo, que no necesita a los otros y puede vivir sin depender de ellos. La cereza en el pastel la puso el movimiento de liberación femenina con su insistencia en demostrar que los hombres no son necesarios para que mujer alcance su plenitud. Yo sé: estoy simplificando demasiado las cosas, pero no me dirán que los tiros no van por ahí.
El matrimonio (la relación más clara de interdependencia) no se define solo en el momento que los contrayentes –con la información que hasta el momento tienen– dicen “sí, acepto”. En esa ceremonia se constituye, es verdad, dando inicio a ese matrimonio. Pero el futuro de esa relación es responsabilidad casi exclusiva de los que dieron su consentimiento. Por eso es importante que lleguen con ideas claras y ciertas acerca del matrimonio: mantenerlo cuesta más que conseguirlo, que no es fácil. (Como alguien me dijo: “Dormir con cualquiera no me es difícil, despertarse al día siguiente, desayunar, platicar y mirarse a los ojos sin avergonzarse de uno mismo, eso es lo difícil”).
Cuando un hombre adulto e independiente, decidí responsable y conscientemente enlazar su vida con la vida de la mujer que Dios le mandó (“Matrimonio y mortaja del cielo bajan”) consiente al mismo tiempo ceder parte de su independencia. Cuando se habla de “compartir sueños, cama y macarrones” como canta Serrat, se deberá saber que tendrán que enfrentar las altas y bajas que todo tiene en la vida. Uno debería saber, además, que nadie es enteramente independiente en este mundo: todos nos necesitamos. Lo que hay que conseguir es la dignidad para establecer relaciones lo más equitativas posibles. Pero si usted pone en la balanza las cosas buenas que el matrimonio da contra los sinsabores que produce, aquel platillo pesa mucho más que éste.
Quizás sería mejor educar a nuestros adolescentes en la idea de la interdependencia más que en la de la independencia. Ésta es un paso previo para aquélla. Por eso es que muchos matrimonios fracasan: algunos cónyuges quieren seguir siendo independientes, sin entender que, en una relación seria, las acciones de uno tienen consecuencias en la vida del otro. Sobre todo, cuando hay un compromiso previamente acordado.
Muchos sueños se hacen pedazos antes de tiempo por una mala evaluación del entorno, por creer que solo porque se dicen independientes, pueden hacer lo que les venga en gana. La realidad es más fuerte que cualquier sueño idealista de aislamiento, de egoísmo. Tarde o temprano, la realidad termina por alcanzarnos. Nuestra libertad tiene límites. Esto reza igual para las personas, las parejas, las instituciones o los países.

Psicólogo/psicastrillo@gmail.com