Promesas por cumplir

Aún quiero creer, porque amo a mi país, que alguien dentro del Ejecutivo lo ama también, que hay alguien dentro del Ejecutivo que le va a decir al Señor Presidente: “Necesitamos cesar la confrontación y caminar”. Quiero creer que al Presidente le importa su país y nos va a sorprender con un mensaje de unidad y va a cumplir sus promesas de reactivar la economía.

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Luis Enríque Vásquez debutó en la Primera División ante Atlético Marte en la última fecha de la fase 1 del Apertura 2020 en el Estadio Cuscatlán. Foto EDH / Cortesía Alianza FC

Por Carmen Marón

2020-11-17 4:51:27

Hoy hablaba con una amiga mía. Su negocio se vio completamente paralizado por la cuarentena y su inventario se dañó. Han estado intentando reactivarlo de todas formas: Bandesal, bancos. “ Nada”, me dijo, “ni siquiera una llamada. Ni siquiera un correo. Y si algo pasa, si vuelven a cerrar, me voy a la quiebra”.
Hasta octubre mucha gente tenía esperanza: que se cumpliera la promesa del Presidente de pagar planillas para que las empresas volvieran a abrir, que se abrieran las linea de créditos para reactivar, que la economía se levantara. En otras palabras, aún con todo, creíamos en el milagro que el Sr. Presidente había prometido.
Tras casi cien días de reapertura, no ha ocurrido. En septiembre, la gente hablaba de esperanza. Hoy hablan de miedo. “Es que aquí ya no tenemos quién nos defienda”… “no hay dinero” …. “la gente esta cerrando”… “nadie compra”. A pesar de que casi es Navidad, y mucha gente ha decorado —por los niños, me dicen— se siente un ambiente de derrota que no se sintió ni siquiera en la guerra. Y es que, lo digo con todo respeto, no hay nada peor que, tras un encierro de 105 días, tras la muerte de tanto personal de salud y de familia, tras el hecho de que hay una pandemia, las promesas no se cumplan. No son promesas de los diputados, ni de la Sala. Son promesas del Presidente. Y no tienen nada que ver con préstamos, ni auditorías, ni los mismos de siempre. Tienen que ver con que se le ha fallado al pueblo en su momento de mayor necesidad. O como se dice vulgarmente, “nos vieron la cara”.
¿Robaron en los últimos 30 años? Pues claro que sí. Hay un presidente en la cárcel y uno prófugo para probarlo. Pero, dentro de todo, los salvadoreños vivíamos tranquilos. ¿Hubo promesas que no se cumplieron en los últimos 30 años? ¡Por supuesto! Negarlo significaría ser ciego y necio. Pero en los últimos 30 años no nos encerraron 105 días por una pandemia. Y no fue en si el encierro. Fue salir del mismo para, en vez de sentir apoyo para sacar adelante al país, los salvadoreños nos encontráramos con un rosario de promesas sin cumplir. Añadido al trauma del encierro, tenemos que soplarnos a diario pleitos, mentiras. Ni siquiera podemos salir seguros de nuestras casas.
Durante 30 años, en medio de miles de desaciertos, de errores, de crímenes, los salvadoreños vivimos seguros de que éramos un país que tenía una institucionalidad, débil pero operante. Ahora, todos andamos perdidos. No sabemos quién es amigo o enemigo. Y los de mi generación temen otra vez la represión y la guerra que la misma trae. Yo aún quiero creer, porque amo a mi país, que alguien dentro del Ejecutivo lo ama también, que hay alguien dentro del Ejecutivo que le va a decir al Señor Presidente: “Necesitamos cesar la confrontación y caminar”. Quiero creer que al Presidente le importa su país y nos va a sorprender con un mensaje de unidad y va a cumplir sus promesas de reactivar la economía. Quiero creer que el Señor Presidente va a obedecer la Constitución y dejar de pelear con los otros órganos del Estado. Y quiero creer que esta Navidad mis compatriotas y yo no veremos otra cadena a lo Venezuela, sino que escucharemos un mensaje de reconciliación y paz. Quiero creer que se entiende que los salvadoreños estamos cansados de tanto pleito.
Sí, los salvadoreños estamos sumidos en la desesperanza. Se pueden contratar lobistas, se pueden tener buenas o malas estrategias electorales, se puede incluso crear medios estatales para difundir la información oficial. Pero ante la pérdida, la necesidad y el hambre, no hay mejor campaña electoral que la de dar esperanza y certeza a empresarios y emprendedores de un clima de reactivación e inversión. Certeza a los salvadoreños que se vivirá en paz y en concordia. Y saben lo mejor: esto es gratis. Mil bolsas solidarias no sustituyen el poder de una promesa cumplida.

Educadora, especialista en Mercadeo con Estudios de Políticas Públicas.