Unámonos y luchemos contra este enemigo invisible del COVID-19

Cualquier otra temporada adicional a la cuarentena original será difícil de implementar. Primero está la necesidad de reactivar para que el país produzca. Segundo, está la necesidad de que aquellos que aún tienen empleos paguen sus recibos de agua, luz y teléfono. Y tercero, está la necesidad de comenzar a vivir dentro de la nueva normalidad.

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Un hombre falleció en la Unidad de Salud de Cojutepeque mientras esperaba ser atendido. Foto EDH/ Jorge Reyes

Por Carmen Marón

2020-06-27 4:58:24

El 14 de marzo me encontraba en el mar con un amigo mío muy querido. De pronto, el mesero llegó a pedirme la cuenta, explicándome que el Sr. Presidente había ordenado cerrar por catorce días. Casi 35 años antes algo similar me había pasado de niña, durante la guerra, y no había regresado en un año. Pagué y luego le informé a mi amigo que iba a ver la puesta de sol, bañarme con la luna y luego nos iríamos. Yo sabía que los 14 días eran imaginarios.

Los 14 días se volvieron cuarentenas de 15 y cuando sentimos, estábamos en la temporada seis de la cuarentena, es decir, 90 días. Tres meses en los que el país se paralizó casi por completo contra un costo de vidas y sueños perdidos que pienso que nos tomará lo que queda del quinquenio dimensionar

Cualquier otra temporada adicional a la cuarentena original será difícil de implementar. Primero está la necesidad de reactivar para que el país produzca. Segundo, está la necesidad de que aquellos que aún tienen empleos paguen sus recibos de agua, luz y teléfono. Y tercero, está la necesidad de comenzar a vivir dentro de la nueva normalidad.

Sin embargo, sería de ciegos negar que la economía se tuvo que abrir en un momento crítico, después de una tormenta, porque se cerró cuando aún no había un caso confirmado. Por lo tanto, estamos caminando sobre cascaritas de huevos llevando a cabo una desescalada en medio de un pico de contagios, y con el país inmerso en una crisis política como no se ha tenido en 30 años.

Aunque el panorama parezca desolador, esta es nuestra oportunidad de cambiar nuestra idiosincrasia y convertirnos en un nuevo El Salvador: uno donde el ciudadano es quien toma decisiones por su bien y el del país a través de la disciplina personal. Si hacemos a un lado diferencias políticas, envidias y divisiones, nos daremos cuenta de que es beneficioso para todos que la empresa privada produzca para que el sector público reciba ingresos y eso nos garantice acceso a la salud. Para esto es necesario que la reactivación sea lo más ordenada y pronto posible.

Es hora de dejar de criticar a las instituciones del Estado y, en su lugar, darles una lección de cívica. En estos momentos, nuestras mejores armas para defender la Patria son las mascarillas, el alcohol gel, el lavado de manos y el distanciamiento social. Nuestra declaración contra la indiferencia de nuestras autoridades es ir del trabajo a la casa, aún cuando nada nos obligue a hacerlo, y nuestra consigna para salvar nuestras vidas y nuestra economía es evitar ver a quien queremos ver. ¿Será sacrificado? Sí. Pero valdrá la pena si lo vemos como nuestro aporte desde la Sociedad Civil, pues nuestra economía no soporta una séptima temporada de cuarentena.

No es la primera vez que como sociedad civil hemos dado ejemplo al mundo de civismo y valentía: votamos bajo las balas, nos levantamos de un terremoto durante la guerra y dos en el 2001. Pelearemos contra este enemigo invisible uniéndonos y protegiéndonos para proteger la vida de cada salvadoreño. Sin colores partidarios, sin defender o atacar a alguien en particular, hagámonos el propósito de sorprender al mundo.

 

Educadora, especialista en Mercadeo con Estudios de Políticas Públicas.