La escuela de los políticos

De nada sirve que ahora tengamos diputados fingiendo humildad por almorzar una galleta o gelatinas de cinco centavos si están devengando sueldos más altos que los diputados a los que tanto hemos criticado. Si ese es el caso, ¿realmente algo ha cambiado? ¿” Los mismos de siempre” realmente han salido del gobierno? Lo que ha cambiado es el color de su bandera y la forma en que se han echado a la bolsa el voto de las personas. No podemos esperar políticos diferentes si nos seguimos educando de la misma manera. 

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Por Marvin Navarro

2021-06-14 7:01:05

Nos hemos quejado mil veces sobre nuestras figuras públicas; exigimos representantes diferentes, que nos respeten y realmente se dediquen a velar por nuestros intereses en lugar de aumentar sus sueldos. ¿Cómo podemos esperar que nuestros políticos sean diferentes si son educados por una población igual a ellos? La convivencia política en El Salvador está fundamentada en cuidar la imagen, en creer que el otro está mal porque yo no puedo equivocarme, en humillar e irrespetar a otros para poder sentirme superior. El contexto político está lleno de engaños y de ilusiones. En este preciso momento, nos hacen creer que vivimos en Dubái, que hace más de un mes no hay homicidios y que la economía va mejor que nunca.

¿Qué haremos cuando esa ilusión empiece a desaparecer? ¿A quién vamos a culpar? Porque no está de más decir que la costumbre es buscar al culpable antes que resolver el problema. Nadie nos ha querido decir cómo somos porque es doloroso conocer la verdad y preferimos vivir en una mentira, cuando es importante recordar que, si no duele, probablemente no la estemos escuchando. De todas formas, nos negamos a prestarle atención a alguien que pueda estar en lo correcto y preferimos creerle al que grita más fuerte o humilla a más personas en el camino para hacernos creer que tiene razón, al que no duda en devolver un insulto porque pensamos que dejarse es perder la pelea. En fin, son muchas actitudes y comportamientos los que hemos adaptado a nuestras vidas hasta considerarlos tan normales como respirar.

¿De dónde vienen todas esas creencias y actitudes? Muchas de ellas las adoptamos en el hogar. Vemos y escuchamos a nuestros padres, hermanos, abuelos y demás familia discutir y actuar de una forma determinada. Cuando nosotros tenemos que enfrentar situaciones iguales o similares como nuestra primera discusión con otro niño o niña, como tener en nuestras manos algo que sabemos que no es nuestro, como haber recibido un insulto de otra persona; ahí es donde demostramos lo que hemos aprendido de nuestro entorno. Ahí es donde ese niño pequeño puede optar por gritar al otro infante con el que discute o bien puede mantener la calma; puede decidir quedarse con los materiales que encontró tirados o devolverlos a su dueño; tiene la posibilidad de devolver un insulto mucho más fuerte de tantos que ha escuchado o entender que no es correcto irrespetar a los demás.

La escuela juega un papel fundamental en la formación académica, pero no está cuidando todas estas habilidades blandas y valores tan necesarios como el respeto y la honestidad. Un grave error con el sistema educativo es creer que educar a los niños bajo una religión es una garantía de que serán personas íntegras que practiquen valores, la vida no es tan simple. Las enseñanzas del hogar y las interacciones con los compañeros son los elementos que construyen la identidad de una persona, pero, si uno o ambos factores falla se corre el riesgo de que estemos construyendo una nueva figura política: una persona con problemas de corrupción, que no respeta a sus semejantes y que pasa sobre los demás siempre que tiene oportunidad.

De nada sirve que ahora tengamos diputados fingiendo humildad por almorzar una galleta o gelatinas de cinco centavos si están devengando sueldos más altos que los diputados a los que tanto hemos criticado. Si ese es el caso, ¿realmente algo ha cambiado? ¿” Los mismos de siempre” realmente han salido del gobierno? Lo que ha cambiado es el color de su bandera y la forma en que se han echado a la bolsa el voto de las personas. No podemos esperar políticos diferentes si nos seguimos educando de la misma manera.

No tenemos la culpa de haber sido criados de una u otra forma, pero sí somos responsables de la forma en que nos comportamos. El primer paso para cambiar es volvernos conscientes del tipo de persona que somos y de las cosas que necesitamos cambiar. Una persona que cree no tener nada que cambiar, es probablemente la que más camino tenga por delante para efectuar cambios en su forma de pensar, de actuar y de tratar a los demás.

Estudiante de Licenciatura en Economía y Negocios

Club de Opinión Política Estudiantil (COPE