Reto

Ni todos los retos son nuevos ni todos serán superados. La cuarentena presentará nuevos. Lo importante es identificarlos, enfrentarlos y tratar, hasta donde sea posible, de superarlos

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Por Jorge Alejandro Castrillo Hidalgo

2021-01-15 7:36:49

La semana anterior, a raíz de la virtualidad en educación a la que ha obligado la pandemia, señalaba que es muy probable que los indicadores de deserción escolar, bajo rendimiento académico, trabajo infantil y desnutrición podrían haber aumentado entre nuestra población al no asistir los chicos a la escuela.
A principios de este siglo XXI, gracias al financiamiento del Departamento de Trabajo de los Estados Unidos (USDOL), la Organización Internacional del Trabajo (OIT) desarrolló un pionero Programa de Combate al Trabajo Infantil en sólo cinco países en todo el mundo, siendo El Salvador uno de ellos. El Programa era complejo y consideraba acciones en varias áreas de la realidad. Me ofrecieron que condujera la parte del Programa que se relacionaba con el sector educativo. Acepté el reto sin pensarlo demasiado. Para entonces no había mucho, nada, en la literatura de donde echar mano para ganar experiencia. “Bolsa Escola”, antecedente de “Bolsa Familia” en Brasil no había aparecido aún en el escenario. En el país funcionaba desde años atrás el programa de “alimentación escolar”. También funcionaba ya el Programa de los “Huertos Escolares” que Michelle Obama impulsó en USA durante la gestión de su esposo. ¿nos habrán copiado, así como el reciente asalto al Capitolio?
Mi primer reto fue intentar que la OIT cambiara el nombre del Programa para El Salvador. Mi argumento parecía contundente: trabajar es parte de la idiosincrasia e identidad salvadoreñas, cualquier intento por “eliminar el trabajo” —así sea infantil, en sus peores formas— caerá mal y tendrá mala prensa. Libré mi solitaria y, a la postre, infructuosa batalla durante uno o dos años, incluso en la propia sede. Como en el chiste, también aquí “pasó, padre, lo que tenía que pasar”: el Programa cayó mal, tuvo mala prensa y enfrentó oposición en algunos sectores del país. Ganas me dieron de decirles “yo te lo dije, chele”. No lo hice porque ellos no conocieron a Aniceto Porsisoca.
Cuando el gobierno de Mauricio Funes ofreció —con bombos y platillos, que también los usaban— los uniformes para los escolares, “pasó, padre, lo que tenía que pasar”: se incrementó la matrícula inicial, pero ni se logró retener a esos niños en la escuela ni mejorar indicadores educativos referidos a la calidad de la educación. Eso ya nos lo había enseñado el Programa: el reto de hacer llegar a los niños —sobre todo a los más pobres— a la escuela no es tan difícil de superar, el real desafío es mantenerlos dentro del ambiente escolar ¡y aprendiendo!
El programa era liderado en nuestro país por el Ministerio de Trabajo en estrecha coordinación con el Ministerio de Educación. En aquellos días no trabajaban tan coordinados como dicen que lo hacen ahora —¡ojalá!— pero hay que reconocer que cada quién hizo lo suyo. Me habría gustado que los otros componentes avanzaran tanto como se logró avanzar en el educativo, en el que según todas las evaluaciones externas atestiguaron, se alcanzaron y superaron cada uno de los objetivos (KPIs) planteados desde el inicio del proyecto; sería que, a lo mejor, en los otros campos lo tenían mucho más difícil o que, visto en retrospectiva, el trabajo que se hizo entonces en el componente de educación nos hace recordar ahora la anécdota que cuentan del “huevo de Colón”, durante una comida que le fuera ofrecida en palacio luego de haber descubierto América.
Gocé y agradecí intensamente ese trabajo. Me permitió conocer de primera mano los enormes retos que nos quedan por superar para llevar educación a lo largo y ancho de nuestro terruño. También conocí de cerca el estupendo trabajo que hacen algunas abnegadas, amorosas y arrechas (en la acepción salvadoreña de la palabra) maestras rurales. Fueron ellas quienes consiguieron que, con la ayuda de las promotoras de las “agencias implementadoras“, los niños permanecieran aprendiendo en las escuelas y que los objetivos fueran sobrepasados.
Estoy seguro de que muchos de esos niños que al inicio del proyecto no asistían a la escuela ya terminaron o están por terminar la universidad: una empresa multinacional de telefonía sacó provecho de aquel trabajo para su programa de Responsabilidad Social Empresarial en apoyo a la educación. De igual forma, el Ministerio de Educación de entonces (gestiones de Rolando Marín y Darlyn Meza) asumió varios retos a los que el proyecto nos enfrentó como país, incluido el financiamiento de la “Salas de Nivelación” que siguieron operando en el terreno después de concluido el Programa, hasta que el profesor Sánchez Cerén —cuando Ministro de Educación, ad honorem— lo canceló junto con otros que operaban con eficiencia desde años atrás.
Ni todos los retos son nuevos ni todos serán superados. La cuarentena presentará nuevos. Lo importante es identificarlos, enfrentarlos y tratar, hasta donde sea posible, de superarlos. El Salvador lo merece. Si educamos bien a nuestros niños, tendremos un mejor futuro. Todos.

Psicólogo/psicastrillo@gmail.com