Orden y progreso

Sin orden, continuaremos siendo un caótico país tercermundista del cual, cada vez más salvadoreños —con muro o sin muro— intentarán escapar. Sin orden es imposible que haya armonía, progreso y felicidad para nuestra sociedad.

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La delegación salvadoreña fue ovacionada por los compatriotas residentes en la capital estadounidense. Foto EDH / Tomás Guevara

Por Max Mojica

2019-09-22 2:33:25

El orden se refleja en todos los ámbitos de la naturaleza. Del caos primigenio derivado del Big Bang se derivó un “orden de las cosas” que existe a nivel universal, expresado en ecuaciones matemáticas, físicas y químicas que regulan todo lo que existe.

Ese orden rige la materia, la hizo funcional y, eventualmente, ese mismo orden actuó como “incubadora de la vida”, permitiendo que, por medio de la evolución de los seres, se desarrollara la creatura más compleja que conocemos hasta hoy: el ser humano.

Entre los académicos continúa abierta la disputa sobre si el orden existente se deriva de un diseño inteligente hecho por un Dios creador, o de una afortunada, única e improbable coincidencia aleatoria. No pretendo analizar el tema en este editorial, pero lo cierto es que, sin ese orden, en vez del Universo que conocemos, reinaría el caos más absoluto.

Cuando echamos un vistazo a la naturaleza, somos testigos de ese orden intrínseco que buscan los seres que tratan de escapar de la entropía. De la observación de las conductas, nos daremos cuenta de que los seres más prósperos y de alguna forma, más importantes para el sostenimiento de la vida en la tierra, son los más ordenados y organizados; para el caso: las hormigas y las abejas. Las primeras, logran colonias con miles de individuos, que viven en un impresionante orden que les permite existir para sí mismas y sus descendientes, coexistir con otras especies y en consecuencia, prosperar.

Los peces, aves y algunos mamíferos, logran por medio del orden, encontrar un mecanismo para asegurar su propia supervivencia. La migración de miles de ñus de la sabana africana, cuando deambulan siguiendo la estación lluviosa, les permite asegurar que su especie sobrevivirá protegiendo del ataque de los depredadores, utilizando el mecanismo de vida armónica dentro de grandes números, para proteger de esa forma la vida del individuo determinado. Igual situación se presentan en el perfecto balé sincronizado de los cardúmenes, que esconden al individuo dentro de la ordenada masa de seres.

Cuando pasamos a analizar al mamífero más complejo de todos, es decir, al Hombre, nos damos cuenta de que éste ha sido el ser más exitoso en términos evolutivos, ya que ha logrado conquistar todos los climas, todos los parajes, todos los ecosistemas. Pero ese éxito no es uniforme, las poblaciones humanas varían su forma y expectativa de vida, su nivel de satisfacción y confort, que redunda en la felicidad del individuo, dependiendo del orden que experimentan sus grupos sociales.

No es un secreto que la ordenada Dinamarca es más próspera y sus ciudadanos, por tanto, viven vidas más cómodas, felices, sanas y longevas, que los desdichados seres que viven en la convulsionada y caótica Kabul. Ello es una clara implicación que, sin orden, las sociedades son incapaces de servir de plataforma para que sus miembros y, al fin de cuentas, para que cada individuo que las integra pueda desarrollar plenamente sus capacidades, su desarrollo como persona, sus metas y así escapar de la frustración propia de las existencias sin trascendencia, para encontrar la felicidad que se deriva de la propia realización personal.

Derivado de la cotidianidad, muchos de nosotros no nos damos cuenta de la vida desordenada y a veces caótica que experimentamos en nuestro país. La muestra más clara de ello es la falta de control territorial de parte de los gobiernos central y municipal, que desde hace décadas han perdido en manos de las organizaciones criminales como las maras.

Ese vacío de “orden legal” produce diversos niveles de infelicidad; ya que hay pocas cosas que hacen tan infeliz al ser humano, como no sentirse seguros en su propia casa o en su propio círculo social de existencia.

Situación similar vivimos con el tráfico. El desorden que vivimos en nuestras calles es producto de la ausencia de funcionarios técnicos, con capacidad comprobada, en los puestos de clave del gobierno, quienes, por desconocimiento, no son capaces de poder brindar soluciones a los retos que como país tenemos.

Sin orden, continuaremos siendo un caótico país tercermundista del cual, cada vez más salvadoreños —con muro o sin muro— intentarán escapar. Sin orden es imposible que haya armonía, progreso y felicidad para nuestra sociedad.

Abogado, Máster en leyes