OPINIÓN: ¿Y ahora, qué?

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2021-03-04 5:07:03

Como consecuencia de las elecciones, el presidente controlará de mayo en adelante no sólo el Poder Ejecutivo sino también el Legislativo y, a través de ésta, el Judicial. Esta posición sería ideal para alguien que tuviera un programa de gobierno para poner al país en el rumbo del desarrollo. Pero el presidente no tiene tal programa. En realidad, nunca ha hecho ninguna promesa relacionada al progreso de El Salvador, con tres excepciones: un aeropuerto en la zona oriental, un ferrocarril para servirlo y una zona turística para hacer surfing, con una inversión de alrededor de $100 millones, apenas el 2% de la inversión total del país y el 0.4% del Producto Interno Bruto (PIB).

Sin tener nada que ofrecer para el futuro, el presidente escaló el poder en las elecciones de 2019 sembrando odio contra sus predecesores, a los cuales culpó de todos los problemas del país, y lo consolidó en las elecciones de 2021 usando el poder del Estado para llenar a su partido con dineros del Estado mientras dejaba a los partidos de la oposición sin recursos. Lo primero lo logró repartiendo comida en nombre del presidente a través de personas vistiendo uniformes de su partido, y lo segundo bloqueando la distribución de los fondos del FODES que por Constitución deben repartirse a las alcaldías (Nuevas Ideas no tenía ni una alcaldía), así como bloqueando el pago que el gobierno tiene que dar a los partidos políticos por cada voto logrado en las elecciones anteriores. Con esto perjudicaba también a su propio partido, pero estos recursos no eran nada comparados con todos los cientos de millones de dólares que el gobierno traspasó a Nuevas Ideas a través de los programas de comida.

Un triunfo electoral tan marcado tiende a ser muy inestable porque evidencia unas expectativas tan altas en el electorado que son imposibles de lograr. El presidente Napoleón Duarte, por ejemplo, logró una mayoría calificada en la Asamblea con el apoyo del PCN, pero perdió catastróficamente 3 años después ante ARENA, que ganó mayoría simple y la presidencia de la República un año después. La burbuja que se creó alrededor de una figura en tiempo récord, se revienta también en tiempo récord.

El presidente tiene muchas cosas en contra para evitar esta decepción masiva. El dinero para seguir regalando cientos de millones de dólares en comida ya no se puede seguir consiguiendo sin costo político. Hay que comenzar a pagar los $3 mil millones que se tomaron prestados en 2020, además de cubrir los déficits futuros que se tendrán aun sin gastos de comida, y para eso ya se ha sabido que el gobierno está planeando subir el IVA a 15% y poner otros impuestos que alienarán a la población porque causarán alzas de precios y aumentos en el desempleo.

El gobierno también parece estar planeando nacionalizar las pensiones, lo cual le daría mucho dinero en el cortísimo plazo, pero muy rápido le causaría más salidas que entradas de dinero. Muy rápido también los ahorrantes del sistema se darán cuenta de que los incautados en la nacionalización de las pensiones son ellos mismos. Y para mientras, los servicios públicos se encuentran en un nivel bajísimo, y el gobierno no tiene ni un plan para invertir en desarrollo humano, económico y social ni el dinero para hacerlo e implementarlo.

En este ambiente, el descontento crecerá muy lentamente al principio, al irse dando la gente cuenta de que votaron por un espejismo. Luego, la popularidad de Bukele caerá más que la de Duarte. Cuatro años después de la culminación del poder total no sólo se perdieron las elecciones de diputados y de presidente, sino que el partido Demócrata Cristiano quedó reducido a ganar unos cuantos diputados en cada elección.

Esta perspectiva es la que vuelve peligrosos los resultados de estas elecciones porque, sabiendo que no tiene nada para darle realidad a la ficción que lo llevó al poder, el presidente parece estar ya listo para tomar dos acciones. Primero, tratar de mantener su popularidad persiguiendo a la oposición, acusándola de que ésta sigue bloqueándole sus acciones aunque ya no estén en la Asamblea, y, segundo, sustituir la fuerza de los votos por la fuerza de las armas para que ya la pérdida de su popularidad no le reste poder a él en lo personal. La población debe prepararse para que esto no pase.

Máster en Economía

Northwestern University