El Salvador tiene mil heridas, pero no queremos sanarlas

El Salvador tiene mil heridas de ambas partes, pero no nos interesa buscar cómo sanarlas, y por eso nuestra política esta teñida de resentimiento y odio. Aún nos centramos en la ley del talión, no en la justicia, la verdad, la restauración y el perdón como piedras angulares de nuestra democracia

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Juan Umaña Samayoa, exalcalde de Metapán, es acusado junto a José Adán Salazar, de lavado de dinero Foto EDH Archivo

Por Carmen Marón

2020-09-25 7:23:18

Tenía diez años cuando ocurrió la Masacre de El Mozote. Recuerdo que ya habíamos puesto el árbol de Navidad y yo estaba esperando unos patines de regalo. La noche del 12 de diciembre de 1981 vi que mis padres cerraron la puerta de su cuarto y encendieron una radio que teníamos que por onda corta se conectaba a “La Voz de América”, pues las noticias en la guerra estaban censuradas a lo que el gobierno quería que supiéramos. Me arrodillé afuera de la puerta y alcancé a oír las palabras “masacre”, “tortura”, “niños”, “Mozote”. Al día siguiente, los medios informaron que en Morazán se había desmantelado un campamento de guerrilleros. Hasta allí quedó la cosa.
Conocí la realidad de El Mozote ya de adulta, a través de alguien que tenía un pariente entre las víctimas, una de esas personas que uno conoce conforme camina por la vida, si se ve más allá de familia o clase social. Ella fue quien me contó con la voz ahogada en llanto su historia. Fue una tragedia de tres días. A este pequeño pueblo llegó el ejercito el 10 de diciembre y ordenaron que todos los pobladores entraran a sus casas y no salieran. El 11 de diciembre sacaron a todos: hombres, mujeres, niños, bebés. Los torturaron desde la madrugada hasta media mañana para hacerlos confesar y luego los mataron. Dejaron los cadáveres sin sepultar y se fueron a seguir la matanza en otros caseríos. Ellos milagrosamente habían salido refugiados a Honduras unas semanas antes, a un campamento. Murieron cuatro de sus tíos y sus familias. No sabe aún quién los enterró. Regresó a Gotera a principios de los Noventa.
He perdido amigos porque me niego a decir que El Mozote no fue una masacre. Una “niña bien”, me dijeron una vez, no habla esas cosas. Una “niña bien” no acusa al Ejército que me salvó en la guerra. Yo no quiero que nadie se pudra en la cárcel, porque no va a hacer que esos quinientos inocentes revivan y tampoco odio a la FAES como no odio a la guerrilla. Pero SÍ quiero lo que se llama “Justicia Restaurativa”. Quiero que se admita que los muertos no eran guerrilleros, quiero que se admita que fue un crimen de lesa humanidad, quiero poder hablar libremente de lo que ocurrió allí, porque no es lo mismo oírlo de alguien que lo cuenta llorando que leerlo en el internet y quería que hoy, este gobierno, quienes eran bebés o no habían nacido en ese momento, hicieran justicia y abrieran los archivos. El COVID no es excusa. Montano fue juzgado en España durante un rebrote.
Pero no se hizo justicia. Al igual que no se ha hecho para cientos de crímenes de guerra tanto de derecha como de izquierda. Cuando un país no reconoce sus pecados de palabra, obra y omisión, está condenado a repetirlos.
El Salvador tiene mil heridas de ambas partes, pero no nos interesa buscar cómo sanarlas, y por eso nuestra política esta teñida de resentimiento y odio. Aún nos centramos en la ley del talión, no en la justicia, la verdad, la restauración y el perdón como piedras angulares de nuestra democracia. Y lo más triste, durante cuarenta años hemos enseñado una historia llena de falsedades a las nuevas generaciones. ¿Cómo nos puede sorprender su apatía?¿Cómo nos puede sorprender que no puedan creer en los políticos?
Mientras El Mozote y muchos otros crímenes, de derecha e izquierda, sigan impunes, nuestro paísseguirá siendo una Patria herida y dividida. Es hora de buscar justicia. Es hora de restaurar.

Educadora, especialista en Mercado con Estudios de Políticas Públicas.