El victimismo de cada día

El colmo del victimismo lo estamos sufriendo con el ascenso del Excelentísimo al poder absoluto. Él, que ha convertido nuestro país en lo máximo del mundo mundial, idolatrado por el 97% de los salvadoreños (cifras suyas), es víctima de los gobiernos anteriores, víctima del 3%, víctima de los Estados Unidos, de los diputados, de los Magistrados de la Corte de Cuentas y de la Corte Suprema de Justicia, de los periódicos independientes, de las ONGs y de todos aquellos que no lo aplauden

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Moriba conduce el balón durante un entrenamiento. Foto de carácter ilustrativo y no comercial. / https://www.fcbarcelona.es/es/futbol/primer-equipo/fotos/2104333/entrenamiento-13-04-2021

Por María Alicia de López Andreu

2021-04-16 7:19:47

Pareciera que la característica común para los humanos del Siglo XXI es el victimismo. La sociedad se ha inmerso en el relativismo más absoluto: no admite ninguna diferencia entre el bien y el mal, por lo que todo es permitido y existe el derecho a hacerlo y, encima, debe ser apoyado. Y quien – pobrecito - no hace lo que le da su gana, es una víctima. Disentir sobre las acciones, conducta o actitud de alguien, significa discriminar, odiar, denigrar y acosar, cuando no amenazar, a esa pobre “víctima”. Es decir, para ser parte del mundo actual, debemos aplaudir TODO lo que hacen los demás, aunque esas acciones quepan en descripciones que pueden calificarse dentro de un rango amplísimo, desde “tontería”, hasta “crimen”.
De allí que lo que fuera una lucha justa por eliminar prejuicios nefastos, ahora se ha ido al otro extremo, dividiendo a la humanidad en dos únicas clases: las víctimas, seres divinizados que tienen todos los derechos, y los victimarios, monstruos malvados, culpables de todos los males, reales o inventados, que supuestamente existen.
Al juzgar y condenar a priori, basándose únicamente en el prejuicio víctima/victimario, no sólo se pierde el sentido de la justicia, sino también el proceso de razonar, discernir y decidir, con base en hechos concretos y comprobables. Peor aún, se engloba a todos los demás individuos de la misma especie (empresarios, por ejemplo), dentro de la categoría de victimarios, haciendo cada vez más profunda la brecha de odio, ya existente en nuestra sociedad.
Pero el colmo del victimismo lo estamos sufriendo con el ascenso del Excelentísimo al poder absoluto. Él, que ha convertido nuestro país en lo máximo del mundo mundial, idolatrado por el 97% de los salvadoreños (cifras suyas), es víctima de los gobiernos anteriores, víctima del 3%, víctima de los Estados Unidos, de los diputados, de los Magistrados de la Corte de Cuentas y de la Corte Suprema de Justicia, de los periódicos independientes, de las ONGs y de todos aquellos que no lo aplauden. Cada una de sus comunicaciones abundan en acusaciones, insultos y amenazas, esmerándose, además, en alabarse y victimizarse. Todo, para ocultar el fracaso de su gestión y la corrupción de sus allegados. Todo por no dar cuenta de dónde están los miles de millones de dólares de los que ha dispuesto durante su gestión. Por no explicar cómo su Ministro de Agricultura, señalado por asuntos bien turbios, incluso por entidades extranjeras, fue suprimido como Ministro, INDEMNIZADO (eso dicen, por favor explíquese, Excelentísimo) y degradado a Viceministro, con un jugosísimo salario (en su caso, no puede llamársele honorario). Y, ¿qué decir de la barbaridad que piensa ejecutar con el FODES? ¿Y todos los cambios de última hora, sin anuncio ni capacitación, en las leyes tributarias? Por supuesto, es indispensable mencionar el adefesio sin ton ni son llamado Fase 3 del Hospital El Salvador: ¿es que ni siquiera tiene ascensores, que hemo visto ancianos escalando graderíos para vacunarse? Esto, sólo por mencionar los últimos disparates, porque los de toda su gestión no cabrían ni en una enciclopedia.
La obra VERDADERA del Excelentísimo se resume a cinco palabras: destrucción de nuestro Estado de Derecho. La víctima es nuestro país, no él.
Ojalá que todavía queden salvadoreños que nos negamos a ser víctimas y, unidos, trabajemos por salvar a El Salvador. Así sea.

Empresaria.