La inteligencia de las "focas"

En lugar de insultar a quienes después les pedirán el voto, la comunicación política contra la dictadura debería enfocarse en investigar y sacar a la luz pública sus falsedades, sus arbitrariedades y su galopante corrupción. La mentira se combate con la verdad. La mofa, el insulto y el escarnio solo provocarán más rechazo contra quien la genere. Si se demuestra que Bukele es solo un farsante político más, la población le aplicará la misma sentencia de repudio que hoy por hoy le está aplicando a los partidos en los que antes confió

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El Majestic funcionó por más de medio siglo en el edificio ubicado en el Centro Histórico de San Salvador. Foto: Archivo EDH.

Por Marvin Portillo

2021-06-06 4:23:23

En una revista de ciencia encontré un artículo en que se afirmaba que la foca es el mamífero acuático con el nivel de inteligencia más alto, después del delfín. “Si se define la inteligencia como la capacidad para aprender partiendo de la experiencia, la foca responde ampliamente a este concepto”, decía el reportaje.
Quizás todos tengamos una visión poco acertada de estos ingeniosos mamíferos marinos porque estamos acostumbrados a la imagen de las focas de los centros de atracciones, que aplauden cada vez que su entrenador se lo ordena, y por lo cual el animal es recompensado con un pescado.
Esta idea de la foca entrenada que todo lo aplaude fue usada por los opositores a los gobiernos de los Kirchner en Argentina y del Frente Amplio en Uruguay como burla a lo que, según ellos, es una postura acrítica respecto de cualquier acción llevada a cabo por los gobernantes de turno. Aquí, en El Salvador, los “inteligentes” estrategas de comunicaciones de los partidos políticos tradicionales han calcado el denuesto y lo han aplicado a los seguidores del presidente Nayib Bukele. Esta estrategia comunicacional, aparte de carecer de originalidad, adolece de un mal muy común en la clase política tradicional: Mirar la paja en el ojo ajeno y no percatarse de tener una viga en el propio.
Pareciera que los estrategas –y algunos dirigentes de los partidos políticos tradicionales– se negaran a ver la realidad que cada año reflejan los eventos electorales: la población votante ya no los considera sus legítimos representantes.
Las cúpulas de esos partidos, lejos de corregir sus errores, se engañan a sí mismos y a sus miembros argumentando que la popularidad de que goza su principal adversario, el presidente Bukele, se debe a una supuesta falta de seso político por parte de la población. Cegados por su necedad, no logran discernir que en lo que ellos presentan como una irracional actitud de la población, subyace un elemento de sabiduría popular: “Siembra espinas y recogerás abrojos”. Los votantes confiaron en ellos, pero hoy se sienten traicionados y claman venganza.
Las “focas” como peyorativamente llaman a los seguidores del presidente Bukele y su partido, no aplauden las acciones del dictador en respuesta a los paquetes de comida que reciben, sino porque lo ven como el justo ejecutor del merecido castigo que ellos, los viejos partidos políticos, debieron haber recibido hace mucho tiempo. Mientras no logren recuperar la confianza de los electores, las acciones del dictador en contra de los “mismos de siempre” serán continuamente aplaudidas como actos de justicia.
Pero el rechazo electoral que la población siente ante los partidos políticos tradicionales no surgió en un día: se ha ido labrando con el tiempo. Los principales responsables de esto han sido las dirigencias de los mismos partidos, quienes se han alejado de sus principios: nacionalistas, unos; revolucionarios, otros.
Por el otro lado, su archienemigo político sigue acumulando simpatías y aplausos de parte de la ciudadanía, y todo parece indicar que el ejercicio del poder, lejos de desgastarlo, lo fortalece.
En lugar de insultar a quienes después les pedirán el voto, la comunicación política contra la dictadura debería enfocarse en investigar y sacar a la luz pública sus falsedades, sus arbitrariedades y su galopante corrupción. La mentira se combate con la verdad. La mofa, el insulto y el escarnio solo provocarán más rechazo contra quien la genere.
Si se demuestra que Bukele es solo un farsante político más, la población le aplicará la misma sentencia de repudio que hoy por hoy le está aplicando a los partidos en los que antes confió. Pero hará falta una fuerza política en la que la población pueda confiar para encargarle la tarea de ejecutar su veredicto de repudio.
La única fuerza que podría acoger la justicia popular deberá surgir, no de viejos partidos maquillados ni de figuras políticas desgastadas en las que la población ya no confía, sino de las filas ciudadanas, de agrupaciones no vinculadas a “los mismos de siempre” y liderazgos nuevos, emanados de las clases medias y populares, que tengan la capacidad de recuperar la fe perdida de los votantes con propuestas originales y que sean capaces de presentarse con expedientes personales limpios y cimentados en convicciones firmes y principios morales sólidos.
Esta nueva oposición ya está surgiendo y no dudo que, llegado el momento, estará lista para ofrecerles a los salvadoreños una nueva alternativa democrática basada en los principios fundacionales de la patria: Dios, Unión y Libertad.
El Salvador puede y debe ser salvado.
Por El Salvador, cualquier cosa, en cualquier parte.

Periodista, asesor en comunicaciones estratégicas.