La voz de las montañas

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Fotografía de archivo del 26 de marzo que muestra al primer vicepresidente del Parlamento, Edgar Zambrano, durante una sesión de la Asamblea Nacional presidida por Juan Guaidó. Funcionarios del Servicio de Inteligencia detuvieron este miércoles a Zambrano, a quien le fue levantada la inmunidad parlamentaria por la oficialista Asamblea Nacional Constituyente. Foto / EFE

Por Carlos Balaguer

2019-05-08 6:16:03

Durante días infinitos Kanta y Cima se amaron en la eternidad de los picos. Eran almas hermanas del monte. Aunque al final cada quien tendría que reanudar el camino de su propio destino. Cima iría detrás de su perdida tribu solar, mientras Kanta seguiría en busca del monte olvidado. En medio de los cerros sólo las voces de Cima y del arquero —así como los relinches del ashua— llenaban el vasto silencio. También se oía la voz de la tormenta, el cantar del viento, el rugido del trueno, el graznar de las aves errantes o el grito de las fieras en los mortales desfiladeros. Cuando Cima cantaba a sus dioses, el eco de los picos repetía sus dulces versos. Así la montaña aprendió a cantar. Como cantaban las aves nocturnas a Kandra, la diosa de la luna, y la flauta primitiva nostálgicas tonadas. Otras veces que Cima lloraba, también lo hacía la montaña.

La joven aborigen no lloraba por el pasado ni el porvenir, porque para los de su raza tanto el ayer como el mañana no existían, sino el eterno presente. En el tiempo inmenso de las estaciones sólo lamentaba el amor que pasaría, como pasaba todo en los picos. Así los peñascos sollozaron junto a la cazadora. La tristeza de la joven nómada era también la tristeza de la montaña. Si el corcel relinchaba, el eco de los desfiladeros repetía sus relinches. Así la voz del monte fue también corcel y libertad.