La moraleja del duende encantado

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Fueron detenidos en durante un patrullaje de rutina. Foto de referencia / Archivo.

Por Jonathan Navarro

2019-11-09 5:26:23

Me gusta la literatura que nos lleva a lugares o episodios inexistentes, y sobre todo, cuando en su propia lectura nos dejan enseñanzas valiosas, que pueden influenciar en la forma de ver la vida.
Una vez más les compartiré un extracto del libro inédito del desconocido autor salvadoreño Alexander Caber, quien en esta historia relata un cuento imaginario, pero no por ello ajeno a expresar una valiosa enseñanza.

“Había una vez un duende mágico llamado Sebastián, quien tenía en su poder una pluma mágica y un papel encantado, con el poder de volver realidad todo lo que con ellos se escribía. Un día, mientras Sebastián paseaba por el bosque, por accidente llegó al castillo del reino donde vivía una bella princesa llamada Alexa, quien era prisionera por los miedos de los reyes de perder a su única hija. Desde lejos Alexa vio al singular Sebastián y asombrada miraba cómo brotaban cualquier clase de cosas maravillosas del papel que llevaba aquel duende en sus manos. Al percatarse Sebastián de que era observado, se escondió entre unos arbustos y maravillado vio a aquella hermosa princesa.
-No te escondas, déjame ver tu rostro- dijo Alexa desde el castillo.

Pero Sebastián pensó: Si una princesa tan bella me ve, seguro temerá de mí. Entonces escribió con su pluma y papel: “Que al verme, mire en mí lo que ella desea”. Y al ver la princesa a Sebastián en seguida le dijo: Tú eres el valiente caballero que ha venido para mostrarme el mundo. Y Sebastián respondió sin titubear: Sí, yo soy. Una vez más escribió en su papel mágico: “Que la princesa pueda ver el mundo que desea”, y frente a los ojos de la princesa pasaron las imágenes de los paisajes más hermosos del mundo, uno más bello que el anterior; pero ver el mundo solo hizo sentir más ansiosa a la princesa, porque pensaba que jamás lo viviría mientras continuara presa en el castillo.
Sebastián, al ver triste a la princesa, volvió a escribir: “Que desaparezca todo lo que la mantiene prisionera”. Entonces los padres de la princesa murieron y Alexa fue despojada de su título de princesa. Ese fue el día más triste para ella.

-Deseaba ser libre, pero jamás quise ocasionar todo esto- decía la princesa envuelta en llanto. Y Sebastián, inmerso en la culpa que sentía al pensar que Alexa estaba tan triste por causa de él, escribió el que sería su último texto mágico: “Que desaparezca todo aquello que hizo daño a la princesa, para que vuelva todo a la normalidad”. Y así nunca más se supo nada del duende, y la princesa volvió al castillo junto a sus padres.

La princesa entendió que no siempre lo que imaginamos es lo que realmente queremos, y no es hasta que lo tenemos que nos damos cuenta de eso. El duende ejemplifico una realidad habitual en cada una de nuestras vidas y es que las acciones malas, aunque parezcan buenas, difícilmente producirán algo positivo; y que actuar por impulso puede llegar a ser contraproducente.

Muchos hemos escuchado, quizás con un poco de resignación), frases como “No siempre la voluntad de Dios es lo que nosotros deseamos”, o “Dios sabe que es lo mejor para nosotros”. Hoy te lo diré de otra manera: difícilmente las personas sabemos con claridad lo que queremos, fantaseamos con riquezas, reconocimientos y logros; pero todo eso solo puede ser el resultado de mucho esfuerzo y trabajo. En lugar de desear ganarnos la lotería, debemos esforzarnos por estar más aptos para adquirir mayores responsabilidades y disfrutar ese largo proceso sin ansiedad. Dejemos de pensar en la olla de oro al final del arcoíris; mejor aprendamos a disfrutar del paisaje.

Abogado.