Hace años había un programa titulado Lifestyles of the rich and famous dedicado precisamente al estilo de vida de personajes con grandes fortunas y además célebres. En aquella serie aparecía la opulencia con yates, mansiones y posesiones prohibitivas. Para los mortales comunes era una oportunidad de asomarse a existencias privilegiadas. Toda una fantasía para la clase media.
Podría decirse que las hazañas de viajes comerciales al espacio son ahora el nuevo anhelo de tantas personas que lo único que conocen es la clase turista en aviones cuyo recorrido más largo es un trayecto transatlántico. Incluso un billete en business resulta exorbitante para la mayoría, acostumbrada a las estrechas dimensiones y la comida de plástico en la cabina económica, a diferencia de las comodidades que se adivinan más allá de la cortinilla que separa una clase de otra.
Todos compartimos la fascinación cuando multimillonarios como Richard Branson y Jeff Bezos lanzan vuelos al espacio por medio de sus compañías, con pasajeros que pueden permitirse un breve paseo galáctico por un precio que puede alcanzar medio millón de dólares. A modo de promoción, en estas travesías invitan a algún famoso cuyo testimonio contribuye a la ilusión colectiva de que algún día ver las estrellas de cerca podría ser tan factible como visitar la Torre Eiffel.
De más está decir que hay justicia poética en lanzar al espacio al actor William Shatner, el mítico capitán Kirk que durante tres temporadas (comenzando en 1966) entusiasmó a toda una generación de trekkies que siguió con fervor las aventuras de la tripulación del USS Enterprise.
Gracias a la invitación del dueño de Amazon, a sus noventa años el intrépido Shatner subió a bordo de una de las cápsulas de Blue Origin y durante diez minutos paseó por el espacio. Finalmente hizo realidad algo que emuló en la ficción de un plató junto a personajes inolvidables como Spock.
Aquella popular serie que exploraba los confines más lejanos del espacio sideral transcurría en el siglo XXIII. En pleno siglo XXI el viejo capitán Kirk ha acariciado la curvatura de la Tierra como quien se da un garbeo en la Quinta Avenida. A su regreso Shatner no ocultó su asombro y emoción, reconociendo la vulnerabilidad del ser humano ante la inabarcable dimensión del universo. El alter ego del capitán Kirk se merecía esta prodigiosa excursión que, de paso, le sirve a Bezos como campaña publicitaria para una proeza que obedece a una empresa con fines lucrativos y al alcance de bolsillos millonarios, en medio de alegaciones de empleados que apuntan a una cultura “tóxica” por parte de la gerencia de la empresa que fundó Bezos.
Esto trae a colación la gradual democratización del transporte. En el pasado los viajes en transatlánticos de lujo estaban limitados a personas muy pudientes (basta con ver los estratos sociales en la popular película Titanic). Algo parecido ocurrió con las aerolíneas: en los años cincuenta promovían la experiencia como algo con glamour y las solícitas azafatas debían seguir cánones sexistas a la hora de atender a una exclusiva clientela. Hoy en día abundan los cruceros a precios módicos y las ofertas para viajar en avión son muy amplias. Desde mochileros a jubilados con ahorros pueden conocer mundo.
Sin embargo, por ahora el turismo espacial está reservado a la tribu de los Bezos y los Branson. El turista accidental que consiga abordar un cohete es gracias a un golpe de imagen para mezclar a los mas ricos con algún ciudadano de a pie. De hecho, los más millonarios no renuncian a la idea de refugiarse eventualmente en algún planeta lejano si el nuestro termina por ser inhabitable. Muchos de ellos ya cuentan con búnkers en la Tierra en caso de catástrofes mayores. Y ha sido el príncipe Guillermo en una entrevista desde el palacio de Kensington quien no ha dudado en criticar las excentricidades de estos magnates, al afirmar que deberían preocuparse más de “arreglar” el planeta que habitamos que de encontrar otros posibles lugares para vivir.
Hoy por hoy la exótica aventura del turismo espacial es para los ricos y famosos. Todavía estamos a años luz de conseguir un asiento en clase turista con destino a la luna. [©FIRMAS PRESS]
Escritora y periodista/*Twitter: ginamontaner