Primera infancia y neurociencia

Las madres, padres o cuidadores no necesitan ser especialistas en neurociencias (los docentes sí), pero deben tener claro la importancia del juego, juguete, imitación, dibujo, estimulación y sobre todo del afecto; aspectos claves para complementar -sobre lo genotípico- una personalidad afable, lógica e imaginativa para ser feliz.

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Vigilante privado de agencia contratada para cuidar empresa. Foto EDH / Archivo

Por Oscar Picardo Joao

2021-09-10 10:17:40

Desde el punto de vista neurocientífico, primera infancia es una etapa del desarrollo educativo “no reglado” que va desde los 0 a los 6 años (algunos amplían a 8 o 9 años); aquí, hay tres elementos o ejes esenciales que se deben considerar y cuidar para un desenvolvimiento futuro normal o mejor: a) Lactancia y alimentación adecuada; b) Control de salud, uso de curva pediátrica y esquema de vacunación; y c) Estimulación sensorial adecuada.
Luego, sobre esta base, de los 3 a 6 años, se deberá trabajar el dibujo, el juego, el juguete y la imitación, como aspectos sustantivos de la plasticidad cerebral pre-educativa. Conocer los aportes de Rodolfo Llinás o Mel Levine (All Kind of Mind, Mentes diferentes, aprendizajes diferentes) para entender la dinámica de los ochos sistemas neuroevolutivos, controles de entrada y de salida, es clave (www.iiasv.org).
En estos días, una prestigiosa institución de apoyo a la niñez publicó una licitación en la cual demandaban: “servicios de consultoría para la implementación de los modelos de atención educativa para reducir la brecha educativa en primera infancia”. En realidad, no hay brecha educativa en esta etapa, sino necesidades maternales para conocer y comprender los tres ejes del desarrollo en primera infancia: Alimentación, salud y estimulación sensorial.
Primera infancia es un segmento crucial y difícil de atender, ya que es eminentemente doméstico; elaboración de cartillas didácticas, visitas casa por casa, campañas educativas, charlas cortas de sensibilización en las consultas ginecológicas y neonatales, son algunas estrategias a implementar. En este contexto, el personal de salud es clave.
Uno de los elementos de trabajo más importante -e invisible- es el cuidado de la plasticidad cerebral del niño o niña; y es aquí en dónde interviene la neurociencia.
La neurociencia es el conjunto de disciplinas dedicadas a estudiar el cerebro y el sistema nervioso, con el fin de comprender los mecanismos que administran las reacciones nerviosas y del comportamiento del cerebro y su relación con el medio externo. Existen múltiples disciplinas como la neuroanatomía, neurofisiología, neurofarmacología, neuroquímica, psicopedagogía, neurología, psiquiatría, psicología que establecen aportes sustantivos con sus investigaciones. Es por ello que la neurociencia debe ser estudiada de manera integrada y complementaria con el fin de comprender la complejidad del cerebro.
El cerebro y la mente o el estado mental son eventos inseparables. La mente es co-dimensional al cerebro, lo ocupa todo. En efecto, el cerebro humano posee “estados funcionales o mentales”: soñar, dormir, alucinar, crisis epilépticas, sensorio-motoras y aprender; y el propio “yo” es un estado funcional del cerebro.
El cerebro funciona con tormentas eléctricas auto-controladas; generando imágenes internas del mundo externo; imágenes cambiantes en tiempo real. La percepción en el cerebro funciona como la validación de imágenes externas. Estas propiedades eléctricas del cerebro son la oscilación, la resonancia, la ritmicidad y la coherencia.
Generalmente nunca nos preguntamos: ¿Cómo se impulsa el movimiento del cuerpo, se crean imágenes sensomotoras y se generan pensamientos? A través de la oscilación las neuronas generan variaciones diminutas de voltaje de milésimas de voltios a través de la membrana plasmática neuronal; con la sinapsis se desarrollan cambios de voltajes; y gracias a la coherencia, ritmicidad y resonancia se formula el potencial de acción comunicativo, generando espacios de coordenadas vectoriales para movernos y planificar diversas acciones.
Existe una organización motora del cerebro. Los sentidos se necesitan para modular las percepciones, pero hay otras reglas intrínsecas del sistema o auto-referencial. Una entrada sensorial modula el patrón de actividad neuronal.
Afirma Llinás que la “predicción” –espacial y temporal- es la función primordial del cerebro. Así, la inteligencia no es otra cosa que la aplicación de reglas tácticas de supervivencia y movimiento en relación con el entorno (decisiones). La predicción de eventos futuros es esencial para la supervivencia. Predicción es un pronóstico de lo que pueda suceder.
En las decisiones cotidianas utilizamos la predicción: Sacar una botella de agua de la refrigeradora: requiere valorar peso, estado, textura, equilibrio, etcétera. La predicción es una función central y antigua de la conciencia y de los reflejos, es parte de un mecanismo básico de protección humana.
La capacidad predictiva del cerebro ha evolucionado con el control motor. Cada vez que hacemos algo –tomar algo- los vectores musculares son accionados: contracción, secuencia, extensión, presión, postura: Unidad Motora. Todo lo planifica el cebero antes de realizar la actividad.
Para predecir el cerebro cuenta con estímulos teleceptivos, retroalimentación cinética, ángulos, vectores, fuerza, aceleración. 50 músculos entre la mano, brazo y hombro suponen 1015 combinaciones de contracciones en milisegundos, tomando posiblemente 1018 decisiones por segundo. Si el cerebro fuera una computadora su procesador debiera ser exahertzio (un millón de gigahertzios). Pero es más complejo, porque cada músculo responde a no menos de 100 unidades motoras y a sinergias musculares –grupos de músculos-…
En síntesis, el control cerebral del movimiento organizado dio origen a la generación y naturaleza de la mente; en este contexto, las propiedades del mundo externo están representadas en el cerebro (universales y símbolos), codificar y decodificar es una tarea clave.
Las madres, padres o cuidadores no necesitan ser especialistas en neurociencias (los docentes sí), pero deben tener claro la importancia del juego, juguete, imitación, dibujo, estimulación y sobre todo del afecto; aspectos claves para complementar -sobre lo genotípico- una personalidad afable, lógica e imaginativa para ser feliz.
Y un dato no menos importante: Cuando estudiamos y descubrimos cómo funciona el cerebro, dejamos de lado otros ropajes humanos: sexo, género, condición socio-económica, raza, religión. Nos enfrentamos a lo esencial de la condición humana: la “compleja máquina” de sobrevivir, decidir, pensar, aprender, emocionarse, el cerebro…

Investigador Educativo/opicardo@asu.edu