En una sociedad frívola, egoísta, crítica, muchas veces de doble moral encontrar a un Hombre Bueno o al justo de Sodoma es como encontrar una aguja en un pajar. Muchos creemos que somos hombres buenos porque respetamos las señales de tránsito, pagamos impuestos, no matamos, no robamos, vamos el domingo a misa o a cualquier actividad religiosa y de vez en cuando ayudamos al indigente. ¡Nada más alejado de lo que el Hombre Bueno es y debe ser!
El Hombre Bueno es una especie en grave peligro de extinción. El hombre bueno es bueno en todo lo que hace; es esa condición que lo aparta del rebaño para compartir lo mejor de él con propios y extraños; suele ser respetuoso, amante de lo justo y la justicia, gremialista, cooperativista, académico, amigo sincero, emérito maestro, padre maravilloso, esposo ejemplar y al caminar va dejando huella, huellas profundas como las del elefante que significan el arduo camino recorrido y no como muchos que sus huellas son sus manos manchadas de maldad, de dinero robado, de mentira y culpas confesas con aquello de que “el fin justifica los medios” y por eso en el camino te cruzas con ese que te dice “firme contra mi voluntad para lograr mi objetivo”. O esos que se creen inmaculados por que salieron librados tras contratar un abogado que les limpiara el apellido por enriquecimiento ilícito, por violentar las leyes o creerse estar por encima de ellas.
Mi amigo y maestro, ese hombre bueno con placeres modestos, gustos ordenados, ocupaciones propias de la edad encaminada en dar lo mejor para el bien común, pues el Hombre Bueno no necesita aprender lecciones que dejó inconclusas. ¡Todo lo cumplió!
El Hombre Bueno por antonomasia existe y quizá todos creemos tener ese hombre bueno dentro de nosotros o en algún conocido; eso no es para sentir particular felicidad, pues hasta los narcos más temidos del mundo han amado con todas sus fuerzas a su familia; es aquí donde la luz del Hombre Bueno ilumina el camino de los ciegos; fue, es y será ese Hombre Bueno a quien se debe imitar; no hubo camino transitado por el que no haya dejado un ejemplo de vida, no hubo conversación sostenida que no dejara una moraleja, jamás volvió su mirada al pasado buscando a los culpables eternos de la vida sino que día a día el maestro se preparaba para dar lo mejor de sí, no hablemos de cosas tangibles como el conocimiento sino de esas cosas que solo los grandes hombres practican y viven: ética, honor, honradez, vidas sencillas, familias unidas, con ese deseo profundo de enseñar y compartir con otros, suelen ser de palabra suave, el tiempo dedicado al amigo, la grandeza de hacer de lo complejo algo sencillo.
El 27 de noviembre de 2019, El Salvador perdió a uno de los Hombres Buenos que tanto se necesitan en estos tiempos; gracias a su vida en su peregrinaje por esta tierra dio tanto que el Hombre Bueno siga enseñando en las aulas, haciendo certeros diagnósticos y sobre todo dando todo a cambio de nada.
El ver partir un hombre bueno invita a reflexionar profundamente sobre el privilegio que la vida me dio en conocer al Maestro y amigo Dr. Rolando Marroquín Casamalhuapa. “Por sus frutos los conoceréis” y del Hombre Bueno cayeron a tierra fértil tres semillas, poco a poco crecieron, siguieron los pasos del Hombre Bueno para convertirse en tres Mujeres Buenas como son Amparo, Margarita y Aleida. Estoy seguro de que nada ha cambiado; serán sus hijas quienes enseñarán las virtudes del padre; esas cualidades que solo en familia se comparten y con sus vidas seguirá el talento y la memoria de él, con esa herencia cada vez más difícil de heredar un buen nombre.
Sin duda alguna el gremio médico perdió un grande, recordándolo a sus dos años de partida y tratando de dar ideas de ejemplo que podemos tomar para ser “Hombres Buenos”.
Médico.