Entre el cinismo y la esperanza

No es realista ni justo pensar que de nosotros depende el cambio del mundo entero, pero sí que podemos tener impacto en personas con nombre y apellido, incluyendo a nosotros mismos

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Nayib Bukele en cadena nacional. Foto Cortesía @SecPrensaSV

Por Juan José Fortín Magaña

2020-09-24 6:18:43

Existe una delgada línea entre ser realista y cínico, así como entre ser idealista e ingenuo. Y vivir en El Salvador hace que esta línea se desdibuje cada vez más y más, hasta el punto en que no sabemos si decir que las cosas están mal y que no parece que vayan a mejorar, significa ser pesimista y creer lo contrario te hace ingenuo.
Se hace fácil vivir ajeno a la esperanza, porque a veces es más duro tener que frustrarnos con la decepción que las cosas no cambian; y que como ya es costumbre decir que nada va bien, lo mejor es resignarse a aceptar que fuera del círculo personal y anecdótico, las cosas no van a progresar. Para no decepcionarnos parece más sencillo renunciar a tener expectativa; sin embargo, parece que esta triste forma de ver la realidad no nos traerá tampoco mucha felicidad, sino que simplemente una constante amargura.
Pero también existe otra cara de la moneda, los que son idealistas, y todavía sueñan con pequeños actos que cambien radicalmente la sociedad y terminen por tornar la decadencia en un progreso constante, o que fervientemente creen en la bondad de líderes “mesiánicos” (caudillos) que vendrán a salvarnos; y en ese idealismo, se chochan con su constante frustración que las cosas no parecen funcionar, o sencillamente los aleja de entender cuál es su verdadero rol en la sociedad.
Entre estos peligros se ubica probablemente la mayoría de la sociedad. Existe la amenaza constante de no ser realistas y dejan el futuro a la resignación de que nada puede cambiar, o que sencillamente todo está en manos de una providencia que hará que las cosas mágicamente salgan adelante. Sin embargo, es obvio que como en la mayoría de las cosas, existe una respuesta intermedia que nos acerca a una mejor realidad.
Las cosas sí pueden cambiar si nosotros actuamos, pero probablemente en la esfera de las cosas personales y comunitarias; no es realista ni justo pensar que de nosotros depende el cambio del mundo entero, pero sí que podemos tener impacto en personas con nombre y apellido, incluyendo a nosotros mismos. Probablemente las cosas a nivel general no las vamos a cambiar de manera radical a menos que tengamos muchísimo poder. Sin embargo, como la mayoría de las personas (incluyéndome), podemos tener un impacto sobre todo en las personas con la realidad más inmediata.
Esto sí puede generarnos una mayor esperanza, puesto que nos abre el camino a poder vivir de una manera positiva pero no ingenua. Nos abre las puertas a que entendamos que la necesidad de cambio viene desde el interior, y que muchas de los males que vemos reflejados en nuestra sociedad como nación, se pueden encontrar en nuestra propia casa e interior.
Es difícil el camino, dado que debe empezar con una reflexión interior sobre nuestra cosmovisión. Es necesario analizar si no nos hemos dejado llevar por el cinismo o por la idealización, hasta el punto de arrancar de nosotros esas inconsistencias.

Lic. en Economía y Negocios, Master en Psicología y Comportamiento del Consumidor