Las alas heridas de la felicidad

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Foto: Redes sociales.

Por Carlos Balaguer

2021-03-03 6:18:58

Damus, el domador de fieras y apuñalador de perros y estrellas, había advertido a su amada Casio sobre las proféticas palabras de la agorera cuenta-fortunas de la feria. “Esa hechicera te ha dicho cosas inciertas, lanzador —dijo la bella infiel—. Ten cuidado de no atravesar con tus puñales las alas de mi felicidad. Porque, si das en el blanco, también tú resultarás herido junto al final aletear de mis anhelos”. Después ambos actores regresaron al festival, perdiéndose entre la multitud enmascarada. Damus bebió como siempre mucho licor, no sin antes afilar sus dagas y antes de ello tomar la copa de aceite. Misma que la quiromántica le recomendara beber para aliviar la borrachera. Cuando el festival apagó sus luces deslumbrantes Sirius, el enamorado perro-estrella, llegó como de costumbre hasta el camerino de Casiopea. “¡Sal de mi habitación —suplicó la amada infiel esa noche al seductor—. Si Damus nos descubre moriremos!”. El malabar puso en sus manos la llave del carro de leones. “Damus duerme profundamente encerrado en la jaula de las fieras —dijo—. Allá donde acostumbra dormir la mona del carnaval. Sólo que esta vez, los leones están dentro del carromato y no en la arena”. La noche plenilunar alumbraba el trágico preámbulo del acto final del lanza-puñales. (XIV) <“La Máscara que Reía” de C. Balaguer>