Cumbre sobre el Sahel: sigue el compromiso contra el terrorismo

Para los europeos, el Sahel representa el frente exterior de una lucha contra el integrismo, con una dimensión militar.

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Ibrahimovic inició las criticas, las cuales respondió Lebron. Foto EDH / Agencias

Por Pascal Drouhaud

2021-02-27 4:09:18

La cumbre de los países de la región del Sahel, en África Occidental, acaba de reunirse en la capital del Chad, N’Djaména. Se trataba de reafirmar una estrategia común contra los grupos terroristas jihadistas en esta región de África Occidente.
Los países del G-5 (Mauritania, Malí, Burkina Faso, Nigeria y Chad), en presencia de Francia y de la Unión Europea, adoptaron “un dispositivo militar”, un año después de la cumbre de ciudad francesa de “Pau” durante la cual se había definido “la composición diplomática” de dicho conflicto. Por cierto, esta región conocida como la de las “tres fronteras” (Malí, Nigeria, Burkina Faso) está enfrentada a un conflicto contra grupos integristas desde el principio de los años 2010. Desde entonces, la comunidad internacional a través de la MINUSMA (Misión multidimensional integrada de las Naciones Unidas) alcanza 11,000 personales, cuando el dispositivo militar francés “Barkhane” cuenta con 5100 militares. Las fuerzas conjuntas de los países del G5 refuerzan una coordinación valorada por todos. El Chad proyecta enviar 1,200 militares a la región de las “tres fronteras”.
El Sahel se ha convertido en un tema internacional, con repercusiones inmediatas en los espacios del Mediterráneo europeo. Desde enero de 2013, Francia, ante la demanda de las autoridades de Malí, tuvo que intervenir militarmente, para parar el avance operativo de Al Qaida en el Magreb islámico (AQMI) hacia la capital, Bamako. La operación “Serval” fue organizada, con el objetivo de impedir la progresión jihadista y contenerla.
El Salvador ha formado parte de las tropas que Naciones Unidas mantiene en Malí, país de 1.240.000 km2.
Como siempre en este tipo de conflicto, y América Central bien lo sabe por haberlo vivido en los años 1980, los civiles son víctimas directas de la guerra: atentados, presiones, el temor, la inestabilidad en los territorios, generaron más de 2 millones de desplazados estos últimos 10 años. Muchos extranjeros han sido rehenes de los grupos: nadie puede olvidar la muerte de dos periodistas de “Radio France Internationale”, Ghislaine Dupont y Claude Verlon en 2013. Desde 2016, la religiosa colombiana Gloria Cecilia Narváez Argoti está en manos de dichos grupos.
Los países vecinos de Malí se organizaron a la vez regionalmente y militarmente para enfrentar los estigmas del conflicto: la creación del G5 garantiza una forma de coordinación para aportar la mejor respuesta a una amenaza inmediata. La parte operacional está cubierta, con el respaldo de dichos países, por Francia que perdió desde entonces 50 militares.
La operación de la Organización de las Naciones Unidas, MINUSMA, permite un apoyo logístico tanto como acciones en favor del desarrollo, de la transición democrática, tantas realidades de un conflicto. Temas como la protección cultural que se había vuelto tan simbólico cuando los integristas destruyeron sitios seculares en la ciudad de Timbuctu, en 2013-2014, permiten subrayar estas las dimensiones complementarias que llevan sobre la memoria nacional de un pueblo.
La Cumbre de N’Djamena planteó los desafíos en materia operacional y de seguridad. Hace un año, la de “Pau” había establecido el contexto diplomático. El horizonte se define más que nunca a través de una “internacionalización” con el grupo de las fuerzas especiales “Takuba”, compuesta de fuerzas europeas. El segundo pilar consiste en un reforzamiento de las fuerzas locales. Supone un entrenamiento, una capacitación a los equipamientos y a una tecnológica concentrando el ejército en su esfera de seguridad sobre un espacio territorial definido. Durante demasiadas ocasiones, tuvo un papel de primer plano, penetrando la esfera pública tal como lo ha sido en Malí o en el Burkina Faso en los últimos años.
La inestabilidad que se generó reforzó finalmente, la presencia operativa tanto como social, de los islamistas. Sectorialmente, pudieron aparecer como una fuerza de proximidad, aportando soluciones diarias, a las crisis del empleo y a la pobreza en general. Es decir, cuanto el conflicto en el Sahel cubre varios aspectos . Sin duda, los resultados militares están en favor de las fuerzas francesas y aliadas. El profesionalismo de las fuerzas especiales, el uso de una tecnología que permite marcar una presencia sobre un territorio que cubre casi 3 millones de Km2, procure una ventaja técnica. Pero bien se sabe que la victoria a largo plazo proviene de la adhesión de los pueblos en un proyecto común que debe traer bienestar, desarrollo y una buena gobernabilidad.
Para los europeos, el Sahel representa el frente exterior de una lucha contra el integrismo, con una dimensión militar. El frente interior para los europeos implica formas de comunitarización que ilustra el debate parlamentario de estas últimas semanas en Francia sobre “el separatismo” de unos sectores de la sociedad que podrían no reconocer los conceptos que establecen la convivencia nacional. Para los países del Sahel, el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (GSIM) tanto como la “ katiba Macina” constituyen las amenazas de seguridad pero también política. Es decir, cuando se ha vuelto global el compromiso de los países presentes en la región. En una relación contractual significa que los resultados también están esperados sobre el terreno del desarrollo duradero, mejor garantía para vencer al extremismo islamista.

Politólogo francés, presidente de LATFRAN.