Iglesia, ética y política

Toda ética implica cierta concepción de política y de sus relaciones con la moral, y toda teoría política supone una ética. Por tanto, es competencia de la Iglesia, como referente ético por excelencia, el posicionarse frente a los avatares de la vida pública.

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Mbappé, tras pitado en un partido ante el Estrasburgo. Foto / EFE

Por Mario Vega

2021-08-14 4:20:05

La Iglesia no está fuera del mundo, ni siquiera está paralela al mundo; la Iglesia está dentro del mundo. Allí es donde debe cumplir su vocación de ser luz. Ocupa un espacio público muy significativo y no hay forma en que pueda sustraerse de él a menos que renuncie a su testimonio. En consecuencia, la política no le es ajena. Le resulta ineludible asumir con responsabilidad ese rol sin importar cuántos irreflexivos haya que insistan en que la política solo le pertenece a los partidos políticos y que la Iglesia no puede ni debe hacer nada para cambiar las cosas. Toda comunidad cristiana vive bajo una forma de autoridad política y de la misma manera en que lo que sucede en la política afecta a los políticos, también afecta a la Iglesia en igual medida. Esto es así porque la política interactúa con otras actividades en las que la Iglesia y toda la ciudadanía se circunscriben. De manera que cuando la Iglesia expresa posición sobre temas políticos está ocupándose de lo suyo.
Toda ética implica cierta concepción de política y de sus relaciones con la moral, y toda teoría política supone una ética. Por tanto, es competencia de la Iglesia, como referente ético por excelencia, el posicionarse frente a los avatares de la vida pública. Esas posturas no son tomadas por un interés en el poder sino porque la Iglesia es la designada para señalar la diferencia entre lo bueno y lo malo. Si esto ya lo hace con respecto a la conducta personal, familiar o eclesiástica, con mayor razón debe hacerlo con relación a la vida en sociedad ya que el espacio público es inescapable.
Si la Iglesia adoptara una posición “neutral” en relación con los hechos políticos estaría pecando gravemente de irresponsable y cobarde y ya no tendría razón de ser. Si no tiene nada qué decir sobre la ética y su expresión social, entonces tampoco tiene nada que decir en absoluto. Todo lo ético le concierne, por tanto, todo lo político también le concierne. No le es posible desatenderse de la sociedad humana a la que pertenece y menos hoy cuando los cristianos participan activamente de la política partidaria hasta el fanatismo y la idolatría. Su papel de orientadora es imperativo pues la subjetividad de los feligreses se encuentra marcada por posiciones políticas que definen las relaciones entre ellos y con todos. Es indispensable una pastoral que guíe al amor y la tolerancia.
Cada ministro de culto debe ser muy coherente con los valores y principios del reino de Dios y, desde el Evangelio, orientar y guiar. Las Escrituras son abundantes en cuanto a enseñanzas básicas como la unicidad de Dios y su Mesías, la transparencia, la honestidad, la verdad, el perdón y el amor. Los ejemplos de Juan el Bautista, Jesús y Pablo son definitivos en cuanto a mostrar modelos de adopción de posturas y enseñanzas en contextos políticos complicados y absolutistas. La actitud del no involucramiento es adoptar ya una posición, y no la mejor, pues callar en tiempos de crisis moral es ser claramente infiel.
Para que la Iglesia pueda ser plenamente humanitaria tiene que vivir entre los humanos, no solo como humanos sino también con los humanos, necesariamente en sociedad. No puede aislarse ni volverse ensimismada. Reflexionar sobre la política, si no es una obligación, por lo menos debe ser un derecho y un deber como sujeto social que es. Le es imperativo participar en la forma en la que se establece el orden, cómo se detenta el poder; porque, no solo debe soñar la paz, la estabilidad y la armonía, sino que debe trabajar por instaurarlas. Los cambios sociales los realizan individuos con conciencia política que buscan resolver conflictos, en consecuencia debe tomar posición para participar con sus propias fuerzas en la construcción de las soluciones.
Cuando los feligreses hacen política a su manera, recrean el orden social y ellos mismos se recrean y se reconstruyen. Las decisiones políticas del día a día son las que terminan por modelar el pensamiento, las actitudes y la conducta de los miembros. Y ¡vaya que si esa no es una responsabilidad de los ministros del Evangelio!

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.