La imagen de un papá y su bebita de 23 meses de edad, que se ahogaron en el Río Bravo, buscando un mejor futuro, me parte el corazón. Me duele profundamente como ser humano, como salvadoreño. Algunos hemos olvidado que todos somos hermanos y que tenemos el mismo padre, el Altísimo; cruda realidad descrita por el papa Francisco: “La globalización de la indiferencia ha hecho que hayamos perdido la capacidad de llorar”.
La embajadora de Estados Unidos, Jean Manes, aseguró que la inmigración ilegal de salvadoreños está incrementando, sostuvo que no bastan los esfuerzos de prevención, sino que también se tiene que mejorar la seguridad ciudadana y la economía del país. Agregó que el nuevo gobierno tiene que trabajar más por apostar a la atracción de inversión, tanto local como internacional, para crear más y mejores empleos para los jóvenes.
Sin embargo, es una realidad que Honduras, Guatemala y El Salvador son países asolados por la violencia de pandillas, el crimen organizado, el narcotráfico, la corrupción gubernamental y la pobreza extrema. Y son estos factores los que han impulsado oleada tras oleada de migración ilegal hacia Estados Unidos, provocando la ira de Donald Trump. Y resulta que estos países del Triángulo Norte destinan enormes fondos a programas sociales básicos asistencialistas, cuyo efecto aparente ha sido el aceptar y perpetuar sus condiciones de pobreza y marginación, que en un marco de violencia e inseguridad termina alentando a los beneficiarios a emigrar.
Tanto las autoridades norteamericanas como observadores en la región tienen claro y han denunciado que los migrantes envían cantidades crecientes de dólares como ayuda a sus familias, generando un flujo constante y progresivo de remesas que son un pilar central de sus economías. Cuando todos estos elementos se unen y se aprecian de forma integral, puede parecer que el modelo económico se basa en la exportación de personas. Eso podría ser una simplificación excesiva, y puede que no sea la intención de los gobiernos, pero es el efecto neto de la combinación de sus políticas. La emigración como que es parte del modelo, ya que las necesidades reales de su gente no se están satisfaciendo.
El Banco Mundial ejecuta estudios de protección social. Tratan de medir cuánto apoyo brindan los gobiernos a la población pobre y vulnerable, con tres indicadores claves: 1) reducción de la pobreza, 2) acceso a la asistencia del gobierno y 3) el impacto de esa asistencia. Los países del Triángulo Norte se ubican en la parte inferior de cada una de esas categorías. Mientras tanto, el éxodo de la región continúa, cientos de miles de migrantes fueron detenidos a lo largo de la frontera de Estados Unidos, un aumento del 32% en un mes, sin precedente en 13 años, según Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos. Casi cuatro quintas partes de los detenidos procedían del Triángulo del Norte.
Todo esto solo ha servido para enfurecer aún más a Trump.
En mayo, los tuits de Trump atacaron a México, diciendo que su gobierno no estaba haciendo lo suficiente para detener y procesar a aquellos que migran ilegalmente o buscan asilo. Amenazó con castigar a México imponiendo aranceles. El presidente mexicano AMLO, se comprometió a desplegar la guardia nacional mexicana a lo largo de la frontera sur con Guatemala. Sin embargo, los migrantes seguirán llegando hasta que las cosas cambien radicalmente en casa. La falta de oportunidades económicas que estamos viendo es la raíz profunda que está llevando a esta espantosa migración. Mientras tanto las imágenes de la pequeña Valeria y su padre, Óscar, ahogados en el Río Bravo, siguen dando la vuelta al mundo.
Exministro de Economía