El comercio internacional cambió mi país — Mantengámoslo de esa manera

A pesar del reciente entorno adverso, más empresas con mayor valor agregado han creado y ampliado sus operaciones, buscando aprovechar la productividad de los trabajadores salvadoreños.

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Foto: EDH

Por Juan José Daboub

2019-08-12 6:31:59

Para las naciones en desarrollo como mi país de origen, El Salvador, el libre comercio es uno de los componentes fundamentales del crecimiento exitoso e inclusivo. Los mercados abiertos a la competencia permiten que naciones como la mía aprovechen la demanda mundial para exportar la producción local. Así mismo, les permite importar conocimiento, materias primas y capital.

He visto ambos en riesgo en mi país, que comenzó a abrirse a los acuerdos de libre comercio en 1990. Nuestra industria textil, por ejemplo, sobrevivió porque obtuvimos acceso a nuevos mercados. Y la inversión extranjera alcanzó su pico, un 10% del PIB de El Salvador, en 1998.

Las reformas claves de El Salvador
Antes de 1990, sin embargo, El Salvador tenía una economía cerrada con alta intervención estatal y un conflicto interno fomentado por la ambición del comunismo en la región. Después de las elecciones de 1989, un nuevo gobierno impulsó la apertura económica, entre otras cosas, reduciendo los aranceles. Las reformas permitieron que la economía se expandiera en un promedio de 4.7% en los primeros cinco años. Las exportaciones de bienes y servicios aumentaron un 19%, en valor nominal. Y el empleo formal, impulsado por las exportaciones, creció en más de un 7% a lo largo de diez años.

Las reformas continuaron en la década de 1990, ya que el Gobierno implementó nuevas políticas públicas para abrir a la inversión privada los sectores de las telecomunicaciones, la electricidad y las pensiones. Junto con una reducción de los aranceles, las oportunidades de educación se ampliaron, comenzaron los mercados de capitales a funcionar, se dieron los primeros pasos hacia la formación de “clusters” productivos y se negociaron acuerdos de libre comercio.

Igualmente importante, la disciplina fiscal se mantuvo y la política monetaria redujo la inflación a un dígito.

Como resultado de estas políticas públicas, la pobreza de El Salvador bajó a 45.6% para el año 2000. Una reducción de casi la mitad, cuando se toma como base el 65.9% que teníamos cuando se firmó la paz, en 1992. Así lo confirmó un estudio del Fondo Monetario Internacional sobre Centroamérica, El Salvador experimentó un crecimiento inclusivo entre 1991 y 2009.

El Tratado de Libre Comercio Centro América–República Dominicana (TLC en español, CAFTA-DR en inglés) fue fundamental para la reducción de la pobreza y para el crecimiento económico de la región. Las negociaciones comenzaron en el año 2003 y El Salvador fue el primer país en firmar el tratado en marzo del 2006.

Puesto de una manera sencilla, el CAFTA-DR amplió el alcance de nuestra economía. La industria textil que finalmente sobrevivió, hubiese desaparecido fácilmente después de que China se uniera a la Organización Mundial del Comercio en el año 2001. Al mismo tiempo, se eliminaron los contingentes de importación de textiles de los Estados Unidos y los países asiáticos se convirtieron en un mercado atractivo para los textiles.

Durante un período de cinco años, las maquiladoras de mi país perdieron más de mil millones de dólares en contratos a países asiáticos y un 50% de reducción de empleos en maquiladoras textiles salvadoreñas. Esas fábricas, por cierto, eran nuestro mayor empleador.

En lugar de que los resultados fueran catastróficos, el TLC abrió nuevas oportunidades. También lo hizo una política industrial que ayudó a transformar nuestra industria. Ahora, 12 años después de que El Salvador firmara el tratado, los textiles siguen ocupando el primer lugar en nuestra economía. Por ejemplo, en el 2018, exportamos más de $3 mil millones de dólares en productos textiles.

Alejándose del libre comercio
Hago ver estas ventajas porque, en el año 2009, El Salvador comenzó a apartarse de las políticas comerciales que le habían ayudado a crecer. El gobierno de aquel entonces y sus políticas publicas hicieron más difícil aprovechar el TLC. Los líderes del partido FMLN se alejaron del avance democrático y presentaron una apelación de inconstitucional contra el TLC. Ese gobierno también se opuso a vincular la moneda de El Salvador con el dólar y promovieron una mayor intervención del Estado en la economía, creando déficits fiscales históricamente altos e insostenibles.

Hasta entonces, agencias de calificación de riesgos como Moody’s otorgaron a El Salvador una calificación de grado de inversión lo suficientemente alta que éramos el tercer país en América Latina con tal reconocimiento. En el año 2018, perdimos esa posición.

De hecho, el índice de libertad económica de la Heritage Foundation mostró que El Salvador caía rápidamente en su calificación como una nación “mayoritariamente libre” en el 2005 a ser calificado como “moderadamente libre” en el 2019. Y El Salvador pasó del 56º lugar en el Índice Global de Competitividad 2005 del Foro Económico Mundial al 108o lugar, en el 2018. Sufrimos un gran retroceso en todos los pilares de ese índice: infraestructura, instituciones, capital humano, innovación y salud.

También fue durante este periodo que la inversión extranjera comenzó a reducirse. El capital extranjero cayó del 9% del PIB en el 2007 a -0.61% tres años después. La caída reflejó la disminución de la confianza que los inversionistas tenían en el gobierno del FMLN.

Afortunadamente, un nuevo gobierno está ahora en el poder. Y tiene la oportunidad de utilizar las herramientas del TLC para promover las exportaciones y atraer inversiones. En junio de este año, Nayib Bukele tomó posesión mostrando importante cercanía con los Estados Unidos como socio comercial. El nuevo Gobierno también está promoviendo la inversión privada como clave para la generación de empleo. Además, está tomando decisiones importantes en el tema de seguridad. Y las encuestas del Banco Central de Reserva 2018 indican que los trabajadores de las empresas exportadoras salvadoreñas y las de capital extranjero están recibiendo salarios que son más que el doble del salario mínimo.

La Cuarta Revolución Industrial, impulsada por nuevas tecnológicas, abre oportunidades de empleo que pueden ser promovidas y explotadas a través del CAFTA-DR. A pesar del reciente entorno adverso, más empresas con mayor valor agregado han creado y ampliado sus operaciones, buscando aprovechar la productividad de los trabajadores salvadoreños.

Estos incluyen servicios de mantenimiento aéreo que benefician a aerolíneas estadounidenses, servicios de negocios remotos y servicios de diseño 3D.

Una agenda de libre comercio 4.0
Todo esto apunta a la posibilidad de Libre Comercio 4.0 para El Salvador. El comercio electrónico crece con una mayor demanda de productos personalizados a través de los servicios web. Las empresas que tienen el talento y la experiencia tecnológica pueden desarrollar su trabajo en línea. Y la cooperación internacional que promueva una nueva agenda comercial puede ayudar a El Salvador a crear oportunidades de empleo y reducir la migración.
Contamos con pequeñas y medianas empresas que pueden desarrollar sus capacidades de comercio en línea.

También pueden aplicar sus conocimientos industriales para abastecer eficientemente el mercado estadounidense.

Para que esto funcione, necesitamos adoptar tecnologías como la robótica y la inteligencia artificial que permitan a nuestras empresas competir más efectivamente. A medida que lo hacemos, podemos crear vínculos más fuertes con crecientes nichos de mercado en los Estados Unidos y expandir sus operaciones. Por supuesto, esto requerirá capacitar a nuestros trabajadores para que tengan conocimiento del Primer Mundo y formen parte del éxito.

Si hacemos bien nuestra tarea, podemos igualar las condiciones que la Comisión de Crecimiento y Desarrollo (OECD) ha constatado que existen en economías que, desde 1950, tienen un crecimiento sostenido de más del 7% y durante más de 25 años. Los cinco factores clave en los 13 países que lograron un nivel impresionante de crecimiento son: economía de mercado; apertura comercial; estabilidad macroeconómica; alta inversión y ahorro; y muy importante, el liderazgo de gobiernos creíbles y capaces.

Desde la perspectiva de una nación en desarrollo, el libre comercio y la tecnología nos ayudarán a realizar cada uno de estos factores. La apertura comercial ofrece la oportunidad de cambiar la trayectoria de una nación como la mía. Mantengámoslo así.

Ph.D. Ex Ministro de Hacienda de El Salvador; Presidente de The Daboub Partnership; Ex Director Gerente del Banco Mundial; y Miembro de Bush Institute’s Central America Prosperity Project Policy Working Group