El diputado y la impunidad

Aún se podría practicar algunas pruebas en orina y en cabello y acaso todavía podría evidenciarse la presencia de algún tóxico; pero aun cuando no sea así, la actitud del congresista fue espantosa y varios delitos podrían sugerirse

descripción de la imagen
La procesión con la imagen de la Virgen Niña sin feligreses ante la pandemia del COVID-19

Por José Miguel Fortín Magaña

2020-09-07 6:48:09

Hoy el país entero se encuentra hablando sobre la sorprendente investigación que hiciera otro medio digital, en donde se demuestra que el flamante presidente es colaborador de las maras y tiene un pacto oscuro con la organización criminal MS 13 o Salvatrucha, mientras que en su odiosa cuenta de Twitter llamó a sus enemigos “mil veces malditos” por haber contactado a los pandilleros, cuando a la par, él apalabraba con el demonio; pero en tanto hablan de esto, muchos olvidan otros hechos que individualmente son tan odiosos como el anterior, como el caso del diputado que en aparente estado de intoxicación fue el responsable de un fatal accidente y de la muerte de otro Ser Humano.
Los hechos supuestamente independientes no lo son, porque ambos describen el intento de funcionarios para situarse sobre la ley, creyéndose intocables y situados sobre el bien y el mal, reaccionando con cinismo y llamándose ambos inocentes, a pesar de haber cometido los dos un atropello flagrante contra la moral y la ética; y ser ambos, padres de la muerte. Lo curioso en este caso es que el diputado de la historia obedecía desde hacía tiempo al dictador y había, por tanto, empezado a actuar como lo hace el lord oscuro.
No hay duda de que en nuestro país aquello de “moral e instrucción notoria” es solo un mito; y empezando por muchos funcionarios, como el que parece ser el responsable del homicidio del joven Moya, pasando por varios jueces, como la licenciada que vio en primera instancia el caso y no ordenó las pruebas aduciendo el fuero; o el flamante bachiller Bukele, quien a duras penas logra sumar cifras de tres dígitos; ninguno demuestra el mínimo interés en hacer que se cumpla el espíritu de la ley.
Es increíble, al ver el video que sus mismos amigos hicieron circular, cómo el legislador arrastra a la víctima fuera del vehículo, le levanta los brazos y le tira la cabeza para atrás, empujándola entre sus piernas, mientras grita para que el muchacho despertara. ¿Es que este señor —me refiero al diputado— nunca ha visto una película y cómo se trata a un accidentado, colocando con gran cuidado un cuello ortopédico para evitar lesiones medulares u otras complicaciones? ¿Es que el grado de embriaguez o de consumo de sustancias psicoactivas era tan alto, que nunca notó el irreparable daño que potencialmente estaba haciendo, o se trató de simple estupidez? Y ¿por qué después de movilizar con la más abyecta impericia, imprudencia y negligencia, a su dizque amigo, huyó del lugar, dejando la escena del accidente?
La verdad es que aún se podría practicar algunas pruebas en orina y en cabello; y acaso todavía podría evidenciarse la presencia de algún tóxico; pero aun cuando no sea así, la actitud del congresista fue espantosa y varios delitos podrían sugerirse; pero lo más grave trasciende el hecho y a los actores. Lo peor es la impunidad a la que nos hemos acostumbrado y la aceptación que tácitamente hacemos sobre que quienes nos gobiernan están sobre la ley.
Aristóteles dijo, refiriéndose a su maestro Platón, que era su amigo, pero que lo era más de la verdad; y por eso hoy debemos hablar con toda la claridad posible. Nadie está sobre la Constitución ni las leyes secundarias; y nadie —ni el presidente, ni los ministros, ni los alcaldes o diputados— pueden dejar de obedecerlas. Nuestro país, como dije, se ha acostumbrado a aceptar la negligencia de los funcionarios y, por tanto, hemos también llegado a creer que todos los políticos son sinvergüenzas; pero no todos lo son. Hay decenas de políticos honestos y estos no deben ser confundidos con los tránsfugas y personajes de poca monta, que aplauden cuanta tontería diga el poderoso del momento.
Señalar la corrupción de los indignos es declarar que existen hombres y mujeres probos de todos los colores políticos. Por ellos hay que apostar y porque venzan hay que pedir a Dios; para que además nos libre de la lacra que representa el servilismo y la infamia del acatamiento sin moral.

Médico Siquiatra.