La corrupción y su ADN...

Los corruptos son “gángsteres económicos” y operadores maltrechos del poder, aunque el poder en sí no debería ser corrupto, atrae fácilmente a los corruptibles y deja al descubierto sus intereses de una forma muy veloz, contaminando todo de manera tóxica (Saramago).

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Deyna Castellanos es jugadora de la selección de Venezuela y del Atlético de Madrid femenino, es una de las referentes en Latinoamérica del fútbol femenino. Foto: Imagen de carácter ilustrativo y no comercial / https://www.facebook.com/photo.php?fbid=402561531241097&set=pb.100044617591014.-2207520000..&type=3

Por Oscar Picardo Joao

2021-10-05 6:35:29

¿Se podrá acabar con la corrupción de un país o es un fenómeno cultural endémico? Esta pregunta y muchas otras asociadas a esta patología política a la cual nos estamos acostumbrando, tiene a la base aspectos específicos y puntuales.
“Poder, dinero y ausencia de ética” son tres de los elementos esenciales que están a la base del ADN en la mayoría de casos de corrupción. Muchos políticos a lo largo de la historia reciente han manifestado que lucharán contra la corrupción, pero al llegar al poder sus compromisos se desvanecen.
Por ejemplo, el uso de los gastos “reservados” o “secretos” es uno de los virus principales de la corrupción; llegar a una oficina en donde un sujeto que comienza a ostentar poder pueda disponer de millones de dólares sin tener que dar cuenta a nadie y para las ocurrencias más absurdas que uno de imagina, deja la mesa servida para que se cambien todos los principios y promesas de campaña.
¿Qué presidente no ha amenazado o prometido eliminar la partida secreta o de gastos reservados? ¿Alguno lo ha hecho? Escudados en las tareas de “inteligencia” del Estado y en la seguridad nacional, lo único que hacen es cambiarle nombre; pero el despilfarro opaco de recursos siempre ha seguido.
La corrupción también se ataca o cura con “transparencia” dando a conocer planes, presupuestos, informes, rindiendo cuentas y sobre todo invitando a la prensa independiente a auditar los papeles del gobierno. Pero ¿qué suele suceder…? Generalmente, todo lo contrario; se reserva mucha información por motivos de “seguridad nacional” y se etiqueta a la prensa incomoda como oposición. En efecto, “La corrupción es un mal inherente a todo gobierno que no está controlado por la opinión pública” (Ludwig Von Mises).
Uno se cuestiona ¿cuáles son los verdaderos temas de “seguridad nacional” en los países centroamericanos?; más allá de los problemas de narcotráfico, trata y pandillas, que no tienen ninguna relación con el diseño de otras políticas públicas, ¿habrá motivos para clasificar información reservada asuntos de salud, economía, energía, comercio, medio ambiente o educación?
En el ADN de la corrupción encontramos el compadrazgo, el amiguismo y la falta de educación o meritocracia que prevalecen en la cultura de los partidos políticos; son pocas, muy pocas, las personas decentes que forman parte de las estructuras orgánicas partidarias. Luego, la consecuencia es lógica, si en los partidos políticos se anidan grupos de aprovechados, los que llegan al poder no pueden ser distintos. La mediocridad es la hija ilegítima de la corrupción…
La mayoría de diputados actuales —sí, los nuevos legisladores paladines de la justicia y la transparencia— tienen un historial —ellos o sus familiares— de vivir a costas del Estado; unos cuantos están señalados o tienen vínculos indirectos con casos de corrupción; otros han hecho de la política un modo de vida, son tan buenos para nada que sólo han podido trabajar en cargos paraestatales, inclusive algunos saltando de partido en partido para conservar sus cuotas de poder… Esto también es corrupción.
La corrupción está asociada a otras enfermedades sociales: Migración forzada; Tráfico de influencias; Impunidad; Operaciones selectivas; Licitaciones amañadas; Lavado de activos; entre muchas otras. Inclusive ocupar un cargo público para el cual no estamos preparados es corrupción. Hay pequeña corrupción (mordidas, evitar burocracias, contratar amigos, etcétera), mediana corrupción (ganar licitaciones sin calificaciones) y gran corrupción (robar descaradamente). Al final, parece que los fondos públicos no son de nadie, los políticos y gobernantes creen que son de ellos y la gente cree que todo lo gubernamental es gratis.
Es glamoroso ver a gobernantes de países pobres con cantidades exorbitantes de privilegios en su agenda local e internacional; carros de lujo, vuelos en jet privado, escoltas, guardaespaldas, la última tecnología y recursos a su servicio, y esta capacidad de comprar y gastar al ritmo de sus ocurrencias. Esto también es corrupción.
Al culminar un período gubernamental, la mayoría de funcionarios de alto nivel ya no tienen deudas, han pagado todo, su patrimonio milagrosamente se ha incrementado, y de ribete, suelen terminar en cargos de organismos internacionales; aunque algunos pocos terminan presos, huyendo o en el exilio. La corrupción es mágica, les cambia la vida a los políticos. Por eso, mucha gente se acerca al poder y luego no lo quieren soltar…
Afirma el escritor mexicano Javier Sicilia: “Si no tenemos policías, jueces, abogados, fiscales, honestos, valerosos y eficientes; si se rinden al crimen y a la corrupción, están condenando al país a la ignominia más desesperante y atroz” ¿Les suena…?
Los corruptos son “gángsteres económicos” y operadores maltrechos del poder, aunque el poder en sí no debería ser corrupto, atrae fácilmente a los corruptibles y deja al descubierto sus intereses de una forma muy veloz, contaminando todo de manera tóxica (Saramago).
Al final la corrupción se va blindando en la oscuridad con muchas leyes, decretos y otros instrumentos autoprotectores; y a mayor corrupción, más leyes, decía el célebre Tácito.
Finalmente, el ADN es el nombre químico de la molécula que contiene la información genética en todos los seres vivos; es lo que configura, genotípicamente hablando, lo que somos y podemos llegar a ser. Nosotros, los ciudadanos, somos padre de estas creaturas corruptas, no llegaron por casualidad, les dimos el voto, pero también podemos ser más exigentes y comenzar a cambiarlas.

Investigador Educativo/opicardo@asu.edu